Entrevista a Eduardo Arroyo

Por Alejandra De Argos @ArgosDe

   

Entre susurros empieza una conversación con Eduardo Arroyo (Madrid, 1937). El artista se  recupera de una operación que le ha dejado con una voz tenúe que suple con una mirada si cabe aún más magnética y con una energía que desborda sabiduría e ingenio. Ha empezado a pintar y a dibujar con más ilusión que nunca y en enero presentará su libro Bambalinas, una reflexión sobre mascaras y antifaces. 

Creo recordar que me dijo que en enero publicaba un libro llamado Bambalinas.

Sí, sale en enero en Galaxia Gutenberg.

¿Entonces comenzamos hablando de literatura?

Me parece perfecto.

Una curiosidad. ¿Qué tiene que ver Unamuno con los chorizos de Salamanca?

Es una buena pregunta. En realidad, es muy literario. Porque tú sabes que la literatura, sobre todo la literatura castellana, está llena de chorizos y de morcillas de Burgos. Yo creo que te refieres a un cuadro mío, que me gustó mucho. Es un regalo que tuve al pasar con el tren, porque me encontré con una especie de barracón de piensos e hice un cuadro: “Piensos Unamuno”. Posee una cosa que me encantaba, que gracias a cómo está la composición de los chorizos, puedes escribir con ellos. Yo creo que ahí está todo. Hombre todo, una parte sí que es de la literatura española.

¿Y lo que pinta es lo que no puede escribir y al contrario?

Bueno, creo francamente que hay cosas que no se pueden escribir y que hay que pintarlas. Y hay cosas que hay que inventar, hay que pintarlas, porque no las puedes escribir. Creo que cada cosa tiene su medida, o su lenguaje. Me he dado cuenta muchas veces que quería hacer un cuadro sobre una cosa que era absolutamente imposible, pero luego inmediatamente sabía que podía escribirlo. Y viceversa. Los cuadros tienen que tener la coletilla literaria para que salgan adelante, aunque se trate solamente de pintura.

¿Qué piensa del arte actual,  dejando a parte el discurso arte-mercado?

Bueno, tú sabes que yo soy un viejo cascarrabias, una especie de fustigador –incluso cuando era joven– de eso mal llamado “vanguardias”. Sí, es una manera de definir efectivamente una actividad artística casi siempre protagonizada por artistas de fuste interesantes, que vienen casi todos de unas zonas que a mí siempre me han interesado mucho, que los he rozado un poco, que es el surrealismo y el dadá.

Entonces, para retomar tu pregunta. Vamos a ver. Si lo que tú quieres en la vida es ser el primero en haber inventado una gilipollez, y entrar dentro de la querella de las fechas, esto es una cosa patética. A mí me da igual cuánto has tardado en hacer el cuadro. O sí has sido tú el primero o el segundo. Aparte, como tú sabes bien –y esto es una cosa que siempre te reconforta–, no se ha inventado nunca nada, todo está inventado.

Sigue habiendo un mundo interesante que todavía no sé el tiempo que resistirá, que es el mundo de la historia del arte. Yo ahora, después del debate político utilizo mucho la palabra de Rajoy “deleznable”. A mí me gusta mucho. La había olvidado. Antes decía “botarate”. Ahora digo “deleznable”, que es más fuerte. Eso es lo que pienso del arte actual: no es arte ni es nada. No hay nada. ¿Sabes lo que quiere decir nada? Nada; cero a la izquierda. Hombre, naturalmente, hay algunos artistas, por fortuna, que yo estimo, aunque no los conozca personalmente. Afortunadamente hay gente interesante. De lo contrario esto sería una catástrofe total.

  

Gilles Aillaud, Eduardo Arroyo, Antonio Recalcadi, "Vivre et laisser mourir" ou "La fin tragique de Marcel Duchamp", 1965.

El otro día en el Reina Sofía vi sus cuadros del Asesinato de Duchamp. ¿Por qué del grupo de artista el que le arroja por las escaleras y le pega es usted?

Yo creo, teóricamente, porque soy de Madrid...

¡Ah, es por eso! 

Sí, le pego una bofetada. Lo que me ha convertido en un hito de la historia del arte del siglo XX. Está en todas las enciclopedias. Han tardado en meterlo y en tomarlo en consideración 50 años. Ahora está en todos los sitios. Lo que daría la gente por tenerlo. Es como la dacha. La gente se ha vuelta loca completamente con la dacha.

  

«La dacha», obra pintada por Gilles Aillaud, Eduardo Arroyo, Francis Biras, Lucio Fanti, Fabio y Nicky Rieti - ABC

¿Es ese el futuro de los intelectuales, acabar en una dacha?

Bueno yo creo que están todos en una dacha. Es que no han salido. Se metieron ahí y no han salido. Tú fíjate en la cantidad de proto- y pre- marxistas. Y post. En España se da mucho, filósofos de ese tipo. Gente deforme, filósofos marxistas, gente extraña que de vez en cuando sale en la televisión. Bien, da igual.

