Enchufada.

Por Blogtpl

Todavía me duele todo. Fui el lunes. Hoy, jueves, vuelvo. A ver cómo me levanto de la cama mañana.

En cuanto lo vi, pensé “Esto es para mí”. Dicen que veinte minutos equivalen a tres horas de gimnasio. ¡Tres horas! Y esta semana voy a ir dos veces. ¡Qué tiemblen los ángeles de Victoria Secret!

Reconozco que no me gusta. Porque agradable no es. Te ponen el chaleco ese lleno de cables. Nada favorecedor, bastante ortopédico. Mojado, para más inri. Para que pase mejor la corriente, supongo. Ni lo he preguntado. Te enchufan, y empiezas a hacer sentadillas, abdominales y lo que te manden. Veinte minutos intensos. A mí se me hacen eternos. Mucha gente se piensa que te tumbas a leer una revista o a ver la tele mientras el chaleco te pone en forma, como en aquellos anuncios de la teletienda. No, no. Aquí se trabaja. Sufres al intentar levantar la pierna mientras te viene una descarga. Sudas. La fama cuesta.

Al principio me daba miedo. Estaba pendiente de si olía a chamusquina. Me preocupaba soltar una descarga a mis hijos al llegar a casa. Me quitaba el reloj por si las moscas. No quería beber mucha agua, a pesar de que te lo recomiendan. Pero por ahora no me ha pasado nada raro. No noto nada especial. Siempre he tenido el pelo un poco encrespado, eso no se lo puedo achacar a la electroestimulación.

Veinte minutos. Ésa es la ventaja. Por lo demás, no me gusta. Tampoco es barato. Claro, con lo cara que está la electricidad. Eso sí, parece que da resultados. En pocas sesiones, me noto mejor. Más firme.

Supongo que la tecnología irá evolucionando. En unos años, tal vez lo hagan más agradable o aún más corto. Pero a mí me gustaría dejarlo y hacer otra cosa. Algo para disfrutar. Recuerdo que cuando iba  aerobic me lo pasaba bomba con las coreografías. También me encantaría jugar todas las semanas al tenis o a paddel. Pero para esto se necesita tiempo. Y yo de eso no tengo. Así que, por ahora, me fastidio. Y me enchufo.