Escribir sobre Marta Rodríguez es escribir sobre el documental colombiano, su trabajo tan reconocido como premiado no sólo ha evidenciado las complejidades sociales y políticas de esta paìs, sino que le ha dado voz a los campesinos, indígenas, mujeres así como a las poblaciones explotadas por los poderosos y violentos, que habitualmente están en el poder o detrás de una institución gubernamental; Rodríguez junto a su equipo ha convertido la cámara es un dispositivo de reflexión que no parece perder vigencia, -sobre todo en estos días convulsionados del país-. En estas cinco décadas de trabajo audiovisual y documental, la carrera de Marta Rodríguez puede haber cambiado de formato, duración y forma, gracias a la tecnología y digitalizaciòn, pero su estilo combativo se mantiene, es por eso que hemos escogido y revisado un par de obras en las que no sólo podemos ver reflejada la realidad del país, sino la explicación de los momentos que estamos viviendo, y que seguiremos viviendo, en un paìs en que la justicia y la paz, sigue siendo acallados como las protagonistas de los materiales que ha filmado por tanto años.
A continuación vamos a reseñar los siguientes documentales, y en cierto modo conectarlos con la situación actual del país, que no se diferencia mucho de la de hace unos poco años o varias décadas se puede observar en Chircales o en el mismo Testigos de un Etnocidio, en el cual la minga, el Cric y los indígenas no sólo siguen siendo perseguidos sino infravalorados o deshumanizados.
Chircales (1966 - 1971)
Considerado uno de los primeros documentales en el orden de lo antropológico, y una verdadera prueba de artesanía y arte cinematográfico, no sólo por las dificultades a la hora de realizar este trabajo, que les tomó a Marta Rodríguez y Jorge Silva, casi un quinquenio, tanto en su finalización, como en integrarse a esa sociedad que parecía vivir no sólo en un feudalismo al sur de Bogotá sino arraigada a su propia desgracia. Chircales, se puede considerar un clásico del cine colombiano, no sólo porque en su forma y fondo está el inicio de un cine revolucionario que también era capaz de denunciar a través de las imágenes en movimiento; este documental, que se puede aferrar a temáticas como la explotación infantil, laboral e injusticia social, donde los poderosos: políticos o terratenientes, veían en las clases más pobres, a esclavos modernos o humanos sin dignidad, también se debe entender como un método y forma de visibilizar, lo que en los años 60 y 70 parecìa normal en Colombia, la degradación del otro, del que no tenía voz o que no podía responder. Rodríguez y Silva, no sólo hacen eco de tales planteamientos, sino que profundizan en la idiosincrasia de esa familia, en la que la religión, la política y el mismo contexto de esa zona al sur de Bogotá, cerca al río Tunjuelo, era un desconsoladora mirada de quienes no parecían tener un futuro.
Chircales es una de esas obras que no envejecen, que parecen muy actuales -no desde lo técnico, evidentemente o las dificultades de su producción- temáticamente, porque si bien nuestro país ha cambiado, y mejorado, las injusticias sociales, siguen presentes; lo que reflejaron Silva y Rodríguez, ya no será tan evidente en la urbe, pero en el campo ha empeorado, y la explotación de una forma o de otra, sigue vigente, con otros nombres, con otras opiniones y leyes, situación que hemos visto y oído en los últimos días de "paros" y protestas, en los que si bien la gente ya no vivirá las mismas realidades de la familia Castañeda, la desesperanza de esos fotogramas, siguen tan vigentes, como ese niño con los ladrillos en la espalda o ese surreal, poético pero triste paisaje de una primera comunión en el desierto ladrillero que no se aleja de lo que los Chocó, Guajiras o veredas colombianas aún sufren.
Testigos de un Etnocidio (2004 -2010)Casi cuarenta años después de su primera obra, Rodríguez pone en contexto y en video nuevamente a esas comunidades sin voz o acalladas por la violencia, como lo han sido los campesinos, los indígenas y los afrocolombianos; la colectividad va a ser uno de los puntos en común de este documental, que hace eco de esas víctimas donde los líderes sociales, políticos y universitarios son los protagonistas; el trabajo de Rodríguez, es a la vez una representación de la resistencia, la de los líderes sociales y la de las imágenes en movimiento, que confrontan, traducen y evidencian las violencias a las que son sometidas un pueblo, que parece justificar al victimario y no a la víctima, como hemos visto en los últimos días. Testigos de un Etnocidio, es el mejor espejo para entender(nos), (se) la frágil lógica de la violencia colombiana. Aunque a este trabajo se le pueda reprochar un poco el trabajo técnico, su fin no es estetizar la violencia o las complejidades del país, sino convertirse en un documento preciso, de ese exterminio al que han venido siendo sometidos, diversos pueblos originarios.