Los que seguís nuestro blog semanalmente ya nos vais conociendo un poco. Fijándoos en los temas que elegimos a la hora de escribir nuestros artículos, os habréis percatado de que Isabel es la más sensible de los tres, Javi es un apasionado de las nuevas tecnologías, redes sociales… etc, y a mi a veces se me va un poco la olla con temas como la física cuántica (aunque admito que soy totalmente ignorante en realidad). Y os digo esto porque no quiero que os llevéis una impresión equivocada de mí al leer el título de este post, pues no he llegado aún a ese punto de “locura” de ver fantasmas a lo Iker Jiménez. Solo me gustaría que este escrito de hoy os lo tomarais como una reflexión personal, cuya finalidad es ofreceos un punto de arranque para la motivación al cambio.
¿Por qué la elección de este título?
Porque en mi día a día veo a personas que no son felices con sus vidas. Gente que pasa por la vida sin darse cuenta que haciendo unos pocos cambios sería infinitamente más feliz. Me refiero en concreto a los muertos en vida.
¿Y nosotros?
Pues qué queréis que os diga, qué bien sienta ir de viaje y alojarme en ese hotel que es un poco más caro pero que tiene un jacuzzi impresionante y me suben champán a la habitación. Los pequeños placeres de la vida deberían ser un derecho inalienable, pues enriquecen nuestras experiencias y hacen que goces del tiempo libre a una escala superior. Qué pena el que se boicotea a sí mismo cerrando el puño con la excusa del “malgastar”.
¿No puedes cambiar? ¿Qué cosa no puedes cambiar?
Si no te gusta una determinada conducta tuya tienes muchas opciones ante ti. Puedes eliminar dicha conducta de tu repertorio (no lo hago más), puedes sustituirla por otra (a ver qué pasa) o puedes cambiar lo que piensas sobre ti mismo cuando la repitas la próxima vez. Y eso puedes hacerlo con 20 años, con 40 o con 60. Es más sencillo de lo que pensamos a priori, os lo aseguro. Sólo hay que “atreverse” a probar. Quién se queda en una situación que solo le aporta malestar por el “yo soy así” está destinado a “seguir así”.
Quiénes lo han dejado por imposible antes de intentarlo: basándome en las ideas que expone Isabel Serrano en su post Indefensión Aprendida, cuando el pasado nos ha enseñado que “no hay nada que hacer” y nos lo creemos, corremos el riesgo de dejar de intentarlo. Caer en esta trampa puede llevarnos a una espiral de inhibición e infelicidad constante, que en su extremo más grave denominamos depresión. Las personas con depresión son el ejemplo más claro para mí de muerte en vida pues se vuelven un mero espectador de su propia película. Aquí sólo puedo deciros que seáis actores, no espectadores.
Como punto final quiero lanzar un breve mensaje a todos aquellos que estáis leyendo mis palabras en este instante:
Prueba, siente, llora, ríe, equivócate, comparte, aprende, habla, escucha y cambia lo que no te guste, pero sobre todo… VIVE.