* Crítica de 'En un lugar sin ley' (Ain't them bodies saints; U.S.A., 2013), de David Lowery, con Casey Affleck, Rooney Mara y Ben Foster.-
Desconozco si es ésa la vocación de sus autores, pero no me cabe la más mínima duda de que 'En un lugar sin ley' (Ain't them bodies saints') está llamada a convertirse con el paso del (no mucho) tiempo en eso que se suele denominar cinta de culto. ¿Motivos? Todos; soy incapaz de detectar la carencia de cualquiera de los atributos que suelen revestir a las propuestas aureoladas con tal consideración, tanto en lo que se refiere a sus aspectos de fondo como en lo atinente a las formas.
Al fondo (aunque no a la derecha), una historia de amour fou, uno de esos amores imposibles por el encadenamiento de una serie de circunstancias (entre las que sobresale, por constituir el nervio central de la trama, y arranque de su desarrollo posterior, la separación física de los amantes, que deriva del encarcelamiento del miembro masculino de la pareja), con la cual confluyen dos personajes más de especial trascendencia: la hija común de ambos, a la que el padre no ha llegado a conocer, y el policía dedicado al seguimiento y control de la mujer, con la cual llega a entablar una relación de tintes muy particulares (y que da pie al desenvolvimiento de una trama secundaria que termina resultando para este comentarista lo más 'nutritivo' de la propuesta).
Estos cuatro, junto a algunos secundarios más de entidad dramática suficientes, terminan configurando una panoplia de personajes a los que marca su ubicación en esa América profunda de tintes 'coenianos' en las que se sitúa la acción, que les dota de un carácter reservado y huidizo; perdedores que tratan de ocultar su derrota bajo la máscara de un laconismo nutrido de frases y palabras que,más que susurrarse, se mascullan, en un discurso en el que todo lo que excede el monosílabo ya se presenta sospechosamente extenso. Como ya ha podido adivinar el lector perspicaz, esperar que, con tales mimbres, surja un cesto que no venga etiquetado con la marca de la fatalidad es algo absolutamente ingenuo.
En cuanto a las formas, el film de David Lowery apuesta por las que mejor se acoplan a la idiosincrasia y tono de la historia: planos largos y profundos, que se demoran en mostrar el movimiento pausado, casi detenido, de los personajes que los pueblan, con una particular predilección por reservar el plano a una única presencia (detalle significativo y nada baladí desde el punto de vista narrativo y tonal, en la medida en que subraya su soledad esencial, de fondo) y con encuadres exquisitamente cuidados, tanto en los interiores (siempre muy escasamente iluminados) como en esos exteriores de campos interminables, calles decrépitas y carreteras perdidas que todos tenemos asimilado como la viva estampa del imaginario de esa América profunda a la que aludía en el párrafo previo. Quietud y tonos ocres, noches claras, días oscuros; ésos son los elementos con los que se teje el manto de placidez aparente bajo el que laten las pulsiones turbias de la venganza violenta y la desesperación interiorizada que nutren la cinta.
¿'Bonnie and Clyde', 'Malas tierras'...? Es obvio, ahí están los elementos argumentales centrales que abonan y convalidan esa atribución de referentes, más allá de otros aspectos formales y ambientales que también llevan a pensar en esas cintas como precedentes de esta. Pero, mientras la veía, la peli que yo recordaba no era ninguna de esas dos, sino 'Un paso en falso', de Carl Anthony Franklin: el mismo entorno rural a caballo entre lo ingenuo y lo amargo, el mismo determinismo sin esperanzas. Salvando las distancias, propuestas emparentadas por la entronización de la derrota vital, sin redención ni escapatoria posibles. Algo que suele dejar poco cargo en taquilla, pero suele garantizar un huequecito en ciertos altares. Qué cosas tiene el cine, ¿no...?