¡Es un Chillida! ¡Y hay otro en París!
Hace unos años, caminando por el paseo marítimo de San Sebastián junto con un matrimonio amigo, tropezamos con una gigantesca estructura de metal oxidado, sobre cuya función arriesgué dos interpretaciones: podía tratarse de una defensa costera de la segunda guerra mundial o de una herramienta concebida para sujetar barcos de gran calado.
La broma no cayó nada bien.
Entre escandalizado y agraviado, mi amigo me explicó que la cosa en cuestión era “un Chillida”, es decir, una obra de arte creada por Eduardo Chillida, y que había otra obra similar nada menos que en París. El tono perentorio y reverente que empleó para repetir varias veces “es un Chillida”, no dejaba lugar a dudas: si el gran Chillida era un artista mundialmente consagrado, esbozar la menor crítica adversa sobre su obra hubiera sido para mi amigo una total insensatez, de modo que moví la cabeza de arriba hacia abajo y me abstuve de contradecirlo.
La anécdota saca a la luz el singular peso de las palabras “arte” y “artista”, hoy resignificadas por la burbuja del arte conceptual, y dotadas de un aura de divinidad que las coloca fuera del alcance del pensamiento crítico.
Escudado en el estatus de inmunidad que le concede la burbuja conceptual, el artista contemporáneo echa mano de piedras, metales, animales muertos, caca o basura y los presenta como obras de arte con la más graciosa irresponsabilidad, sabiendo que si alguien se atreve a cuestionarlo, la corporación del arte contemporáneo en pleno le saltará a la yugular.
Así se explica el hecho de que el otorgamiento del premio Príncipe de Asturias de las Artes, concedido al artista norteamericano Richard Serra, obtenga un aplauso unánime y universal, y que no se escuche ninguna voz discordante.
¿Pero qué pasa cuando los no iniciados en los misterios del arte contemporáneo toman contacto con las grandes planchas de acero que Serra hace fabricar en una gran acerera alemana?
Las respuestas más elocuentes fueron recogidas en dos sucesos que en su momento tuvieron gran repercusión: la desaparición de una obra de Serra de 28 toneladas de peso, que fue enviada a un depósito y extraviada porque nadie pudo reconocerla como obra de arte, y la remoción del Arco Inclinado o Tilted Arc, una plancha de 73 toneladas, removida de la Plaza Federal de Nueva York a pedido de los vecinos.
En este último caso son particularmente interesantes los testimonios a favor y en contra de la remoción, extraídos de las actas del proceso judicial que se realizó en marzo de 1989.
A continuación, las dos historias:
La desaparición de Equall Parallel, Guernica-Bengasi
A través de un comunicado de prensa difundido en enero de 2006, la dirección del museo madrileño Reina Sofía anunció que había desaparecido la instalación de acero sólido de 28 toneladas de peso denominada “Equall Parallel, Guernica-Bengasi”, ideada por Richard Serra.
Compuesta por cuatro bloques regulares de acero, dos de 500 x 148,5 x 24 cm. y los dos restantes de 148,5 x 148,5 x 24 cm., la instalación metálica había sido comprada y expuesta en 1989 en el Reina Sofía, de donde salió para ser colocada en un depósito de la empresa Macarrón SA, que posteriormente se declaró en quiebra y liquidó todos sus bienes.
El comunicado también aclaró que, ante la imposibilidad de dar con el paradero de los bloques de acero, las autoridades del museo solicitaron a Serra que gestionara una nueva versión de los mismos a la empresa alemana que produjo los originales.
El acuerdo establecía que el museo se haría cargo de los costos de fabricación y traslado, que Serra no cobraría honorarios por la nueva obra y que, en caso de aparecer los bloques extraviados (lo que hasta hoy no sucedió), el museo y Serra acordarían la destrucción de una de las instalaciones para conservar la restante como pieza original.
