Hablar de Eva es hablar de una profesional comprometida y leal. Partidaria del trabajo bien hecho, la definen cualidades como la discreción, el esfuerzo, la perseverancia y la autoexigencia. Eva forma parte del CIRH desde 2001 y ha podido presenciar el crecimiento de nuestro equipo y la espectacular evolución de la medicina reproductiva.
Aquí os dejo la entrevista!:
H.P.: Eres licenciada en Derecho, aunque nunca has ejercido como abogada. Explícanos como fueron tus inicios en la clínica y como el CIRH te fue llevando por un camino distinto al que tenías marcado.
E.B.: Recién licenciada en Derecho, necesitaba incorporarme urgentemente al mundo laboral, surgió la oportunidad de empezar a trabajar aquí y la aproveché. Pero lo que inicialmente contemplé como un trabajo temporal acabó siendo un periplo y aquí sigo todavía.
H.P.: Aunque actualmente trabajas en el Departamento de Facturación, a lo largo de estos casi 15 años, has desempeñado múltiples funciones. Durante mucho tiempo estuviste en el Departamento de Atención al Paciente. ¿Cómo crees que afecta la infertilidad a nivel emocional? ¿Qué observaciones tienes de nuestros pacientes?, ¿Qué preocupaciones e inquietudes solían transmitirte?
E.B.: El primer trabajo que realicé en el CIRH era metódico y aburrido pero llegó el primer periodo estival y me quedé como responsable de la consulta y fue en esa época cuando me empezó a gustar de verdad el trabajo, empecé a tomar decisiones y mis jefes se dieron cuenta de que podían darme más responsabilidad y autonomía.
En Atención al Paciente estuve muchos años y la verdad es que ha habido una evolución muy importante del perfil de paciente. Hace 15 años las parejas estaban más unidas y observaba que iban más a una en el proyecto reproductivo. Los pacientes eran más cercanos, explicándote sus inquietudes y alegrías. También había muchas parejas que venían de situaciones familiares complicadas (por ejemplo, la muerte de un hijo), venían con cargas emocionales muy fuertes y cuando iba todo bien te hacían partícipe de la victoria. En estos años la evolución de la sociedad también ha marcado el perfil de las parejas y por tanto de nuestros pacientes. Yo diría que en estos momentos muchas parejas llevan al extremo su “programación laboral” y como consecuencia su “programación reproductiva”. Es otro tipo de deseo. Y a veces observo más el deseo de un miembro de la pareja, que de los dos. En cuanto a la concepción del paciente ahora, creo que ya no comparte tanto contigo sus emociones y alegrías. Es todo más impersonal porque van “cronometrados” y sin tiempo, esto hace que muchas veces les tengamos que atender dedicándoles menos tiempo del que desearíamos (aunque no siempre ni todos van con prisa y, si nos “dejan”, siempre intentamos dedicarles todo nuestro tiempo y atención). Debido a la crisis económica los pacientes no siempre pueden ausentarse en su vorágine laboral ni explicar los tratamientos que están realizando a sus jefes. A veces, vienen muy angustiados por esto y también por la carga económica que suponen los tratamientos.
H.P.: Desgraciadamente, no todos los pacientes se van de la clínica con su deseo cumplido. ¿Cuáles crees que son las principales causas de abandono de los tratamientos de RA?
E.B.: Yo creo que, desgraciadamente, la causa principal es la económica. Además, nos han quitado las ayudas que teníamos de la Seguridad Social y esto ha hecho que los pacientes tengan que costear todo la medicación que es carísima. Así como todas las nuevas pruebas genéticas diagnósticas. Otra causa muy importante es la psicológica. El paciente anímicamente a veces necesita “parar” porque llega un momento en que todo gira en torno al mismo proyecto, se desgastan y pierden la alegría, la ilusión por el proyecto. También he notado que años atrás, la mayoría de las parejas que abandonaban los tratamientos de RA, buscaban el camino de la adopción. En cambio ahora, mucho menos. Seguramente por la edad avanzada de muchas parejas y también por lo difícil que es en estos momentos la adopción internacional.
H.P.: ¿Qué te gusta más de tu trabajo y por qué? ¿Qué es lo más importante que has aprendido en el CIRH?
