En mi opinión, Venturi, más que arquitecto, es uno de los pensadores y escritores de arquitectura más inteligentes y agudos que ha habido. Su libro Complejidad y contradicción en la arquitectura es un texto obligado para cualquiera que quiera saber algo o pensar algo. De arquitectura y de todo.
Ese libro sigue siendo tremendo, pero hay que recordar que es nada menos que de 1966. Y reformular entonces, con Mies vivo, su famosa frase less is more (menos es más) como less is bore (menos es aburrido) denotaba una dosis notable de valor y de intrepidez. Y también de lucidez.
Con su esposa Denise Scott Brown y con Steven Izenour escribió en 1972 Aprendiendo de Las Vegas, un libro muy provocativo que, a mi juicio, a base de elogiar la confusión y la superposición, acaba por ayudar a la no valoración de nada y a la anulación de lo mejor. Pero esa es solo una opinión mía, que, sumido en mis oceánicas ignorancias, y carente de tantísimos conocimientos, nunca he querido perder mi escasísimo tiempo en aprender nada de Las Vegas.
Oiza dijo que solo con ver cómo quebraba la escalera de la casa de su madre para sortear la chimenea se notaba que tenía pulso de arquitecto. Por ese detalle Oiza le consideró uno de los grandes. (Pero Oiza era así. Y además en esa época él también estaba subsumido en esos regates chorras. Uy, perdón).
Fisac, por el contrario, decía que el libro Complejidad y contradicción en la arquitectura le había gustado mucho, porque criticaba los mandamientos del Sacrosanto Movimiento Moderno con ironía, con inteligencia y con toda la razón del mundo. Pero el libro terminaba con una muestra de las mamarrachadas que su autor había construido y eso le decepcionó profundamente. Es decir: ¿Venturi atacaba al Movimiento Moderno pero para luego proponer esas mierdas como solución? No era de recibo.
Yo, la verdad, es que estoy bastante con Fisac: El Movimiento Moderno merece todas esas críticas, pero si quienes las hacen construyen esa arquitectura postmoderna en la que todo es un puro chiste y un mero juego semántico prefiero, pero con mucho, el Movimiento Moderno, la verdad.
En resumen, de Venturi me interesa mucho más su gestión como crítico y como polemista que como arquitecto. Incluso sus mejores obras como arquitecto lo son más por la carga teórica que tienen que por el pulso y el tacto de la profesión y del oficio.
Por ejemplo, en su Western Plaza, de Washington (probablemente el proyecto suyo que más me interese), juega a las homotecias, a los cambios de escala, a los homenajes a edificios históricos (el capitolio representado en planta) y hace una relación de ida y vuelta entre la ciudad real y la ciudad representada, entre la ciudad actual y la ciudad del pasado, y, en mi opinión, hace una propuesta muy provocadora y una lectura muy interesante de Derrida y de todos los semióticos post-estructuralistas. Podría estar horas hablando sobre ello; es un tema que me apasiona. Pero su operación como arquitecto-arquitecto, las jardineras de los bordes, el diseño de... de todo... mñé.
Descanse en paz un teórico de la arquitectura (en mi opinión) que nos hizo y nos seguirá haciendo pensar. Que no es poco.