El caso Tilted Arc
En marzo de 1989, el enorme Arco Inclinado (Tilted Arc) de Serra, que había sido encargado diez años antes para la Plaza Federal de New York, fue removido de allí por una agencia del gobierno. En el proceso de remoción, la obra fue destruida. Una cuestión de principios planteó si esto fue una implementación justificable frente a juicios críticos adversos o una supresión injustificable del derecho de libre expresión, es decir, un acto de censura. El asunto fue ampliamente debatido en la prensa y procesado en la Corte Estadounidense del Distrito, donde se juzgó que la decisión de remover el Arco Inclinado estaba justificada y motivada por la carencia de atractivo estético de la obra.
Tilted Arc fue saludado con hostilidad por muchos de los oficinistas de la plaza federal. Dos meses después de su instalación, una petición requiriendo la remoción de la escultura respaldada por mil trescientas firmas de empleados federales que trabajaban en la plaza y en sus alrededores fue presentada a la GSA, (General Services Administration). El arquitecto del Edificio Javits, Alfred Easton Poor, envió una carta a la GSA en otoño tras la instalación de la escultura, objetándola en tanto obstruía la vista de un edificio a otro y desde el edificio a la fuente también ubicada en la plaza federal, y dado que su firma, que diseñó el edificio, no fue consultada. En 1984, un congresista neoyorquino y un juez federal también solicitaron su remoción.
El caso de Serra gira sobre la violación (algunos consideran abrogación) gubernamental de su contrato. Serra argumentó que lo que lo indujo a contraer el compromiso contractual fue la promesa de que la obra sería instalada de manera permanente en el sitio para el cual había sido diseñada. Aunque la promesa fue oral, Serra reclamaba el incumplimiento del contrato.
De aquellos que apoyaban el mantenimiento del Tilted Arc en la Plaza Federal no todos declaraban que la obra les gustase, pero todos tomaron posición desde la creencia en la libertad artística de expresión y la protección de la censura bajo los derechos de la Primera Enmienda. También enfatizaron la especificidad de la obra para el sitio, lo que apoyaba la opinión de Serra acerca de que su remoción sería equivalente a su “destrucción” y que la GSA tenía la obligación de mantener el acuerdo contractual.
William Diamond, administrador regional de la GSA, y otros deseaban la remoción de la escultura argumentando que la responsabilidad oficial por el bienestar estético y no estético público estaba siendo violada por la presencia permanente de una obra que no gustaba. También argumentaron que el arte público debe no ofender al público que paga por él y que mantener una obra contra los deseos del público interferiría con la “libertad de expresión” de este último, la cual la agencia estaba obligada a proteger. También sostuvieron que la GSA adquirió la obra, y esto le daba a la GSA el derecho de removerla; que cualquier garantía de permanencia era contingente respecto a la circunstancia dado que no era esperable que ni el edificio mismo ni el sitio perdurasen permanentemente.
Argumentos para la remoción del Tilted Arc
El representante Ted Weiss:
“Imagine, si lo desea, este bloque curvo de acero soldado de 20 pies de altura, 120 pies de largo y con un peso de más de 73 toneladas dividiendo la calle frente a su casa, y podrá imaginar la reacción al Tilted Arc de aquellos que viven y trabajan en el área.
Al efecto de shock se suma la pátina de óxido natural de la escultura, que le da la apariencia de un muro de metal oxidado. Muchos de quienes vieron primero el Tilted Arc lo recuerdan como una pieza de material de construcción abandonada, una reliquia quizás demasiado grande y pesada como para poder moverla.
Se dice que el artista ha intentado con esta pieza ‘alterar y dislocar la función decorativa de la plaza’. Si ésa fue la intención, uno puede concluir la discordancia de la escultura, el efecto desorientador que el artista ha alcanzado elocuentemente.
Pero ¿qué de aquellos que viven y trabajan en las cercanías? La escultura corta un enorme camino que atraviesa el centro de la plaza, dividiéndola en dos y actuando como una barrera para la entrada principal del edificio. Acceder al edificio es difícil y confuso, y los patrones normales de caminata de aquellos que entran y salen del edificio están interrumpidos”.
Phil La Basi
“He sido empleado federal por veintidós años, unos once en este edificio.
Ante todo, quisiera decir que realmente me ofende la suposición de que aquellos de nosotros que nos oponemos a esta estructura somos unos cretinos o alguna suerte de reaccionarios.
