Vivimos en un mundo con altos niveles de violencia. Los medios de comunicación nos ilustran, cada día más (en los últimos años se han incrementado notablemente las informaciones relacionadas con sucesos), de peleas, guerras, asesinatos, actos de terrorismo, accidentes o violencias varias que acaecen en el mundo todos los días.
Luego, el cine, las series de televisión o los videojuegos nos sobrecargan con palizas, disparos a mansalva, suicidios o persecuciones temerarias. Nosotros mismos, no tenemos más que coger el coche, o irnos a la oficina, al fútbol o a una discoteca para ver cómo nos las gastamos.
Después nos dedicamos a identificar qué perfiles humanos son los más proclives a practicar la violencia, y aquí generalizamos, y cómo no podía ser de otra manera, nos equivocamos.
Y así, por ejemplo, vemos los botellones, las nuevas drogas de diseño y las consecuencias violentas que de madrugada tiene su consumo o las pandillas juveniles (que las ha habido siempre) y condenamos sin excepciones a la juventud; o vemos en los medios de comunicación como cada dos por tres, personas con esquizofrenia o cualquier trastorno mental cometen algún acto violento y concluimos que todos los que tienen estas discapacidades son capaces de cualquier barbaridad.
Y es mentira, ni todos los jóvenes se pelean permanentemente, ni todas las personas con problemas de salud mental son violentas y salen a la calle a agredir al primero que pasa. Tendemos, en muchos casos, a simplificar la realidad y nos equivocamos, y en el caso de la enfermedad mental ignoramos casi todo de ella, y permitimos que la cultura y los miedos ancestrales predominen.
No somos capaces de identificar un trastorno bipolar, una anorexia, una depresión crónica, un trastorno del sueño, adaptativo, sexual o de la personalidad con una enfermedad mental, y lo son, más o menos graves, pero lo son.
“Perturbado”, “psicópata” o “demente” (¡qué querrán describir con estas palabras!) son términos, sobre todo utilizados en los medios de comunicación para describir a individuos que protagonizan actos violentos o irracionales, y que favorece la idea de que detrás de cualquier hecho de estas características hay un enfermo mental.
Y todo esto da como resultado el estigma que afecta a este grupo social, y que les impide tener los mismos derechos y hacer la misma vida que hacen el resto de los ciudadanos.
Según un estudio de un grupo de expertos, presentado en 2006, que quedó plasmado en el libro “Neurobiología de la agresividad humana”, sólo el 10 por ciento de los actos de violencia criminal registrados está asociado a un trastorno mental diagnosticado. Y Sólo el 5% de los esquizofrénicos tratados tiene conductas violentas.
En este mismo informe se habla del incremento de la violencia debido a factores sociales y ambientales, como el incremento de familias desestructuradas, la contaminación atmosférica y acústica, la mayor frustración de la población, la masificación humana y el progreso tecnológico.
Estos últimos factores, sin embargo, llegan bastante menos a los ciudadanos o son menos valorados como causas de la violencia que se genera en nuestra sociedad.
Otro trabajo realizado entre 2001 y 2005 por el grupo de expertos en Violencia Doméstica y de Género del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) sobre 147 sentencias, con el fin de tener una radiografía de los asesinatos y homicidios cometidos dentro de la pareja, una vez juzgados y sentenciados, dio como resultado que sólo en un 5,4 por ciento de los casos se consideró como atenuante los problemas mentales, y como eximente, en su versión completa o incompleta, se tuvo en cuenta en un 2 por ciento y en un 6,8 por ciento de las sentencias respectivamente.
Estos estudios parecían necesitarse para anular el binomio establecido entre violencia y enfermedad mental. Para demostrar que la agresividad, los malos tratos y las puñaladas tienen muchas causas. Pero esto habría que complementarlo con una cierta pedagogía para explicar a la gente que en los casos más graves de enfermedad mental (esquizofrenia o trastorno bipolar), no existe peligro si el afectado está medicado y controlado por profesionales, y que cuando ejerce violencia a causa de un brote por no estar tratado adecuadamente, lo suele hacer contra sí mismo en forma de suicidio o contra sus allegados más cercanos.
Está claro que todos: políticos, periodistas, administraciones públicas o profesionales de la salud, entre otros, tenemos un importante trabajo que hacer para ayudar a estas personas con discapacidad y a sus familias a acabar con el estigma que tantos perjuicios les está ocasionando.
Fuente: José Luis Fernández Iglesias (Periodista)
Y Para finalizar, os dejo con el 2º vídeo de la trilogía de Dorian, "Paraísos artificiales" , ya os presenté la 1ª parte: “La tormenta de arena” .
La serie está integrada por una 3ª entrega, y última: "La mañana herida", una historia que se ha ido desvelando con el estreno de cada videoclip.