La pandemia COVID19 seguramente te ha puesto de mal humor, pero a veces puede que se trate de algo más.
Al principio de la cuarentena y por un tiempo, digamos unos 20 o 30 días, tu vida continuó bastante bien. Tenías un teletrabajo que por lo menos te permitía mantener tus ingresos -aunque sea en forma parcial- y te sentías casi feliz por tener más tiempo para aprovechar con la familia y por re conectar virtualmente con amigos que hacía tiempo no contactabas.
Sin embargo, las últimas semanas, después de 50 días, han sido mucho más difíciles. Has estado encerrado, tus fronteras no han pasado de unas pocas calles o tu barrio, en el mejor de los casos y el futuro parece ya una densa bruma sin fin. Los días se mezclan.
¿Para qué levantarte? Igualmente puedes trabajar desde la cama, sobre todo si duermes mal y te sientes cansado casi todo el día. ¿Por qué reafirmar conexiones si puedes simplemente mirar memes y videos? Y tus hijos o tu pareja, ¿No pueden cuidarse por sí mismos?, ¿Para qué vestirte?
En tiempos “normales” estos sería indicadores de una depresión en ciernes…..pero estos no son tiempos normales, más bien estamos en una situación que podemos definir como el caldo de cultivo ideal para alimentar síntomas depresivos. Tristeza, ansiedad, irritabilidad, insomnio, comer poco o en abundancia, problemas de concentración, son señales que no es raro encontrar en la mayoría de las personas en estos momentos.
Algunos seguimos encerrados, a veces solos y otras en condiciones materiales muy estresantes. En otros casos, según la latitud, ya podemos circular en la #nuevanormalidad, que nos resulta rara porque es una especie de “libertad condicional” y nos exige esfuerzos.
Cientos de miles de personas han perdido su sustento y muchos además están en duelo por sus mayores fallecidos. Todos los recursos y planes de tiempo libre y diversión : gym, vacaciones, ir al club, a la iglesia, o el “after hour” con amigos, las clases de yoga, teatro o idiomas, hacer trekking con tu grupo o asistir a ese curso de cocina, todo eso que parecía tan obvio ahora es inalcanzable. Miras tu Instagram o tus fotos, si no eres adicto a las #redes, y no puedes creer lo feliz que eras sin saberlo. No has decidido tú encerrarte y no controlas casi nada, y de golpe tienes que inventarte tus rutinas y a veces no tienes ganas.
Hay ya evidencia de un aumento generalizado del número de personas afectadas por algún grado de depresión tanto entre los que siguen en cuarentena, como entre los que ya la han flexibilizado.
Sólo en USA desde mediados de Febrero a mediados de Marzo 2020, el número de prescripciones de antidepresivos subió un 18.6%. Una encuesta de la Universidad de Michigan sobre 460 casos, realizada en Abril pasado encontró que el 33.6% de las personas encuestadas reportaban síntomas de depresión mayor, incluyendo fatiga, sentimientos de desesperanza e insomnio. Aún así, como profesionales de la salud mental, preferimos no etiquetar como “depresión” en el sentido habitual lo que las personas cuentan sobre su estado de ánimo. En todo caso hablamos de una depresión “reactiva”, relacionada directamente con el contexto de pérdida y que solo hará un episodio agudo, si la personalidad de base es ya depresiva o si ha habido crisis depresivas en otros momentos de la vida.
Es muy difícil mantener funcionando todos nuestros sistemas cognitivos y emocionales si permanentemente estamos a modo “ataque y fuga”. Realmente es muy cansador. Si tienes problemas para concentrarte o salir de la cama no es anormal, es una respuesta evolutiva esperada frente a una amenaza y como tal es esperable.
Y eso vale en todo los casos, porque es muy probable que el volver a circular libremente, también traiga su carga de dificultad y quizás seguir quedándose en casa sea la mejor opción.
Craig Sawchuck, psicólogo de la Clínica Mayo, en Rochester (Minnesotta) señala: “Un concepto que encaja en la actual situación es el de “realismo depresivo”“. Significa que no estamos sobreactuando ni exagerando. Una inusual suma de circunstancias pide que reaccionemos de forma inusual. Tenemos que aceptar que es realmente una situación difícil y en algunos casos trágica”. El realismo depresivo no es negativo en tanto fomenta el pensamiento crítico, reduce los prejuicios y nos hace estar alertas. Habilidades todas imprescindibles en escenarios de cambio.Tomar decisiones, sostenerse en contextos de crisis, es hacerse cargo que somos humanos sociales y necesitamos ponerle palabras a nuestro malestar. Cuidar nuestra salud mental y emocional es tan importante como cuidar nuestra salud física.
Lamentablemente, los discursos políticos en algunos países han declamado el #tecuidamos y el #quedateencasa sin valorar realmente, más allá de algunas medidas declamatorias, el impacto que en la salud mental tienen las cuarentenas y la información sesgada. Una población tendrá más motivación para el cuidado personal y el cumplimiento de consignas preventivas si encuentra sentido a sus acciones y se respeta su responsabilidad individual.
El miedo y la culpa se han transformado en armas arrojadizas contra las personas que sienten que no pueden ni deben “sentirse mal”, angustiarse, visualizar su realidad territorial como claustrofóbica y que deben “creer” en las informaciones mediáticas y no cuestionar ni cuestionarse.
Recuperar la auto observación para escapar al letargo, el aislamiento emocional y la irritabilidad que pueden estar encubriendo el inicio de un cuadro depresivo cuando superan algunos límites es imprescindible y encender las alarmas del autocuidado es quererse y avanzar hacia respuestas resilientes .
La resiliencia es esa capacidad humana de resetearse después de eventos traumáticos, no para volver al mismo lugar “pre estrés” sino para generar un mejor lugar en las nuevas condiciones.
Es nuestra trayectoria natural y la única posible, es un proceso y como total tiene etapas. Tener conciencia de situación y saber pedir ayuda a tiempo es siempre el primer paso.
“Amurallar el propio sufrimiento, es arriesgarte a que te devore desde el interior.” Frida Kahlo