Parece ser muy típico de artistas que se sirven a sí mismos y llamados pseudointelectuales que cuando están en desacuerdo con algo que algún otro tiene para decir, atacan a la persona. De tal manera, no voy a atacar al artista.
Lo que veo es algo que luce como un trampa para tanques con el fin de prevenir un ataque armado del Barrio Chino en caso de una invasión soviética. Pienso que probablemente ni siquiera funcionaría, porque un buen tanque ruso probablemente la quitaría.
Para ser muy serio, no la llamaría Tilted Ar. Para mí luce como metal doblado o torcido. Pienso que si podemos llamar arte a aquello podemos llamar arte a cualquier cosa. Pienso que cualquiera de estas personas presentes podría venir con una vieja bicicleta rota quizá atropellada por un auto, o cualquier otra pieza de material, y colocarla y llamarla arte y darle algún nombre. Pienso que eso fue lo que se hizo aquí.”
Juez Dominick DiCarlo
“Tuve mi primer encuentro con Tilted Arc luego de saber que estaba siendo considerado para una cita con la Corte de Comercio Internacional de los Estados Unidos. Estaba conduciendo por la calle Centre cuando lo vi. ¿Qué es esto? Es una pieza curvada de hierro de 120 x 20 pies. Habiendo regresado recién de visitar nuestras embajadas en Roma, Islamabad, Rangoon y Bangkok, concluí que ese objeto de hierro curvado era una barricada antiterrorista, parte de un programa de choque para proteger a los edificios gubernamentales estadounidenses contra actividades terroristas. Pero ¿por qué semejante enorme barricada? ¿Era esto una sobrerreacción? ¿Por qué en ciudades donde la actividad terrorista es mucho más grande hay comparativamente atractivos divisores de autopista y pilares de concreto suficientes para realizar esa tarea?
Luego de mi cita con la corte, se me dijo que eso era arte. ¿Era esto una cosa de belleza? Podría serlo, en tanto la belleza está en los ojos del espectador. ¿Estaría haciendo su creador una declaración política? Quizá era una pieza descartada y curvada de la cortina de hierro. O quizá su autor estaba expresando su visión acerca de la política comercial. Esto es la Corte de Comercio Internacional. ¿Su barrera de hierro era simbólica de un punto de vista proteccionista?
Peter Hirsch
“Soy el director de investigación y consejero legal de la Asociación de Abogados de Inmigración. Estoy constantemente en el No 26 de la Plaza Federal desde que es donde se aloja el Servicio de Inmigración. Mi membresía me ha autorizado a decir que estamos completamente en oposición al Tilted Arc. Mi propio punto de vista personal es que un buen lugar para poner el Tilted Arc sería el río Hudson [...] Digo que están poniendo cosas artificiales en el río con el fin de proveer refugio para las desnudas percas. Pienso que Tilted Arc sería un muy bello refugio”.
Argumentos para preservar el Tilted Arc
Richard Serra
“Mi nombre es Richard Serra y soy un escultor norteamericano.
Mis esculturas no son objetos para que el espectador se detenga y mire fijamente.
El propósito histórico de emplazar una escultura sobre un pedestal fue establecer una separación entre la escultura y el espectador. Estoy interesado en crear un espacio conductual en el que el espectador interactúe con la escultura en su contexto.
Se ha sugerido que el público no eligió instalar la obra en primer lugar. De hecho, la elección del artista y la decisión de instalar la escultura permanentemente en la plaza fue hecha por una entidad pública: la GSA. Su determinación fue hecha sobre la base de estándares nacionales y procedimientos cuidadosamente formulados, y un sistema de jurado aseguró imparcialidad y la selección de arte de valor perenne.
La selección de esta escultura fue, entonces, hecha por y en nombre del público.
La agencia hizo sus encargos y firmó un contrato. Si su decisión es revertida en respuesta a presiones provenientes de fuentes exteriores, la integridad delos programas gubernamentales relacionados con las artes se verán comprometidos, y los artistas de integridad no participarán. Si el gobierno puede destruir obras de arte cuando se confrontan con tales presiones, su capacidad para fomentar la diversidad artística y su poder para salvaguardar la libertas de expresión creativa estará en peligro”
Fred Hoffman
“Soy historiador del arte y curador de arte contemporáneo asociado a algunas de las organizaciones culturales líderes en Los Angeles.
