Cuando los temores nos vencen, algo muere dentro de nosotros.
Y ese algo puede ser nuestra creatividad, nuestro deseo de narrar, de transmitir, nuestros anhelos por dejar una huella en este mundo…
Algo muere cuando creemos que no somos buenos, capaces, maravillosos… Cuando creemos que no tenemos nada que decir o nada que contar. Cuando creemos que somos aburridos, insignificantes, y que a nadie va a interesar lo que digamos.
Todos hemos pasado por estos dilemas antes de decidirnos a escribir. Cuando digo todos, evidentemente me incluyo.
Pero debemos hacernos conscientes de que la literatura no puede morir porque nosotros no queramos escribir, no nos sintamos capaces o nos dé vergüenza.
La literatura debe seguir transformando vidas, abriendo caminos, iluminando sueños, alimentando anhelos, colmando esperanzas. Y también, por supuesto: aportando información, distribuyendo conocimiento, democratizando la sabiduría. La literatura debe existir para que pueda seguir existiendo la vida.
Para eso hacemos falta cada uno de nosotros.
Cuando tengas cosas que contar y pienses que quizá no eres la persona adecuada, entiende que una parte de ti está muriendo en el camino. Entiende que tu raciocinio está impidiendo expresarse a tu corazón, y que un exceso de lógica sólo lleva al miedo, al bloqueo y el abandono.
La literatura debe existir para que pueda seguir existiendo la vida
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