Zapatero ha dicho adiós, sea enhorabuena. En realidad no se ha ido del todo ya que se queda como presidente del Gobierno hasta las próximas elecciones generales, y como secretario general del PSOE hasta que se acuerden de que sigue en esa silla y le hagan levantarse. Aún tardarán unos meses.
Porque en definitiva Zapatero no se va por voluntad propia. Si alguien cree que por fin este hombre se ha dado cuenta de la distancia sideral que existe entre quien él cree ser y quien realmente es, está muy equivocado. Han sido las circunstancias (la crisis económica, el desmadre en el partido, la caída en picado de su credibilidad, el descubrimiento público de sus limitaciones...) y desde luego eso que los futboleros llaman "el entorno" (personal, político, mediático) quienes finalmente le han convencido/obligado a tirar la toalla.
De todos modos no merece la pena perder el tiempo rememorando un ser tan anodino, que además por suerte ya es agua pasada. Nos queda como legado su "optimismo bobalicón", según lo calificaba ayer Josep Ramoneda en El País, y la certeza de que cualquier mindundi puede llegar a lo más alto simplemente con estar en el sitio oportuno en el momento oportuno, habilidad en la que Zapatero ha mostrado, ahí sí, una maestría rayana en la genialidad a lo largo de toda su carrera política.
Hecho el gori-gori con el que el clero despide a los difuntos, vayamos a la médula del asunto. ¿Y ahora qué? Pues ahora las primarias, según la sana costumbre del PSOE muy anterior a que los yanquis la pusieran de moda. Apuntan dos candidatos: uno serio, solvente, con capacidad y experiencia, socialdemócrata aunque tibio, de ambiciones templadas por una idea de servicio colectivo que ha guiado su trayectoria durante décadas; la otra, una destacada representante de la efebocracia zapateril (aunque ya ha cumplido los 40 años), indocumentada, recién llegada como quien dice, sin bagaje personal ni político pero con descaro y ambición inversamente proporcionales a sus carencias, y desde luego ayuna de cualquier asomo de ideología o cosa que se le parezca. Esto es lo que hay, ni más ni menos. La gente corriente, que no se chupa el dedo, ya ha empezado a manifestarse: Pérez Rubalcaba no solo barrerá a Chacón en las primarias del PSOE, sino que cada día que pase irán creciendo sus posibilidades de derrotar a Rajoy y humillar de nuevo al Partido Popular en las próximas elecciones generales.
De modo que a lo mejor los bárbaros se quedan con las ganas de conquistar La Moncloa (estos bárbaros "españoles" me refiero, que los bárbaros catalanes ya se han instalado en un lado del antiguo Foro romano de Barcelona, en la Generalitat, y ahora quieren también mancillar el otro lado de la plaza, el Ayuntamiento). Si las municipales dan un resultado más apretado del que muchos esperan, las generales podrían anticiparse al otoño. Claro que si se da alguna recuperación económica por leve que sea y ETA toma el camino del final, la legislatura se podría estirar hasta primeros de año, para darle tiempo a Rubalcaba a rentabilizar éxitos y extender un mensaje de "optimismo serio" entre los por ahora desmotivados votantes de la izquierda.
En todo caso será el partido quien tome las riendas de sí mismo en los próximos meses, una vez que el último César ha sido virtualmente sacado de ese trono que siempre le vino grande y que va a seguir ocupando unos meses más porque así lo requiere la inercia del poder. Y es que para un partido con 130 años de historia, que ha sido capaz de aguantar lo que ha tenido que aguantar desde dentro y desde fuera el PSOE a lo largo de su existencia, José Luis Rodríguez Zapatero representa apenas un leve accidente, un breve paréntesis que será pronto cerrado y enseguida olvidado.
En la imagen, Alfredo Pérez Rubalcaba y Carmen Chacón se ignoran en el transcurso del último Comité Federal del PSOE.