Siempre quise atravesar la barrera del tiempo…, y ser infinito como sólo lo puede ser el amor. He buscado en cada esquina, detrás de cada árbol, tras las cimas de todas las montañas, pero nada, nunca he sido capaz de encontrar esa sensación de vencer al paso del tiempo. Para colmo, mis cómplices han dejado de llevarme a esos lugares donde los bandidos buscan refugio y los amantes encuentran su lecho de pasión. Amar, soñar, viajar…, perder, oler, tejer…, pulir, sentir, redimir…, en una interminable sucesión de palabras e imágenes evocadoras de sensaciones y deseos, pues a pesar de que mis lomos ya están desgastados, todavía quiero atrapar una última caricia. De ahí, que ahora esté feliz, porque ayer de nuevo viniste a buscarme. Primero lo hiciste en el fondo de tu escritorio, pero allí no estaba. Y no fue hasta la noche, cuando te diste cuenta de que me escondía en el revistero, entre noticias apocalípticas y chismorreos innecesarios; un lugar que tú, muy lista, escogiste para cobijarme de los falsos sueños, conocedora como eras, de que allí sólo anidaban los poemas olvidados y las metáforas imposibles, pues ya, nada más que soy, un libro en el dibujaste tus primeros poemas entre descarnados anhelos de juventud.Microrrelato de Ángel Silvelo Gabriel