Ian Gibson, hispanista procesionado por el ciudadano del viento y autor de culto de un curioso tipo de intelectualidad, ha afirmado lo siguiente: «Aquí hubo un Holocausto premeditado y hay 130.000 fusilados en cunetas todavía y eso es una vergüenza. Yo no sé cómo puede ir Rajoy a Alemania a hablar con Merkel… Lo que ocurre es bochornoso. No se ha hecho bien, por ejemplo, el tema de la memoria histórica. [El fallo es] sin duda la derecha española porque ellos son muy difíciles. Siempre han sido los dueños, tuvieron 40 años de dictadura y les ha ido bien con la constitución, la izquierda sacrificó muchísimo más y ahora resulta que la izquierda no puede ni rescatar los cadáveres y el Estado no se lo permite. … Claro que me preocupa [que la derecha gobierne ahora España]. Y me preocupa aún más su mayoría absoluta. Eso es algo que los españoles no debieron de haber permitido.» (Declaraciones a Vozpópuli, 23 junio 2012)
En plena campaña de impunidad ante el despilfarro de las clases directoras de todos los poderes públicos, especialmente la clase político-sindical, que ha fundido hasta el sistema bancario. En pleno velatorio por un poder judicial domesticado, que, con el Estado de Derecho todavía de cuerpo presente, humilla a las víctimas y se pliega sistemáticamente ante “los de arriba”. Sumidos en la depresión económica y la peste del paro,… ¿y qué dirá usted que es el problema de España? Vuelve la burra al trigo… No voy a recurrir a la retahíla de datos y fechas y Paracuellos para poner de relieve el sesgo de esa cortina de humo que revivió el ciudadano del viento. Porque al fondo de la cuestión hay un problema más grave, que incide de lleno en “la marca España”.
“¿Quiere saber usted qué es bochornoso?”
Dado que el hispanista-británico Ian Gibson está tan interesado en la historia de España y en los “holocaustos premeditados” habría que preguntarse por qué reduce su visión a la etapa de la guerra civil y se olvida de mirar al origen del desgarro y la escisión en dos españas, y al papel que jugaron los ingleses. ¿Por qué se olvida, por ejemplo, del “holocausto premeditado” inglés ejecutado en Badajoz, San Sebastián, Ciudad Rodrigo? Año 1808, guerra de España contra Francia. Inglaterra aprovechó la lucha para desgastar a su gran enemigo, Napoleón. Luchó en el lado de España, sí, pero las acciones de las tropas inglesas de Wellington fueron de lo más miserable, como miserable con España fue el comportamiento de algunos intelectuales ingleses de entonces.
¿No es verdad, ángel de amor, que a esta apartada orilla vinieron los ingleses a perpetrar un “holocausto premeditado” con orgías incluidas? ¿No es verdad que tras la victoria contra los franceses en Ciudad Rodrigo, las tropas inglesas sometieron a las gentes del lugar a asesinatos colectivos, violaciones masivas, saqueos generalizados, etc.? ¿No es verdad que lo mismo ocurrió cuando tomaron Badajoz, sometiendo a la gente del lugar, durante dos días y sus dos noches, a otro holocausto premeditado, con violaciones, matanzas, saqueos, etc.? ¿No es verdad que lo mismo, o peor, ocurrió en San Sebastián, que, cuando el pueblo salió a dar las gracias a las tropas, los ingleses sometieron a las gentes a violaciones en masa, matanzas indiscriminadas, saqueos,… y, para colmo, arrasaron la ciudad con fuego?
Entonces, con qué poca vergüenza y santos cojones viene usted, señor Gibson, a decir que es que «los españoles no saben lo que son» (en declaraciones a Vozpópuli, 23 junio 2012) y a pedirle a España que vuelva a la cuestión de la guerra civil, y que vaya pregonando por Europa que España tiene un holocausto sin resolver.
¡Vivan los mitos y sus caenas!
En realidad, lo que está haciendo Ian Gibson no es más que pulir y dar brillo al mito, tan manido entre sus colegas anglosajones, de que España es un pueblo incapaz de ser civilizado, pueblo de bárbaros. Estamos no más que ante otro hispanista foráneo amamantando la (falsa y miserable) idea, tan aceptada en la esfera académica anglosajona, de que no se trata de que “el español” tenga crisis o decae de vez en cuando, sino de que “lo español” es bajeza, decadencia, incivilidad.
