Aquellos que me conocen personalmente sabrán que trabajo habitualmente con rehabilitaciones de viviendas tradicionales y con intervenciones integrales en construcciones de piedra. Como parte de mi trabajo he visitado diferentes construcciones del noroeste de España y he podido observar las deficiencias y las virturdes de los muros de mampostería y sillería de piedra.
Últimamente los constructores están poniéndose del lado de la seguridad con la utilización de materiales de protección que son revestimientos que se aplican sobre los muros de mampostería para que luzcan, una vez encintados, y para que sean lo más impermeables posible. Algunos de estas protecciones están basadas en látex, aunque las preferibles pueden ser las que cuentan con un endurecedor superficial de cemento, como el producto de TEAIS llamado «fijopi».
Muros vistos o muros revestidos
Es indudable que un muro de piedra tiene un resultado estético atractivo. En el artículo de hoy os ayudaré a distinguir cuáles de estos muros han nacido para ser vistos y cuales para ser revestidos. ¿Donde está el problema? Cuando queremos que los que no han sido construidos con la intención de ser vistos, terminen desnudos y siendo foco de posibles patologías. ¿Cuales? Vamos allá.
Los muros de sillería de piedra, con las caras trabajadas y con juntas controladas (de apenas milímetros y como mucho 1 cm) han sido pensadas para ser vistas. La entrada de agua sobre todo dependerá de la naturaleza de la piedra y de su colocación, y por eso en este caso es razonable colocar los endurecedores o protectores de la piedra, en muchos casos transparentes, mate y permeables al vapor de agua.
Los muros de mampostería con grandes juntas (con menor precisión de las piezas, más manejables y con más trabajo de aparejo por parte del colocador) tienden a ser muy permeables en las juntas. Por ese motivo, habitualmente se recubrían de mortero. Este tipo de construcción era más económica, puesto que se trataba de simplemente construir por gravedad, gruesos muros de piedra, muy utilizados en las casas de tres ejes gallegas. Aquellos muros que se revistieron en su día de mortero, fueron cubiertos por varias razones, una de ellas la estética. Aprovechando el revestimiento de mortero se realizaban protecciones alrededor de las ventanas para impedir la entrada de agua (imitaciones de molduras de piedra realizadas con mortero de cemento). Este tipo de muro estaba realizado bien con arcilla o bien con mortero de cemento y cal en el mejor de los casos.
Recientemente se está perdiendo esta estética , buscando el muro de piedra más tosco, que requiere de algún tipo de protección frente a las posibles entradas de agua que pueden venir, ya sea a través de la superficie (el agua no resbala ni penetra de la misma manera que lo hace en un muro revestido) y sobre todo en los puntos delicados; dinteles, alféizares, jambas, esquinas, encuentros con la cubierta y con el terreno.
A la hora de intervenir sobre este tipo de muros cabe preguntarse por su naturaleza. No han sido pensados ni construidos para abrir grandes huecos ni para mostrar sus interiores. Son como una tarta de un bizcocho que ha sido cocinado de forma regular, o que se nos ha pasado en el horno que tiene una capa de protección que al mismo tiempo lo ennoblece, ¿deberíamos de quitarle esa capa? Personalmente considero que no, que lo propio es mantenerla, conservarla y protegerla.
En el caso de que consideremos que la piedra sirve para estar vista, y queremos recuperar el muro, lo más adecuado es limpiar las juntas entre las piedras, para realizar un rejuntado del muro, preferiblemente con morteros de albañilería, basados en cemento y cal, elásticos, que permitan al muro moverse, a pesar de que lleve décadas construido. Las fisuras y por tanto las posibilidades de que penetre el agua siguen siendo riesgos naturales. Una vez encintado el muro, también es recomendable la aplicación de capas de protección frente a la disgregación, endurecedores que fortalecen la capa supeficial, permitiendonos tener un muro de piedra natural a la vista y que no ensucie lo que tiene alrededor, a la vez que se mejoran sus propiedades frente a la humedad o a la entrada de agua.