Estéticas Urgentes III: Los Robinsones de los Mares del Sur en Nueva Suiza

Por Zuloark

El mito del náufrago en la isla desierta ha sido infinidad de veces revisado a lo largo de la historia de la literatura y el cine, formando un imaginario colectivo de situaciones, aventuras e inventos que parece no agotarse, quizás porque en definitiva nos habla del ser humano empezando de cero y apañándose con lo que la gran tómbola de la vida, que cantara Marisol, tuviera a bien darle. Y así si terminases despertando en las playas de una isla deshabitada sabrás que tu estancia será más o menos placentera dependiendo básicamente de algo llamado suerte (llamadlo Karma, llamadlo guión) para luego dejarte a ti la responsabilidad de decidir qué haces con el tiempo que se te ha dado en ella. Es por tanto la perfecta metáfora de la vida misma. Cuando nacemos venimos irremediablemente a donde el azar convenga y esto nos da unas condiciones de contorno, un tablero de juego, pero a partir de ahí estás solo.

En esa oportunidad de empezar de nuevo se ve envuelta la familia Robinson cuando en su huida de las conquistas napoleónicas el barco que debía llevarles a Nueva Guinea naufraga cerca de una isla tropical. Un padre entusiasta, tres hijos varones y una madre algo aguafiestas construirán su vida a su medida aprendiendo a convivir en este nuevo medio lejos de su Suiza natal. Así en la película (la producción más cara hasta la fecha) se relatan múltiples inventos y fantasías técnicas y arquitectónicas construidas con el material reutilizado de su barco naufragado y todo aquello que la isla les proporciona, todos muy verosímiles a los ojos del entregado espectador. El film es un verdadero espectáculo, un alegato a la informalidad de calidad, un catálogo de lo que en esta serie de “Estéticas Urgentes” venimos a reivindicar. Queremos destacar cuatro momentos de la película qué nos ayudarán a explicar qué es eso que tanto nos gusta de ella, en orden cronológico:

- La Barca de salvamento hecha de mitades de barriles, a posteriori Tren flotante remolcado por tortuga marina. Para salir del barco encallado en rocas a unos cientos de metros de la playa y ante lo urgente de su situación, los Robinson podrían haber usado restos de tablones y nadar con las manos desesperadamente hasta tierra firme. En vez de eso se toman su tiempo para diseñar y construir con botavaras rotas y cabos una parrilla con las dimensiones adecuadas para que medios barriles estratégicamente serrados quepan en sus huecos y así poder transportar de forma segura a sí mismos y lo esencial para ponerse a salvo y sobrevivir los primeros días en la isla.

El hecho de dedicar un poco más de tiempo para hacer un buen diseño de barca salvavidas, les revierte en un trayecto más seguro y con más capacidad de carga pero además les ofrece la posibilidad de volver al barco en los días siguientes para tomar más víveres y transportar animales que no pudieron llevar en el primer trayecto, en una suerte de “tren-barca” flotante donde animales y cosas viajan en la propia estructura salvavidas y a los que no caben se les colocan pequeños barriles a modo de flotador y siguen el trayecto atados a la embarcación desde popa por un largo cabo. El difícil traslado a remo mejora cuando Ernst Robinson (el hijo listo) engancha con un cabo, desde la proa del convoy, al lomo de una gran tortuga marina que casualmente se dirige a la playa, sirviendo ésta de improvisado remolque animal.

El buen diseño lo es todo y más en situaciones de emergencia, te da resistencia estructural hacia la victoria, te permite la optimización de recursos y energía y no tiene porqué estar reñido con nuestra corriente artística favorita, ya seas pop o minimalista.

- La Casa en el árbol. Icono cultural y pieza clave del film. El padre Robinson en vista de la probabilidades de ser rescatados y de la peligrosidad que entrañaban las bestias autóctonas, da rienda suelta a su imaginación que a estas alturas del metraje ya había sido completamente invadida por la emoción creativa de la urgencia y consiguiendo contagiar a sus hijos para producir la Casa en el árbol definitiva y a la postre paradigmática en la cultura del cine en una memorable escena que ha sido inspiración para muchas generaciones de soñadores que terminaron construyendo sus propias viviendas en las copas de los árboles a lo largo y ancho del globo y que recogen cientos de publicaciones. Una casa en un árbol pues, es el deseo de medio mundo por alguna razón a la que podría dedicar mil sesudas palabras para tratar de explicar, pero que terminaría concluyendo en un “porque mola” ya que sinceramente creo que está en lo más profundo de nuestros 40.000 años de evolución genética. Una historia recomendable es “El barón rampante” de Italo Calvino.

