Tiene un currículum inmaculado y el secreto del éxito en la manga. Pablo Alborán (Málaga, 1989) ha sido el artista más vendedor en los últimos años a golpe de canción sentimental, y en lugar de endiosarse y vivir en Miami o vaya usted a saber, Alborán solo le pide a la vida un poco más de tiempo. Vayan a verle a Barcelona (8 y 9 de junio), Sevilla (16), La Coruña (22), Madrid (29 y 30), Valencia (4 y 5 de julio), Las Palmas (20), Tenerife (21), Torrelavega (23) y Gijón (27).
–En la anterior gira colapsó.–Haber parado después de aquello me ha ayudado mucho. Ahora, cuando me vuelvo a estresar pienso en aquel parón y es una especie de protección, que me digo a mí mismo: «tío, no puedes volver a parar cada cinco minutos...» (risas). Me tomo las cosas con más calma. Busco mi lugar para disfrutar yo, y también por el equipo.
–Ya se sabe lo que les puede pasar a las estrellas. Mire a Avicii.–No he visto el documental sobre su vida del que todo el mundo habla. Creo que su propia gente le empujaba cuando quería parar. Yo no tuve ningún miedo a frenar en absoluto. Sabía que si no lo hacía no habría disco ni gira siguiente. Nunca me pusieron problemas y he tenido suerte con eso. Pero te creas el miedo de pensar que no te van a seguir apoyando o se olvidarán de ti.
–¿Sintió eso?–Un poco, pero tenía que parar porque estaba desbordado. Me habían sucedido muchas cosas y me negaba a volver a escribir en aviones o trenes. Pero sobre todo necesitaba volver a mi casa.
–¿Se puede dar por sentado al público?–Jamás. Cuando paré, pensaba solo en mí. Ni en mi compañía ni en mi público ni nada. Por salud. Esta profesión me mantiene vivo y todo el mundo lo entendió. Eso sí, una semana antes de de salir el disco, ahí sí que tuve miedo. ¿Les gustará lo que hago? ¿estarán ahí? ¿me reconocerán?
–¿Qué hace para no endiosarse?–Pues nada. Las cosas que me hacen feliz no cuestan dinero y como eso no ha cambiado... En mi casa no me dejan endiosarme y, de esa manera, no corro ese riesgo.
–Es el artista más vendido en España entre 2011 y 2014. En 2013, tres de sus discos estaban entre los cinco primeros. En 2017, lideró las ventas pese a publicar el disco en noviembre... Estará forrado. Irá a sitios finos. –(Risas) Es que... no, para nada. Me gusta vivir y viajar y que los míos estén bien y cuanto mejor estén, mejor estoy yo. Pero no por cantidad sino por calidad. En mi casa siguen vigentes los mismos valores que antes de ser artista. Yo soy muy familiar y ellos no me aceptarían de otra manera. También tengo esa relación con mi manager, aunque a veces somos muy crudos, nos enfrentamos juntos a una industria que es de risa.
–¿A qué se refiere?–A cómo se pintan las cosas desde fuera. Hay veces que es real, como lo de Avicii y los tiburones y la competición. Pero otras, hay algunos que se crean una imagen mejor de lo que son. Eso me da mucha risa. Yo me he hecho amigo de mis compañeros mientras estuve parado: estreché relación con Pablo López, Alejandro Sanz, que era mi ídolo, como Miguel Bosé. Eso ha sido un privilegio.
–¿Nunca compiten?–Para nada. Puede que algunos quieran crear una rivalidad donde no la hay, pero la realidad es que el otro día Alejandro me llamó para preguntarme y compartió en sus redes las fechas de mis conciertos.
–¿Qué cree que le gusta a la gente de usted... tanto?–Pues la verdad es que no tengo ni idea y espero no saberlo nunca. Entonces me obsesionaría con fomentarlo y me volvería loco.
–No se enfade, pero hoy en día, un chico con una guitarra parece como poco espectacular...–(Risas) Totalmente, por eso, la gente que espera verme así, se va a encontrar mucho más. He intentado dar un paso en los parámetros del espectáculo, pero de manera natural. Hoy en día, fíjate en Rosalía. Tiene una sencillez y una complejidad a la vez increíbles. Y así me gustaría ser.
–¿Se conocen?–Tenemos muy buena relación. Me pasó una cosa con ella graciosísima: yo le mandé un mensaje y le canté un trocito de algo, una cosa que se me ocurrió. Y como ella es tan dulce y maravillosa quiso compartirlo con todo el mundo, pero resulta que hizo una captura de la pantalla y no borró mi número de teléfono. Al cabo de cinco minutos tenía miles de mensajes y llamadas. Tuve que cambiar de número.
–En compensación va a tener que cantar en el Sant Jordi...–(Risas) Exactamente. Le dije que no pasaba nada, pero que me tenía que acompañar. Fuera de bromas, ella busca en los clásicos, investiga.
–¿Se ve haciendo algo moderno?–Yo me veo haciendo de todo. No me voy a conformar nunca. Por eso me cautiva esa niña.
Fuente: La Razón.