Se ha dejado caer por ahí algo que es parcialmente falso: que en caso de salir del euro, los únicos que tendrían algo que perder son ciertos ahorradores, rentistas, etc. Lo cierto es que todos perderíamos alrededor del 40% de nuestro poder adquisitivo. Hay que tenerlo en cuenta. Además, durante al menos cinco años las condiciones serían durísimas. Por ejemplo, se sucederían todo tipo de recortes en el sector público.
Supongo que si nos posicionamos a favor de la permanencia en el euro fue precisamente por ello (además de con el fin de cubrirnos frente a los ataques de los buitres especuladores). En realidad, el problema no es el euro (aun a pesar de su defectuosa arquitectura). El problema es la gestión del euro, que exista un BCE que no actúa como tal, que un sector concreto de un país concreto se haya apoderado del bastón de mando, independientemente de que en algunas cosas puedan tener parte de razón, porque no se le puede negar a los alemanes un gran sacrifico en la financiación de los fondos estructurales de la UE durante años.
Ahora bien, tal y como está gestionándose esta crisis de deuda, ¿se otea un horizonte más esperanzador dentro que fuera? Esta tarde me telefoneó alguien que es partidario de quedarse, pero su argumentación se basaba en la esperanza de que antes de un año Alemania haya cambiado su postura. Sin negar el enorme coste social que incluso así se habrá producido, consideraba esta persona que seguir en el euro será (dando por hecho que los alemanes cederán) menos duro que salirse.
Yo lo dudo, no aprecio indicios de un cambio de postura. Ahora bien, ¿qué camino tendría que tomar España fuera del euro? Primero, nacionalizar los bancos (no todos, algunos directamente habría que dejarlos quebrar). Segundo, declarar la deuda odiosa, entre otras con la justificación del enorme perjuicio que está causándonos (que nos habría causado) el fundamentalismo neocon. Tercero, tratar de quitarnos el muerto del sector inmobiliario vendiendo las casas a chinos, indios, etc. “Venid a disfrutar del sol, amigos”. Eso sí, se acabarían los alemanes, los franceses, tal vez los ingleses…
Y aún así, ¿superaríamos la crisis, saldríamos del hoyo? Está claro que la gran diferencia entre Argentina (una vez abandonó la paridad con el dólar) y España es que nosotros no tenemos las materias primas de los argentinos. Tampoco tenemos una industria fuerte, y apenas nos queda nada por vender: ya Aznar se encargó de repartir con los amigos las últimas joyas de la corona.
Antes de volver a una depreciada peseta, tal vez conviniera crear una nueva moneda. ¿De plata, como se propone para Grecia ? Desconozco las posibilidades reales que podrían darse para tirar por esa vía.
Es evidente que salir del euro plantearía numerosos y difíciles retos, y que lo que un principio (el empobrecimiento general en vistas a un horizonte de futuro) se vendería como algo transitorio podría acabar convirtiéndose en una larga travesía. Pero, frente a eso, ¿qué ventajas ofrece el quedarse en el euro en las actuales condiciones?
Los partidarios de que no haya salario mínimo interprofesional (igualmente partidarios de acabar con los sindicatos) o desconocen por completo la realidad o, como buenos lacayos, siguen las consignas de sus amos. Abolir el SMI supone, especialmente en naciones mal industrializadas, y que además no tienen la baja densidad demográfica de los países nórdicos, crear un marco laboral donde en nombre de la libertad empresarial se endurecen drásticamente las condiciones de los trabajadores. La gran empresa empieza a bajar salarios y si los trabajadores protestan o se oponen mediante huelgas, enseguida serán sustituidos por otros más dóciles (a menudo extranjeros, fomentando así, de paso, los nacionalismos y movimientos de carácter neofascista, ante la desesperación creciente de mucha gente, abandonada a su vez por una falsa izquierda que no es más que el ala pseudo-progre del neoliberalismo). Arrastrada por la gran empresa, la pequeña y mediana empresa, se ve forzada a imitarla (condenada, en cualquier caso, a desaparecer). Esto lo entiende cualquiera, pero los neoliberales son expertos en usar la palabra “libertad” para justificar todas las tropelías, precisamente porque quieren que se ignore las enormes diferencias (de condición, clase, etc.) que determinan el destino de los seres humanos en sociedad. Si el Estado no corrige esas diferencias, si se reduce al papel que reclamaba Friedman, que reclaman ahora todos los beneficiarios de la dictadura de los mercados, mejor que no exista. Hay una gran diferencia entre el discurso anarquista, entre los que no creen en el Estado en ninguna de sus manifestaciones, y el discurso neoliberal (mal llamado anarco-capitalista), que al pedir la reducción del Estado a sus vertientes policial, judicial… (cómo defendía, insisto, Friedman) no busca más que polarizar la sociedad con tal de que las élites dispongan de mano de obra esclava. Precisamente esta versión del capitalismo, triunfante en estos momentos (triunfante y en expansión), es la causa principal del empobrecimiento generalizado de las clases medias y trabajadoras, así como la mayor amenaza de extinción que ha pesado nunca sobre el sistema. Ni los anarquistas podrían hacerlo mejor: va a ser el propio capitalismo, por la avaricia “neoliberal”, el que se asesine a sí mismo.