Las micorrizas son hongos que forman una asociación simbiótica con las raíces de las plantas. Entre ellas, las denominadas micorrizas arbusculares, son las mayoritarias. Como tal tipo de asociación, ambos miembros obtienen beneficios; la planta mejora su nutrición, al aportarle el hongo nutrientes minerales (principalmente fósforo y nitrógeno) y agua y el hongo consigue compuestos carbonatados suministrados por la planta. Pero esto es sólo una visión simplista.
Esta unión es muy antigua, tanto como las plantas terrestres. Las evidencias fósiles y los estudios moleculares demuestran que las primeras briofitas (plantas terrestres sin tejidos vasculares, ni verdaderas raíces) , que aparecieron a principios del Devónico, hace 400 millones de años, poseían asociaciones semejantes a las micorrizas arbusculares. Las primeras plantas con raíces se sitúan en el Devónico medio, hace 385 millones de años, y en ellas también existen evidencias de la simbiosis. Una posible hipótesis es que las raíces evolucionaron gradualmente desde rizomas, para proveer a las micorrizas un hábitat más favorable.
Además, toda planta micorrizada puede responder ante un estrés ambiental biótico o abiótico de una manera más rápida y eficiente, es el fenómeno denominado priming. Este estado fisiológico de la planta, puede ser inducido por un ataque de patógenos necróticos, por tratamientos con productos naturales o sintéticos y por la asociación de las raíces con organismos beneficiosos, como es este el caso. La planta consigue de esta forma, sin un elevado coste energético, potenciar sus respuestas defensivas.
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