Le preguntaron al Maestro:
¿Cómo tiene siempre el semblante risueño, teniendo tantos problemas?
Él respondió:
Mi secreto es este:
Yo me consagro únicamente al presente, y a hacer en el día de hoy, el mayor bien posible a los demás.
Lo pasado lo dejo a la bondad de Dios, para que lo perdone.
Lo futuro lo confío al inmenso poder de Nuestro Señor, para que lo resuelva.