El camino del amor y del enamoramiento está sembrado de paradojas existenciales y metáforas emocionales. ¿Polos opuestos se atraen o, más bien, una cosa busca su similar para coexistir en armonía?
Recordemos ante todo que el ser humano no es una ciencia exacta ni las relaciones humanas son matemática hecha carne y hueso. Existen, sí, constantes y generalidades, pero también excepciones, casos no ejemplares, intentos, éxitos y fracasos. Y ninguna relación está asegurada -y tengamos esto bien presente- por medio de alguna póliza de garantía infalible.
En lo tocante a nuestro tema, ya desde la antigüedad griega existía una controversia parecida aunque con respecto a cuestiones de otro orden. Anaxágoras decía que la percepción y el conocimiento se dan por una suerte de identificación antitética (es decir, cada cosa necesita de su contrario para lograr ser conocida y existir para nosotros en cuanto tal), mientras que, para Empédocles, todas las cosas son conocidas y tienden a buscar y unirse con sus símil (relación de afinidad y correspondencia) y repudiar a su contrario.
En el terreno amoroso subsisten varias teorías que intentan arrojar algo de luz sobre este tema tan escabroso; señalo únicamente una de ellas. Para Freud y el psicoanálisis el enamoramiento es una proyección narcisista, vale decir, uno busca una pareja en quien encuentre las más excelsas cualidades (reales o imaginarias) propias de sí mismo. Aunque discutible, porque, contrariamente a la creencia popular, esta teoría hace del enamoramiento un acto puramente egoísta en vez de una entrega abnegada e incondicional, no obstante este punto de vista tiene la ventaja de explicar satisfactoriamente dos cuestiones cardinales: Primero, sugiere el hecho de que el enamoramiento es indisociable de la idealización, es decir, aquel que se enamora no lo hace, en primera instancia, de una persona real sino, más bien, de una idea, de una re-presentación, de una imagen que ha revestido de sus aspiraciones y deseos e, inclusive, de un sólo rasgo o cualidad que le ha hecho tomar la parte por el todo y que le invita a creer que aquella persona –su amada o amado- es todo aquello que él/ella “necesitaba y estaba buscando”. Por otra parte –y consecuente con el aserto anterior-, la idea psicoanalítica del enamoramiento-proyección narcisista haría una fuerte referencia a la importancia de nuestras figuras parentales a la hora de elegir pareja. Por supuesto, porque, si seguimos esta misma lógica, nuestros ideales de comportamiento, cualidades, actitudes y acciones, no surgieron de la nada sino que, inoculados desde nuestra más tierna infancia y alojados profundamente en el inconsciente, representan aquellas virtudes que vimos –o creímos/quisimos ver- en nuestros padres y/o figuras que jugaron el rol de madre-padre. Por tanto, lo que queremos y aquello a lo que aspiramos ser es, según esta perspectiva, un subproducto disfrazado, disimulado o deformado de todas aquellas maneras y formas con las que nuestros padres establecieron una relación con nosotros.
Las consecuencias de lo anterior no son difíciles de adivinar y cuadran sin mucho esfuerzo con las conclusiones expuestas por otras corrientes de la psicología moderna. Al final –y desde el principio- buscamos una pareja con la que podamos establecer el mismo tipo de relación que teníamos con nuestros padres: de dependencia, de protección, de competencia, de rebeldía, de soporte, etc.
Pero volviendo al tema, y para finalizar, ¿Cuál sería una alternativa para evitar “enamorarnos de nuestros propios padres” y poder fundar una relación basada en la armónica y complementaria consonancia de diferencias y similitudes de ambos miembros? La respuesta está, en opinión de su servidor, en el grado de desarrollo humano de cada individuo.
Considero que una persona que tiene bien cimentados –y es plenamente consciente- de sus valores e ideales, que ha establecido objetivos claros para cada ámbito de su vida, que ha trabajado consistente y constantemente en alcanzar dichos objetivos y que, en suma, ha desarrollado un sólido conocimiento de sí mismo, de sus circunstancias, cualidades y que se esfuerza por cumplir sus sueños minimiza las posibilidades de buscar una pareja que, en vez de complementar y contribuir a acrecentar su bienestar personal, funja meramente como una “muleta” emocional, económica, intelectual, social, etc. ya que, haciendo una analogía un tanto simplista, aquella persona que tenga todos sus miembros fuertes y bien dispuestos jamás necesitara de una prótesis que supla las funciones que estos le brindan.
Así que, hagámonos un favor -ayudemos a ayudarnos- y trabajemos con diligencia para conocernos a nosotros mismos, así con nuestras grandezas, virtudes, debilidades y puntos ciegos, y forjémonos el mejor futuro del que seamos capaces y, sobre todo, por el que estemos dispuesto a esforzamos y no desmayar. ¿Qué herramientas o técnicas nos pueden ayudar a lograr esto?
¡Los buenos psicólogos y aquellas personas que ya hayan recorrido ese arduo camino sabrán¡