Durante el XIII Festival IMAGO tuvimos la posibilidad de intercambiar con el director de cine Enrique Pineda Barnet (La bella de la Alhambra, y más reciente Verde Verde) sobre su vida, sus experiencias y su relación con el mundo del audiovisual. Fue un lujo poder contar con su presencia, con sus palabras y extrema dulzura.
Al acercarnos a este cineasta no dejan de sorprender esos saberes acumulados por la práctica de años dedicados al cine y a la realización. Pero siempre existe un punto de partida, y Pineda comenzó mezclando, en la búsqueda de un lenguaje a través del cual comunicar. Indagar sobre sus primeros acercamientos al mundo cinematográfico nos da atisbos para dirigir nuestros pasos hoy, y para, con humildad, explorar nuestros lenguajes.
Yo empecé escribiendo. Mejor, empecé bailando, seguí cantando y después actuando en radio. Llegó el momento en el que ya hacía mi radio experimental. La radio era un tesoro de expresión. Luego surgió la televisión y empecé a mezclar la radio con el teatro y con la televisión, y finalmente hice comerciales. La publicidad es un tesoro, un tesoro formativo tremendo. En la publicidad yo mezclaba cosas también con mi picardía, me tomaba mis licencias. Luego la vida me cambió de profesión y me fui a la Sierra Maestra como maestro. Y allí mezclé cine, teatro, radio, y empecé a reinventarme una manera de vivir, una manera nueva de dar clases, de compartir con mis estudiantes. Y esto también estaba enriqueciendo mi vida artística.
Aunque viene de la generación que filmaba sus películas con celuloide al encuentro de la generación del video y las cámaras digitales, Pineda nos recuerda que para narrar lo importante es buscar, experimentar y beber de todas las artes. Sobre el lienzo, en las cuerdas de un instrumento, en el tabloncillo y el escenario están los soportes de un arte que tiene de todos, que tiende puentes en vez de trazar líneas. Con la suavidad de quien rememora, el cineasta nos regala una anécdota de su juventud, anécdota que lo acerca a esta joven generación que lo escucha:
En el año 57 en Teatro Estudio con Korda, el fotógrafo, hicimos una obra de teatro mía que estábamos utilizando como material de estudio en un experimento de teatro. Dentro de esa obra había una escena que debía ser filmada, era una escena de amor, o sea, una escena filmada para teatro, mezclábamos lo uno con lo otro. Y toda esta experiencia de mezclar imagen con sonido, con plástica, con danza, con música, resulta cada día más interesante. Es un mestizaje: es la no pureza de las expresiones artísticas. Esa mezcla que no tiene fronteras, que se enlaza y se disuelve una con otra, me parece realmente maravillosa.
Pineda Barnet tiende también otro puente, uno que va de lado a lado en el tiempo y que lo une con una juventud que, como él, experimenta, busca y mezcla. En diálogo fraterno nos confesó su admiración por los jóvenes estudiantes, a los cuales reconoce como verdaderos artistas. Junto a ellos vuelve a experimentar con el cine y nunca deja de sorprenderse:
Mis alumnos son lo más importante de mi vida, y no estoy diciendo ninguna fábula: estoy diciendo una realidad. Mi familia son mis estudiantes. El mundo estudiantil siempre es el primero, porque son jóvenes y porque son trabajadores, constructores, artistas de la imagen. Soy feliz intercambiando con ustedes, porque yo también vengo a aprender.