España ilusa

Por Peterpank @castguer

Ningún misterioso espíritu del pueblo español determina la historia de sus acontecimientos nacionales. Pero alguna causa perdurable debe estar reproduciendo el constante fenómeno de que la conciencia española de la realidad pública, además de su inevitable deformación ideológica, sea siempre una consciencia ilusa.

Siempre he considerado superficiales, y por ello no del todo falsas, las explicaciones basadas en el tópico de las dos Españas. Porque se trata de un mal que opera en un sustrato más profundo que aquel donde se elaboran los tipos, tradicionales o modernos, de la conciencia ideológica. La falta de sentido de la realidad, la inconsciencia de España es un fenómeno común a la derecha y a la izquierda, al país oficial y al real, a la sociedad política y a la civil. Sólo lo privado se salva de la inconsciencia general de lo público. Cuando los españoles, sean de Puerto Urraco o de la Institución Libre de Enseñanza, salen de la esfera doméstica de sus dominios para actuar en la de los intereses colectivos, se vuelven ciegos y sordos a la realidad de las relaciones de poder. Y, empujados por pasiones opuestas de inseguridad y tranquilidad, abrazan los temores y esperanzas que ponen en el Estado, como los niños se aferran, sin reflexión ni crítica, a las amenazas y promesas de sus padres. Si mirásemos a la política con los criterios de que nos valemos para orientar nuestras profesiones y pasiones, la veríamos como una actividad reservada a retrasados mentales, aún sabiendo que el poder se disputa en ella sin moralidad. No puede haber talento político en un país que suprime o reprime la consciencia de la realidad.

Esa necesidad de vivir la vida colectiva en plena inconsciencia de la realidad, también se pone de manifiesto en la reacción contra el magistrado. A quién se le reprocha que vea la corrupción como un producto general de causas políticas particulares (ley electoral, falta de control del poder ejecutivo, ley de financiación, falta de democracia en la vida de los partidos, etc.) y no como puro vicio irremediable en personas aisladas. El absurdo mental de esta crítica es tan imponente que puede inducirnos a ver, en la España ilusa, una inconsciente evasión de la clase dirigente del horror que le produciría el acceso a la consciencia de su propia inmoralidad. Fácil diagnóstico que ocultaría, sin embargo, la causa material de la cultura que reproduce la inconsciencia de España.

AGT