Retomando tu pregunta de Duchamp, el gran responsable de todo lo que hemos denunciado anteriormente es él. O sea, firmar sin trabajar. Esto es un eslogan absolutamente deleznable. Aquí hay que trabajar, amigo mío. De la mañana a la noche. Entonces, este pobre desgraciado, pues no lo asesinaría, porque ya lo he hecho. Yo naturalmente no le guardo ningún rencor, él sí a mí ya que en sus memorias, éste fulano que se pasó toda la vida tratando de que hablaran de él sin hacer nada, nada más que jugando al ajedrez, y perdiendo partida tras partida. Entonces, éste en las conversaciones con Pierre Cabanne le pregunta, por ejemplo: “¿qué piensa usted de estos jóvenes pintores que le han asesinado?”. Y él responde: “Bueno, no tiene ninguna importancia, sólo es para que hablen de ellos”. Pero, perdona, si eso es lo que has hecho tú toda tu vida. ¡Estás loco!  Mira, cuando a Duchamp lo trajeron a ver los cuadros –porque el tipo que organizaba la exposición estaba tan atemorizado de lo que podía ocurrir, que fue a buscarle y lo llevó ahí –, por poco a Duchamp le da un patatús y se muere de verdad.


¡Eso sí que hubiera sido la guinda de su obra!...

Volviendo a Bambalinas ¿Qué quiere ocultar? ¿O qué cree que ocultan los demás?

Hombre, ocultar yo creo que es algo generalizado. Hay zonas secretas; luego tenemos zonas de las que nos avergonzamos, o de las que nos hemos ido poco a poco avergonzando. Yo me avergüenzo de muchas cosas que he hecho en la vida.

He escrito este texto sobre el antifaz y la máscara porque siempre he estado fascinado por los disfraces. Eso me gustó siempre muchísimo. Me gustó mucho travestirme. Me ha gustado mucho organizar en Francia –cuando éramos muy jóvenes– bailes de disfraces. Y luego he estado apasionado siempre por personajes dudosos, que se escondían detrás de algo. Siempre ahí había un poco la idea de lo que el cuadro oculta, qué es lo que hay detrás. Cosas fantásticas, extraordinarias. Esa gente que se vestía de esmoquin para matar, y se ponen un antifaz. El disfraz antes era festivo. Resulta que la máscara ahora no es festiva. Todo el mundo está enmascarado. Es todo una pura máscara, es todo una pura ficción, una pura mentira.

Entonces este libro empecé a escribirlo hace cuatro años cuando se cruzó el encargo de que  escribiera mi guía del Prado. Y abandoné todo interés por Bambalinas, que quedó aparcado, y me metí de lleno en Al pie del cañón, que es una guía del Prado a mi manera. Cuando eso se terminó se han cruzado muchas cosas. He tenido que escribir bastante sobre el boxeo, un libro que espero que va a salir ahora. También he escrito unos comentarios bastante extensos sobre unos cincuenta dibujos inéditos de Antonio Saura sobre Franco. Con prólogo de Bartolomé Benassar. Y luego yo escribo sobre los dibujos de Antonio Saura. Esto es verdaderamente una primicia, porque no he hablado nunca de ello.

  

Eduardo Arroyo, 'Caballero español', 1970. Ól.162 x 130 cm. MºN.A.M. Centre Georges Pompidou, París.

La gente se enmascara por miedo...  ¿Le ha compensado ser tan valiente y apasionado como ha sido en su vida?

Yo creo que lo de valiente es otra cosa, ¿Sabes quién es valiente? Fernando Savater. Es valiente, porque da clases en pleno periodo de ETA en el País Vasco. Ése es valiente. Esa es una de las personas más valientes que he conocido. Yo no. Digo cosas que aparte no le interesan a nadie, no tienen ninguna valentía. Lo que pasa es que lo que hago me da satisfacción –eso tengo que reconocerlo–, porque soy un personaje bastante combativo, he sido muy combatiente en los bares. Ahora ya no. 

¿Hay algo o alguien que ahora le incite a esa confrontación, a ese combate?

Mira, yo ya soy un pintor clásico en realidad, un viejo pintor, un viejo artista, un viejo escritor, un viejo todo. Tengo 78 años. Lo que yo quiero hacer es escribir, pintar sobre todo, pero también escribir, y quiero trabajar, trabajar mucho. 

Siempre tiene que haber un correctivo a tu vehemencia. Yo creo que tienes que criticar y violentar, de la misma manera que tienes que amar. Yo me considero un admirador de muchas cosas y de mucha gente, afortunadamente. Hay cosas excepcionales, hay libros extraordinarios, hay gente fantástica.

Al final ha sido Una pasión en el desierto...

Sí, sí. Hombre, yo creo que lo sigo siendo, espero no haber perdido esa pasión.

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