Con la sanidad pasa como con los reyes magos, no nos hemos enterado de nada. Seguimos pensando que la fiesta de la epifanía se resuelve con unos magos de oriente presentes en todos los belenes del país ofreciendo sus caros regalos a un recién nacido que llegará a mesías.
En el belén sanitario es verdad que hay mucho rey y mucho mago, carísimos presentes y todavía más caros futuros en deuda del estado. Lo que parece que no queda es magia, tampoco ningún mesías fiable más allá del coro de expertos y agoreros que mucho hablan y poco resuelven.
La epifanía del sistema sanitario que contemplamos es una huída hacia adelante. "Más madera"... al modo del tren de aquella escena de los hermanos Marx en la que ceban la máquina de vapor con la propia madera del vehículo. Más consultas, más operaciones, más fármacos, más tratamientos en menos tiempo, con menos demora, más barato si es posible.
El sistema sanitario no puede remedar la epidemia de soledad que nos invade. Tampoco la de falta de sentido, ni la de prisa inclemente, ni sofocar el ruído de fondo que nos asola, ni la idiocia que parece campar por todas partes.
Los pastorcillos que vemos como cada vez queda menos nacimiento y como éste se fragmenta en cada vez más porciones no sabemos dónde ir. Seguimos pasando consulta a la defensiva, temerosos de que nos vuelvan a quitar otra oveja, alguna tabla del pesebre o un trocito de estrella. Desde el palacio de Herodes se oyen fuertes discusiones y quejas. Parece que están volviendo a reorganizar la cosa. Podemos estar seguros de que se armará el belén, pero de epifanía nada de nada.