Aunque la madre Robinson es muy reticente en un principio y durante la primera visita de obra (incluyendo grúa accionada por fuerza motriz paquiderma), finalmente queda fascinada, cómo el público en sus butacas, al comprobar el sinfín tecnológico que se despliega ante ella contenida en una deliciosa inventiva de arquitectura retro-tropical, un prodigio híbrido entre su cultura europea de principios del s.XIX y la estética de la emergencia vegetal, construida con elementos a mano pero sobre todo con piezas re-usadas y re-programados provenientes de la nave naufragada, crean una domesticidad habitable y acogedora. La secuencia en que esto se relata es un flashforward de la prueba “La cacharrería” del popular programa de TVE1 “No te rías que es peor” donde los concursantes tenían que usar su imaginación para representar inesperados nuevos usos a objetos cotidianos. Escaleras levadizas de seguridad accionadas por rotación de antiguo timón. Bomba de impulsión de agua compuesta por una cadena de recipientes de bambú accionados por un pequeño molino de riachuelo, que distribuye el líquido a cañerias tambien de bambú y estas a barriles que surten de agua corriente a lavabos, fregadero de concha de tortuga y cámara frigorífica. Todo exterior e independiente, el detalle final ocurre en el dormitorio de los padres donde una trampilla en la cubierta es accionada desde la cama para poder contemplar las estrellas mientras te quedas dormido.

La Casa en el árbol de los Robinson durante el rodaje.

El ingenio y el diseño van de la mano en este tipo de “Arquitectura emergente” los Robinson deciden vivir su destino lo mejor que se puedan permitir y construyen para la durabilidad. Para algunos la estética urgente está indefectiblemente unida a la estética o al carácter de lo efímero. Precisamente es este el valor contrario que ensalzamos de los Robinson y sus diseños, qué están hechos a la manera suiza, para ser duraderos, eficientes y versátiles a pesar de ser una situación aparentemente provisional y carente de medios. Lo efímero, cómo se ha comprobado en los últimos años, suele traer consigo mayor gasto energético y material, diseños y detalles constructivos pobres y en última instancia está sirviendo para etiquetar la arquitectura que se practica por jóvenes arquitectos en momentos emergentes como los que vivimos, tachándolos al mismo tiempo de arquitectura antisistema y pobremente diseñada, como excusa para excluirles del muy menguado campo de oficio. Cuando precisamente lo que se busca es la permanencia por eficiencia, la participación por el diseño abierto y el buen oficio por la mediación de arquitectos.

- Olimpiadas familiares. Recientemente leíamos en los medios las declaraciones del Alcalde de Barcelona, Xavier Trias, en las que afirmaba que “en España sólo Barcelona podía competir con Estambul y Tokio por los Juegos Olímpicos” y sinceramente, no podríamos estar más de acuerdo!

Madrid ha vuelto a fracasar en su intento de acoger unas olimpiadas, esta vez para mayor escarnio de su alcaldesa. Quien conozca a fondo la capital de España sabe que se parece poco a otras capitales o ciudades importantes del mundo. Las ciudades olímpicas siempre han sido cool y glamourosas, han de desprender modernidad y parecer qué huelen bien y eso amigos, no es Madrid. Desde el auge de la globalización en las últimas décadas, tener el privilegio de organizar unas olimpiadas significaba cuantiosas inversiones, desarrollismo, empleo fácil, el orgullo de poner tu ciudad en el mapa y por tanto especulación, recalificaciones abusivas, gentrificación, comisiones y perpetuación de la oligarquía neoliberal local. Y así poco del valor añadido cultural y económico qué pudiera suponer el evento revierte directamente sobre la ciudadanía qué va a padecer despilfarro de dinero público, obras, inflación, recorte de derechos, etc… Todo por la romanticismo de ser una ciudad olímpica y la posibilidad de asistir pasivamente a algún evento deportivo a precios exorbitantes. Todo se apoya en un modelo económico mundial que hizo crack en 2008 y nos ha llevado a una crisis sin precedentes y el COI continúa ignorándolo y organizando sus olimpiadas con modelos agotados de cuando creíamos ser ricos. La comisión Madrileña estaba viendo en las olimpiadas del 2020 su última ocasión para volver a vivir como antes, para continuar 7 años más con el espejismo de riqueza y modernidad que nunca hemos tenido. Por mucho que se empeñen sus políticos y los más rancios lobbies de poder, Madrid ha demostrado que no es ni puede ser la ciudad posh, cool y resplandeciente que unas olimpiadas al uso necesitan. Es, sin embargo, mucho más! Es la ciudad perfecta para acoger el verdadero espíritu olímpico que reinará en las Olimpiadas del futuro, las del s.XXI.

El COI debería reflexionar sobre cómo reorientar esta celebración del espíritu humano para que no sea la excusa para perpetuar un modelo caduco que sólo beneficia a unos pocos y que ocurrirá solamente en ciudades que ofrezcan esa falsa ilusión de modernidad y corrección institucional. Madrid que a pesar de lo que intenten vender con cafés con leche y cenas románticas, no es y nunca ha sido ese tipo de ciudad olimpiable, podría ser en cambio sede de unas olimpiadas auténticamente contemporáneas, mucho más participativas, justas, redistribuidas, inclusivas, bottom-up y con un valor añadido de más calado. Tiene el caldo de cultivo perfecto como hemos visto en los últimos años con iniciativas populares que no han hecho más que crecer y con una ciudadanía de base que no tiene complejos ni manías lastrantes. Se están testando en ella verdaderos modelos de confianza que demuestran que otro tipo de diseño y vivencia urbana es posible, generando cada día más reconocimiento y legitimidad dentro y fuera de nuestras fronteras por instituciones serias.