E.B.: Ahora ya no estoy tanto cara al paciente, cosa que me encantaba. Estoy realizando un trabajo más interno. Echo de menos el día a día con los pacientes. Pero la ventaja es que puedo planificar mejor mi trabajo diario y tener más autonomía. Y, por supuesto, es muy satisfactorio pensar que, aunque ya no trabajo cara el público (hablo más con ellos a nivel telefónico o por correo electrónico para aspectos más específicos o prácticos), todo lo que hago, en última instancia, es para que nuestros pacientes cumplan su deseo de ser padres. A veces, viene algún paciente a la clínica y cuando me “pone cara” me hace ilusión poder darle dos besos. Por otro lado, también me gusta que los directivos del centro cuenten conmigo en el proyecto de futuro. Eso a nivel personal es gratificante.
Lo más importante que he aprendido en el CIRH es que la ilusión y la perseverancia hacen que consigas recoger tus frutos. En el CIRH la política de “tirar la toalla” no existe, el 2+2 son 4 no existe. Me quedo con el sentido de la lucha.
H.P.: Explícanos la anécdota más curiosa que te haya sucedido trabajando…
E.B.: Tengo una colección de anécdotas graciosas. Por mi carácter personal, siempre me he involucrado mucho en el trabajo y esto me ha dado pie a que me ocurran cosas muy divertidas. Te voy a explicar una: Era un viernes por la mañana. Teníamos aquel día muchísimo trabajo. Yo cuando atiendo al paciente, para mí él es una persona con nombre y apellidos y le dedico el tiempo que sea necesario sin estar pendiente de ningún otro tipo de connotación. Aquel día estaba atendiendo a unos pacientes, había mucha cola de espera y se me acercó un señor saltándose toda la cola. Se puso a mi lado y me dejó encima del mostrador una muestra de semen en un bote de recogida. Entonces, le dije “un momento por favor, recoja usted su muestra y cuando le llegue su turno le atenderé”. A lo que él respondió: “Tengo prisa”. Y yo le contesté: “Entiendo que pueda tener prisa pero los pacientes que estoy atendiendo también”. Él volvió a contestarme “Soy taxista”. Le respondí: “Yo secretaria. Por favor, guarde su turno”: Cuando llegó el momento de atenderle a él, éste me entregó nuevamente la muestra y, siguiendo el protocolo de seguridad, le pedí el DNI para acreditarse. Él dijo que lo tenía en el coche y yo le comenté que no podía recoger la muestra si no se identificaba con el DNI. El señor fue al coche y volvió con el DNI. Empecé lo más rápido posible a rellenar su ficha y cuando le pregunté para qué era la entrega de la muestra (si para un seminograma, para un tratamiento FIV…en aquella época no siempre se programaban las recogidas de muestra), él me respondió “Y yo que sé. Yo sólo soy el taxista que traigo la muestra”. Me quedé petrificada y obviamente no acepté la muestra, le pedí disculpas por el tiempo perdido y le dije que es el propio paciente o su pareja con previa autorización quién debe entregar la muestra. Algo parecido sucedió, aunque no fue tan cómico, una vez que vino el cuñado de un paciente famoso. Afortunadamente, seguimos siendo igual de estrictos en la seguridad, manipulación e identificación de todas las muestras biológicas, pero ya hace muchos años que no nos pasan estas cosas. Todo está más protocolizado (antes se informaba a los pacientes en la visita médica de que tenían que ser ellos o su pareja con autorización firmada quienes entregaran la muestra y ahora, además de esto, se les da por escrito esta información) y el sistema de recogida de muestras ha cambiado mucho (los pacientes disponen de una sala en la que pueden recoger su muestra en la más absoluta intimidad, no tienen que hacer cola para entregarla y la entregan directamente al laboratorio, etc.).
H.P.: ¿Qué crees que nos depara el futuro de la RA?
E.B.: Por mucho que lo imagine, no puedo saber dónde vamos a llegar en un mundo todavía por descubrir, que evoluciona a pasos agigantados. Pienso que debería ir hacia la erradicación de ciertas enfermedades hereditarias. La RA no debe verse como una “selección”. Debemos verla como una posibilidad de que nuestros hijos no sufran determinadas enfermedades.