Sentarme en un café a ver pasar a otros, caminar torpemente por calles adoquinadas, recorrer lentamente las orillas del Sena y dejar pasar el tiempo de la mano de artistas callejeros... Subir a una torre, visitar un museo, devolver la sonrisa a una tal Monna, tararear las bandas sonoras del genio de la lampara maravillosa, Allen...
Ayer quería ir y hoy también un poco y mañana seguro que volveré... Porque París siempre estará allí y la libertad de abrir las puertas de golpe y dirigirme a donde quiera también... A pesar del frío, de la lluvia, de los kilómetros que me separen, de que otros se empeñen en apagar la luz de mi nombre, de las pirámides o de los focos de una discoteca...
Porque el mundo es así, así de mágico, así de profundo, así de distinto, así, con tantos colores, porque es de todos, de todos los que dejan atrás sus casas poniendo por delante un plan de vida y una maleta, de todos los que viven de inmortalizar instantes y viven para contarlos, de todos los que viven para contarlos porque otros les dejan...
Abramos nuestra mente a un mundo que sólo tiene cosas buenas que ofrecernos, dediquemos nuestros esfuerzos a enseñar a otros lo mejor del rincón del universo en el que vivimos, hagámosles partícipes de nuestras historias y enseñémosles a pronunciar en nuestro propio idioma las palabras cuyo significado mejor entendemos... Paz, tolerancia, respeto...
Y aunque la tristeza me invada, yo sigo soñando, con ir mañana al París que hoy yo quiero...