Los españoles siempre creemos que lo nuestro es lo peor. Según cuentan, mientras el resto del mundo nos aprecia (e incluso, admira), nosotros seguimos, erre que erre, pensando que somos un desastre. Y en el tema energético, con el consabido cambio climático, no iba a ser menos.
Pregunten por ahí. Les apuesto dos a uno a que más de la mitad de la gente les dice que somos el país que peor reciclamos, que menos reforestamos, que más plástico tiramos al mar, que menos energías limpias producimos o que más petróleo derrochamos. Décadas de ecologismo sandía y progresismo desahogado nos han llevado hasta esas conclusiones. Pues no. No somos así. Vamos a romper una lanza por España. España en el año 2007 era jauja. Casi no conocíamos a nadie que estuviera en el paro, los mileuristas (¡quien cogiera ahora 1.000 euros limpios al mes!) se quejaban de que eran los parias del país, las casas, los coches y cualquier otro bien, por caro que fuera, se agotaban antes de salir al mercado, las empresas no fabricaban lo suficiente… estábamos en la cresta de la ola. La energía no iba a ser menos: la derrochábamos a manos llenas. Para medir el consumo energético en grandes magnitudes (un país, por ejemplo) se utiliza el término “ktep”, que equivale a 1.000 toneladas de petróleo. En 2007, España consumió 147.359 ktep, mientras el PIB a precios constantes fue de 1.080.807 millones de euros. Vino la crisis y con ella un bajón considerable del consumo energético. Pero como no hay mal que 100 años dure, España se recuperó (al menos en lo que a PIB se refiere) y en 2018 se llegó a 1.206.878 millones de euros de PIB, un 12% más que diez años antes. ¿Y el consumo energético? Pues en contra de lo que muchos piensan (o de lo que nos quieren hacer creer), nos quedamos en 123.484 ktep, un 16% menos que en 2007. Siendo, más o menos, la misma población, producimos más y consumimos menos. ¿Cómo es posible?