Estatua ecuestre de Felipe IV, de Pietro Tacca

Por Lparmino @lparmino


Estatua ecuestre de Felipe IV (1634 - 1640), de P. Tacca
Fotografía: Luis García - Fuente

 Un capricho puede convertirse en un momento trascendental. Algo así ocurrió con la estatua ecuestre de Felipe IV. El “Rey Planeta” quería una estatua parecida a la de su padre, el III de su nombre. Para ello, su valido, el conde – duque de Olivares, no dudó en solicitar la intervención del mismo escultor que ya había trabajado para la Corte, Pietro Tacca. El entramado político y de amistades del que tanto dependía la diplomacia española en la península italiana se puso en marcha para contactar con el escultor, residente en Florencia, y hacerle llegar el mensaje con el encargo correspondiente. Era el año 1634. Se iniciaba así un largo proceso para conseguir una de las estatuas más famosas, complicadas y logradas de la historia.Felipe IV (1621 - 1665) era uno de los monarcas más poderosos del momento. Sin embargo, el rey era más amante de los divertimentos varios y de las artes que de las pesadas labores derivadas del difícil gobierno de un país sumido en una cada vez mayor ruina interna y agotado por una larga guerra exterior con numerosos frentes abiertos. En este contexto, el valido consideró la necesidad de proporcionar al rey un lugar de descanso y esparcimiento acorde a su dignidad en las afueras de la villa de Madrid, el palacio del Retiro. El proyecto se convirtió en una de las mayores empresas artísticas del siglo XVII.El Retiro, con su sobrio exterior reflejo del gusto arquitectónico de los Austrias del XVII, destacaba por la riqueza de su decoración interna: mobiliario, objetos decorativos pero sobre todo, la cantidad ingente de pinturas de extraordinaria calidad. La atención a la obra escultórica era menor. Fueron pocos los encargos para la decoración del Retiro. Pero uno de ellos fue de especial relevancia: la estatua ecuestre de Felipe IV para los jardines del palacio.

La estatua en su actual ubicación
Fotografía: Tiberio Claudio Augusto - Fuente 

El encargo supuso la intervención de las más grandes figuras del siglo XVII en el campo del arte, en parte debido a la propia problemática que suponía su realización. Rubens estableció el modelo ecuestre que debía seguir la estatua. Tacca tuvo que resolver un primer inconveniente para conseguir un caballo en corveta. Y al parecer, cuenta más la leyenda que la historia, el propio Galileo intervino para realizar los cálculos necesarios para que el bruto animal se mantuviese en equilibrio. En cuanto al retrato regio, Tacca requería un modelo fiel al retratado. Se hizo llegar a la Corte desde Sevilla a uno de los mejores escultores del momento, Juan Martínez Montañés, para modelar la cabeza regia en barro. Precisamente fue retratado en esta labor por Velázquez. Incluso se supone que se remitió a Tacca un segundo retrato que fue pintado por el mismísimo pintor sevillano.
La estatua llegó a su destino en los jardines de El Retiro en 1640 (posteriormente, en el siglo XIX, se trasladaría a su actual ubicación en el Jardín de Oriente). Podría hacerse una lectura alegórica de la escultura, con un Felipe que no era capaz de sentirse cómodo teniendo que tomar las riendas de gobierno tan complicado como el español. Su gesto apático parece asumir con resignación las obligaciones de su posición, esperando el momento adecuado para poder disfrutar de aquello que de verdad la causaba agrado: el teatro, las mujeres, el arte… Su postura sobre el caballo resulta poco espontánea, algo forzada, reflejo de su mínima capacidad para poner freno a la lenta agonía de un país que iniciaba su decadencia largo tiempo anunciada.Luis Pérez Armiño