Había una vez un monje llamado Hakuin, querido y respetado por el pueblo debido a su trabajo por la comunidad.
En la villa vivía una joven mujer, hija de comerciantes. Ella se embarazó de su novio, quien trabajaba en el mercado de pescado.
Sus padres enfurecieron al saber la noticia y presionaron a la joven para que revelara el nombre de quien la había deshonrado. Para proteger la identidad de su novio, ella mintió y dijo que el culpable había sido Hakuin, el monje.
Pasaron los meses y cuando el bebé nació, los padres de la mujer lo llevaron ante el monje. Le dijeron que él era el responsable y dejaron al recién nacido ahí.
-¿En serio?- Respondió Hakuin y simplemente aceptó la responsabilidad del niño, sin reacciones y sin preguntas.
El monje no tenía experiencia con bebés, pero comenzó de inmediato a atender las necesidades del pequeño. Procuró un sustento, ropa y casa.
Las demás personas se enojaron mucho con Hakuin por la ofensa y, en venganza, destrozaron su reputación.
Claro que los comentarios adversos no lo afectaron y el monje se dedicó en cuerpo y alma a sacar adelante al bebé.
Luego de muchos años, la mujer no pudo con los remordimientos y confesó a sus padres el nombre del verdadero padre de su hijo. De inmediato ellos fueron a ver a Hakiun, se disculparon y se llevaron al bebé con ellos.
Mientras se alejaban con el bebé por el que había dado todo, Hakuin se rascó la cabeza.
-¿En serio?- Dijo, mientras se encaminaba a reanudar su trabajo comunitario.
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Nota chocobudista: Cuando somos fuertes por dentro, somos una montaña que no se derrumbará aun con la explosión más fuerte.
En esta pequeña historia tradicional budista, Hakuin nunca puso resistencia a una prueba durísima que la vida le puso en frente. Simplemente fluyó con la situación e hizo lo posible para resolverla de la mejor manera.
Por supuesto nuestro choque cultural con esta historia es grande. En nuestro mundo occidental nos enseñan a luchar por evitar ser dañados y por alejar lo negativo. Pero ¿qué pasa si, por un momento, simplemente aceptamos la vida como es?
Cuando aceptamos los problemas, los abrazamos y nos volvemos uno con ellos, podemos verlos desde adentro y desde afuera al mismo tiempo. Esto nos da un panorama amplio de todas las opciones que tenemos a nuestro alcance, pero que no notamos al estar absortos en las consecuencias del problema mismo.
Hakuin simplemente fluyó con la vida, sin sufrir. Simplemente aceptó y resolvió.
Cuando le quitaron al bebé que él había criado como su propio hijo, el monje pudo haberse deprimido hasta la muerte. Sin embargo aceptó la realidad sin apegos. Seguramente sintió el dolor de la separación, pero jamás se derrotó y siguió adelante.
Antigua montaña
no hay erosión ni tiempo
calma