Esperanza para el tda-h

Por Rosinauriarte
Publicado en UAKIX Revista Digital para el Desarrollo Humano
Cada día más y más niños están recibiendo el diagnóstico de TDA-H, siglas que representan el Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad.
El TDA-H está considerado un trastorno mental y por lo tanto, psiquiátrico, con lo cual son también cada día más los niños tratados con psicofármacos que intervienen en su funcionamiento cerebral, con los posibles riesgos que esto conlleva.El aumento de este diagnóstico ha sido tal en los últimos años que en algunos círculos se habla de “pandemia”. Sin embargo, otros hablan de un “infradiagnóstico” y de la necesidad de medicar a muchos niños más.
Algunos afirman que es un trastorno “inventado” por la sociedad y la industria farmacéutica. Tienen a su favor el argumento de que no existe ninguna prueba de laboratorio que demuestre la existencia del TDA-H y que el diagnóstico se da basándose solamente en cuestionarios rellenados por padres y profesores.
Pero estadísticas y teorías aparte, la realidad de la situación resulta verdaderamente preocupante.
Los padres y profesores sabemos que estos niños realmente tienen un problema y que las vías que se han tomado para tratarlo no suponen una solución satisfactoria ni eficaz.
Se hace necesario replantearse este trastorno desde el mismo comienzo empezando por el propio diagnóstico. Éste hace referencia a dos problemas: el déficit de atención que está siempre presente en estos niños, y la hiperactividad, que puede o no estar presente dependiendo del caso.
En realidad estamos hablando de dos síntomas del problema real de fondo. Dos síntomas que padecen también niños con trastornos muy diferentes al TDA-H, dos síntomas que indican que el sistema nervioso no está haciendo bien su trabajo. Que no es capaz de realizar dos de las funciones más sofisticadas y que requieren de una maduración previa: controlar el cuerpo y el movimiento de éste y mantener un adecuado estado de alerta desatendiendo los estímulos irrelevantes para la tarea que nos hayamos propuesto realizar.
Las causas de que un niño no sea capaz de realizar estas dos funciones son muy variadas y, aunque parece existir una predisposición genética y hereditaria, el desarrollo del niño desde su concepción y muy especialmente durante la gestación, el parto y el primer año de vida, determinará el grado de maduración que alcance. Y esta maduración o desarrollo determinará a su vez el grado de eficacia del niño en funciones como el control del movimiento, de las emociones y de la atención entre otras.
El diagnóstico nos habla solamente de dos síntomas del problema real. El tratamiento normalmente propuesto consiste en la medicación, que tiene supuestos efectos positivos transitorios junto a posibles efectos negativos a largo plazo, y en un trabajo cognitivo y conductual que busca “enseñar” y “entrenar” al niño a funcionar mejor con el problema que tiene.
Estos tratamientos no se proponen solucionar el problema de forma definitiva logrando la maduración que al niño le falta para poder realizar las funciones de la atención y el control motriz de forma autónoma y eficaz, tal como lo hacen otros niños.
Los profesionales que tradicionalmente trabajan con los niños con TDA-H lo hacen según las normas aceptadas y establecidas por la comunidad médica y pedagógica. Cuando aseguran que el TDA-H es un trastorno crónico tienen razón. Porque con esto nos están diciendo que ellos NO tienen la solución al problema.
Sin embargo, existe desde hace ya tiempo una corriente de profesionales expertos en desarrollo infantil que trabajan buscando esta solución por medio de la estimulación y maduración del sistema nervioso del niño.
Estos profesionales no colocan siglas para nombrar el problema que ven (no ponen “etiquetas” a los niños), sino que se centran en conocer bien todas sus manifestaciones para saber cómo atajarlo en la medida en que sea posible.
Frente a la opción de trabajar los síntomas visibles del problema, las terapias alternativas que buscan una organización neurológica, pretenden estimular, activar y hacer madurar las zonas cerebrales implicadas en el déficit de atención y la hiperactividad. Buscan que estas zonas cerebrales funcionen adecuadamente para que así desaparezcan los síntomas y también el trastorno en sí mismo. Los beneficios no son transitorios, sino definitivos.
Para quienes no conocen la organización neurológica, puede resultar extremadamente “difícil” o utópica la idea de poder lograr la maduración cerebral exigida para una función. Sin embargo, resulta mucho más sencillo de lo que pueda parecer en un principio.
Quienes trabajamos con el desarrollo infantil nos preocupamos por cada aspecto y cada una de las etapas del mismo. Y esto es lo que también contemplan estos métodos que persiguen organizar el sistema nervioso.
Siguen el programa establecido por la naturaleza para el desarrollo y maduración cerebrales y lo aplican, cada método con una técnica concreta, pero todos ellos imitando lo que resulta natural y ha de beneficiar ese desarrollo y maduración.
Decía Beatriz Padovan, logopeda y experta en reorganización Neurofuncional, que “si imitamos a la naturaleza tenemos menos posibilidades de equivocarnos”.
Y la naturaleza establece que el bebé (también el embrión y el feto antes de nacer) ha de atravesar por determinadas etapas que le llevan a vivir experiencias que serán determinantes en su desarrollo cerebral.
Cada movimiento que realiza el niño y cada estímulo que recibe a través de los sistemas sensoriales, supone información que llega a su sistema nervioso central haciendo que su cerebro madure y se desarrolle. Sin estos estímulos no existe desarrollo cerebral.
Gracias a las neurociencias y a la neuropsicología, hoy conocemos mejor cómo se produce el desarrollo cerebral y cómo incide este desarrollo en las capacidades y el funcionamiento del niño. Sabemos qué estímulos son necesarios para que se cumplan todas las etapas del desarrollo. Y en esto se basan los métodos que persiguen desarrollar y organizar el sistema nervioso del niño.
Resultan métodos tan “naturales” que muchas veces sorprenden a los padres que han de aplicarlos en sus hijos con sencillos ejercicios basados en el movimiento o en el tacto profundo, por ejemplo.
Son estímulos sencillos y naturales que han de repetirse y mantenerse constantes para producir el efecto buscado. “Sencillo” y “natural” no necesariamente significa “fácil”, por lo que estas terapias requieren el compromiso por parte de los padres durante el tiempo que sea necesario.
Sin embargo, por medio de este trabajo diario y constante, no sólo resulta posible tratar los problemas que acarrea el TDA-H, sino que cada avance en este sentido será permanente, no transitorio. Y no se contemplan efectos negativos adversos.
Vigilando y apoyando el desarrollo del niño, junto al cuidado en la alimentación y los hábitos y rutinas diarias, podemos recobrar la esperanza dentro de la preocupante situación dada por el abrumador aumento del TDA-H.
Los padres debemos informarnos sobre estos métodos de estimulación y organización neurológicas. Existen varias opciones y cada día más profesionales con los que podemos contar para llevarlas a cabo.
Estas terapias no tienen por qué excluir el trabajo cognitivo-conductual. Lo bueno sería complementar las dos formas de trabajar con los niños para que éstos obtengan los beneficios de ambas. Pero la organización neurológica se hace esencial si lo que buscamos es solucionar el problema de raíz y de forma definitiva (¡para toda la vida!).
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