¿Por qué se gozan estos profesionales británicos alimentando la falsa leyenda negra sobre España y difundiendo la idea de que el español es bajeza, resistencia a la civilización, decadencia? Primero fueron los cuentos de que los españoles se resistieron a la “civilidad” que les ofrecían los árabes. Luego vinieron las distorsiones sobre las historias de la Inquisición y de la destrucción de las Indias. No falta lo de que España es un laberinto, conglomerado de regiones heterogéneas. Etc. Etc. Etc. Cuentos, todos ellos, inventados y fabricadas en el extranjero e importados a España —importados placentera y sumisamente a España—. Distorsión sobre distorsión, falsedad sobre falsedad. Cuentos y leyendas que siguen vivitas y coleando y se repiten hoy en las altas esferas de la elite intelectual europea. Al principio fueron los cuentos que sobre España generó la elite intelectual francesa del siglo XIX, y, en el siglo XX, una elite de ingleses. Y, de siempre, la sumisión intelectual de eso que se llama clase ilustrada española (con sus honrosas excepciones, claro está; pero tan honrosas como excepciones).
Y lo grave no es la desfiguración de la idea de España en el extranjero. La espina del asunto está en que esos encantadores han robado al español la imagen de sí mismo y de sus posibilidades. Esos encantadores han convencido al español de que “su realidad” (esto es, lo que el español ha hecho, hace y puede llegar a hacer) es esa “falsa imagen” que ellos, los encantadores, han forjado. Por tanto, y ahí voy: les han convencido de que no pueden llegar a ser nada. El español, a fin de cuentas, ha de sentirse “avergonzado de ser lo que es”, “avergonzado de ser español”. Quizá eso explique por qué el español, al contacto con lo foráneo, suela adoptar rápidamente, aunque de un modo postizo, sus costumbres y sus ideas. No en vano el hecho de que se copie e imite el “modelo alemán de FP” indica no sólo que España no tiene modelo propio, sino que —y esta es la cosa— es incapaz de crear su propio modelo, adaptado a esta circunstancia y configurado con “nuestro propio sello”. Es decir, que se acepta sumisamente que hoy en España no hay Quijotes ni Princesas que conquistar.
Dos mitos, una misma caena
En este contexto habría que preguntarse por qué los intelectuales españoles (auto-denominados) progresistas, reunidos al pesebre de Prisa, son los encargados de difundir esas “falsas ideas” que sobre los españoles vienen del exterior.
Claro que enfrente de esa visión se encuentran los historiadores conservadores de-no-sé-qué-tipo de tradición, aunque-sí-se-de-qué intereses, representados en el historiador y jesuita, jesuita e historiador, Fernando García de Cortázar, el historiador protegido de Aznar, autor de culto para Esperanza Aguirre (y, por ello, presidente de la Fundación Dos de Mayo), baluarte cultural del grupo Vocento… Es decir, el historiador de la otra España-clase-premier, que llora amargamente ante las cámaras cuando a España le roban el Códice de la Catedral de Santiago, pero que se burla pomposamente de los españoles —personas de carne y hueso— que se tienen que ir de España por causas económicas y políticas, y que, rizando el rizo, se rasga las vestiduras cuando un cubano se tiene que ir de Cuba por las mismas causas. El historiador de ese tipo de liberales.
Dos tipos de mitos de una misma España: la clase rectora y su telaraña de complicidades. Porque estas son las dos reales españas que ha legado la Transición: la España de los de arriba y la España que paga la fiesta de esos señoritos.
Y espero —lo único gratis es soñar— que la gente que lleva España sobre sus espaldas —fundamentalmente, los que sufren el azote del paro y la clase media expoliada por las clases directoras— haya aprendido que es esa afición a los mitos y las cortinas de humo la que ha acabado por quemarlo todo: la economía, las Cajas de Ahorro (el antaño llamado “banco de los pobres”),… y el poco de vergüenza que la gente de bien lucía. Que de eso se trata, de tener un poco de vergüenza torera. Porque no se trata de ser españoles, franceses, ingleses o lo que sea. Tampoco se trata de discusiones morales —que la mayoría de las veces son, las discusiones, de lo más inmoral—. Se trata simplemente de tener un poco de dignidad y de no dejar que te pisen… que eso es lo que se está haciendo masivamente hoy en España y con España.