Y esto, por supuesto, afectaría a la organización de unas olimpiadas contemporáneas a las que Madrid tendría finalmente todas las de ganar! Donde las posibilidades son múltiples. Podría ser con un sistema adaptado parecido al que proponen PKMN en sus “From Olympic Games to Urban Games” , o podrían más ser freestyle, como las que practican nuestros protagonistas, los Robinson, cuando el padre decide organizar unos eventos deportivos familiares para relajar el ambiente después de arduos días de trabajo preparando la defensa de su isla de los temibles piratas. Así acontece una trepidante carrera en travelling donde los jóvenes compiten a lomos de Avestruces, Zebras, Elefantes y Burros, con perros y monos de jurado. Y podrían ser desde luego unas más sensatas (más sensatas que las actuales claro) donde por ejemplo los costes de celebración se pudieran auto-anular o revertir en ambientes locales, donde en vez de construir una villa olímpica de cero (paradigma urbano del despilfarro energético, la recalificación y la gentrificación) se podría plantear un proyecto de residencias olímpicas distribuidas, donde “familias de acogida olímpica” hospedarían a los atletas y donde esos mismos deportistas de élite, cuando ya estén fuera de competición, participen en charlas, talleres y actividades deportivas a la par con esa ciudadanía que los acoge en su ciudad durante un mes, promoviendo el verdadero espíritu olímpico desde y con la personas, y así podríamos seguir dando ejemplos de cómo con un buen diseño, en este caso de estrategia olímpica, las cargas y beneficios de su organización y disfrute revierten directamente en la economía local y en la escala ciudadana, generando empatía y dejando de ser los juegos el absurdo y ajeno derroche en que se han convertido.

- Defensa antipirata. Las olimpiadas familiares se ven interrumpidas por la llegada de los piratas. El enfrentamiento es inminente y a pesar de la desventaja de los Robinson por 20 a 1, la defensa ha sido bien preparada durante las últimas semanas. La familia corre a defenderse a una atalaya natural convertida ya en cuartel general-cueva desde donde controlar el avance enemigo y activar toda clase de trampas a su paso.

Lo primero, un desmotivador de tropas enemigas, una pasarela que salva la llegada del riachuelo a la playa, un pequeño “puente sobre el río Kwai” que al accionar un resorte cede con estrépito en el momento de mayor aglomeración pirata. Mientras se recuperan del susto y entre chapoteos, sobre ellos se cierne una lluvia de flechas disparadas desde ballestas enlazadas mecánicamente. Con la moral tocada los piratas continúan su avance entre las palmeras sin sospechar que el suelo qué pisan camufla con hojas de palma profundos agujeros donde irán cayendo a pares, uno de estos hoyos incluso contiene un tigre que, en días previos, el pequeño hijo Robinson había logrado cazar con un cebo sobre la misma trampa-agujero. Los dispositivos de defensa se suceden mientras los bucaneros continúan su acecho, así mojones explosivos teleoperados a mecha, cientos de ingeniosas bombas-coco lanzadas desde la atalaya y una espectacular presa de troncos qué es liberada, hacen que los malos rueden cuesta abajo en una fiesta de cartón piedra y huidas alocadas que mucho nos recuerda al mítico programa “Humor Amarillo” donde el ingenio de Takeshi Kitano se desbordaba en pruebas locas y brillantemente producidas, dobladas y traducidas al castellano como La Muralla China, El Laberinto del Chinotauro, Tarzán de los golpes, La Tabla de Planchar, Las Zamburguesas, Rollitos de Primavera y Los cañones de Nakasone entre otros muchos, todas ellas excitaban nuestra imaginación hasta el punto de desear que la aburrida ciudad se transformase en una gymkana infinita tan divertida y exquisitamente profusa. No mencionaremos esta vez la inteligencia colectiva qué hay detrás de las guerras de guerrillas y las guerras de espionaje.

No confundamos complejidad y urgencia con lo chabolístico y no confundamos el buen ejercicio de la profesión de arquitecto con lo aburrido o peor aun con lo simplificador.

De la misma forma que los Robinsones de los mares del Sur a pesar de su prisa, de su urgencia por sobrevivir se preocuparon mucho de diseñar correctamente sus medios de transporte, su domesticidad, su ocio y su defensa, la ciudad puede ser concebida como ese tablero de juegos cambiante con reglas que puedan asumir su complejidad y biodiversidad de agentes y conflictos, y no por ello dejar de ser estéticamente bella, eficiente y funcional.