Esperando el otoño

Por Jagonzalez

Otro mes de agosto. Nada original, calor, vacaciones, playas, pueblo. O eso querríamos, pero no, este agosto es diferente. La verdad es que cada agosto es distinto, y cada uno lo ve según cómo le va. Nosotros vemos cosas malas . 

Tenemos alma ceniza, puede ser. No somos optimistas. Calor tórrido, como siempre, que dura más cada año. Incendios por doquier, diatribas politicas estériles y distractivas. Guerras, como siempre, pero espetadas en imágenes que nos insensibilizan por habituación. Hambre de la que mata, como siempre, pero a las puertas de casa, provocadas con voluntad, permiso y aquiescencia, según de quien.

Mientras, en los centros sanitarios se limita la actividad, menos en las zonas de recepción de visitantes o turistas. Unos se van, otros vuelven. El paciente sigue ahí, sufriendo lo suyo y por los que han visto interrumpidos sus planes vacacionales porque la enfermedad no vacaciona. Los profesionales paramos a medias, se sigue con la actividad asistencial pero mucho de lo que la rodea, planes, proyectos, reuniones, estudios, se pospone. 

En fisioterapia, unidades con actividad reducida. Tenemos vacaciones, las suplencias no cubren a los que se van y hay pacientes que necesitan una pausa o un alto más terapéuticos que el tratamiento. No hay estudiantes y todo se amuerma, se difiere. Y los pacientes sobrellevan esos cambios de manos, como los de las plantas cuando médicas, enfermeros, auxiliares y demás personal se alterna para el disfrute estival.

Todo queda un poco vacío, con esa mirada ceniza a la que nos empuja un contexto tan desalentador de guerras, hambres, intolerancia, indiferencia y tórrido calor. Menos mal que nos queda el pueblo, uno de esos de la España vaciada. Te esperamos, otoño.

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