Podemos aprender más acerca de nosotros mismos, acerca de la naturaleza de nuestras relaciones sociales y acerca de la naturaleza la de los espacios que habitamos, y ello depende del mantenimiento de Tilted Arc, lo que siempre seria posible menguando los placeres alegados en una plaza sin Serra.
Una de las realidades fundamentales acerca de una obra de arte tan importante como Tilted Arc es que no simplemente se sienta, rueda y se hace la muerta. Esta obra no tiene como intención placer, entretener o pacificar. Estructurando una experiencia que es continuamente activa, dinámica y expansiva, Tilted Arc asegura que no caigamos dormidos, descerebrados e indiferentes a nuestro destino y a la creciente escasez de libertad en un mundo crecientemente banal, indiferenciado y estilizado”.
William Rubin
“Soy director del Departamento de Pintura y Escultura del Museo de Arte Moderno.
Al igual que muchas creaciones del arte moderno, Tilted Arc es una obra desafiante que nos obliga a cuestionar en general los valores recibidos y en particular la naturaleza del arte y de la relación del arte con el público.
Unos cien años atrás los impresionistas y postimpresionistas (Monet, Gauguin, Cézanne, por ejemplo), artistas cuyas obras son hoy apreciadas universalmente, fueron envilecidos por el público y la prensa establecida como ridículos. Aproximadamente en la misma época, fue construida la torre Eiffel, sólo para ser recibida por mucho del mismo ridículo. Los arquitectos líderes de la época, así como escritores y filósofos, por no decir nada del hombre de la calle, condenaron la torre como una obscenidad visual.
Como sugieren estos ejemplos, las verdaderas obras de arte desafiantes requieren un período de tiempo antes de que su lenguaje artístico pueda ser comprendido por un público más amplio.
Debo decir que nunca he oído de una decisión de remover un monumento público emplazado por voto popular. Si eso es lo que se está contemplando aquí, me parece un muy peligroso precedente. Me parece, además, que la decisión debería involucrar los sentimientos de un círculo más amplio que el simplemente configurado por aquellos que trabajan en el vecindario inmediato. La sociedad como un todo tiene intereses en tales obras de arte.
Ciertamente la consideración de cualquier movimiento semejante no debería ser una respuesta a tácticas de presión y, sobre todo, no tendría lugar antes de que el lenguaje artístico de la escultura pueda devenir familiar.
Propongo entonces que una consideración de este asunto sea diferida por, al menos, diez años.”
Joel Kovel
“Soy escritor y profesor de la Nueva Escuela para la Investigación Social.
Esta misma auditoría prueba la subversividad, y de allí el valor, de Tilted Arc. Sus mismos inclinación y óxido nos recuerdan que las estructuras de acero y vidrio del aparato del Estado, glamorosas y sin corazón, pueden un día quedar fuera. Por lo tanto, crea un sentido inconsciente de oposición y esperanza.
Esta oposición es en sí misma un acto creativo, como, incluso, esta auditoría es un acto creativo. Yo diría que la verdadera medida de una sociedad libre y democrática es que permite la oposición de algún tipo. Por lo tanto, es esencial que esta auditoría resulte en la preservación de la obra de Serra como una medida de la oposición que esta sociedad puede tolerar”.
Holly Solomon
“Tengo una galería en SoHo y ahora me he mudado a la calle 57. No me siento calificada para discutir la parte legal de esto y siento que no tengo tiempo para discutir el gusto o la importancia histórico-artística de esta pieza. Sólo puedo decirles, caballeros, que esto es negocio, y que remover la pieza es un mal negocio. El Sr. Serra es uno de los escultores líderes de nuestro tiempo. Vendo muchas pinturas. Intento muy arduamente enseñar a la gente sobre arte contemporáneo, pero la línea final es que esto tiene valor financiero, y ustedes realmente tienen que comprender que tienen una responsabilidad por la comunidad financiera. Ustedes no pueden destruir propiedad.”