Hoy es un día triste para la izquierda española en su conjunto. Ha muerto Enrique Curiel, un valor compartido. Luchador antifranquista, profesor universitario y dirigente político de altura, Curiel todavía era un hombre joven. Le ha abatido un cáncer, una tragedia más en una vida marcada por un cúmulo de desgracias personales casi encadenadas, que sin embargo no lograron romper su compromiso con su pueblo y con su tiempo.
Enrique Curiel, de origen gallego, se inició en política de la mano de Enrique Tierno Galván y su intento de crear un socialismo español fuera del foco del PSOE. Del llamado Partido Socialista del Interior, Curiel pasó al PCE liderado por Santiago Carrillo, convirtiéndose en mano derecha del veterano dirigente comunista. Con el tiempo llegaría a ser vicesecretario general del partido. Sufrió innumerables detenciones y "hábiles interrogatorios" a manos de la policía secreta y de la Guardia Civil franquistas.
En 1976 Enrique Curiel es ya un personaje de relevancia política pública, lo que no le libró de recibir un disparo de la policía del Régimen en el curso de una manifestación convocada con motivo de la detención de Santiago Carrillo, que acababa de regresar clandestinamente a España. Desde el sector del partido llamado eurocomunista, Curiel luchó a brazo partido contra los nostálgicos del estalinismo. Al mismo tiempo intentaba preservar la identidad del proyecto comunista español, cada vez más cuestionado políticamente y falto de apoyo real en unas clases trabajadoras y populares que ya empezaban a volcarse en favor del PSOE renovado dirigido por el entonces joven Felipe González. Curiel terminará por irse del PCE tras los desastres electorales y organizativos de los años ochenta, y recalará en el PSOE a partir de 1990. Diputado, senador y dirigente orgánico socialista, su carrera hacia la cúspide se vio truncada por un coma metabólico, que en 1995 le llevó a las puertas de la muerte dejándole sin habla y con la salud muy afectada. Consiguió recuperarse, en un despliegue de voluntad y energía que dice mucho de la clase de hombre que era. Desapareció luego, sin embargo, de la primera línea política durante años. Finalmente, tras un breve retorno a la política parlamentaria, en los últimos años se dedicó a la actividad docente universitaria. Hoy ha muerto víctima de un cáncer, la última de las batallas que libró este hombre de maneras suaves y educadas, de aspecto simpático y relajado, negociador flexible pero nada blando, y siempre enemigo de involucrarse en broncas y algaradas internas en los partidos en los que militó, lo que le valió el aprecio unánime de unas bases hartas de banderías y capillitas.
Enrique Curiel ha sido un valor sólido de la izquierda española. Pertenecía a la raza de los activistas políticos que trajeron la democracia empujando la Historia hacia la libertad en la calle y en los despachos "para que pudiera ser", como cantaba Labordeta. Aunque solo fuera por eso, su recuerdo merece el respeto y el cariño de quienes más allá de siglas concretas hemos sido sus compañeros y compañeras. Que la tierra te sea leve, compañero.