Estrategias para desprescribir o jubilar medicamentos inútiles

Por Saludyotrascosasdecomer
No es nada nuevo decir que a más años más medicamentos. Y que ésto no sólo es debido a tener más enfermedades, ya que muchos de los medicamentos que se utilizan son preventivos, cuando no para síntomas menores o problemas de salud para los que no ofrecemos otra respuesta que no sea farmacológica.
El problema no es en sí la polimedicación, sino que muchos de estos medicamentos no son adecuados. Ni para la circunstancia personal de cada paciente, como son su edad, sus expectativas de vida, sus necesidades y perspectivas. Ni por que la mayoría de los tratamientos farmacológicos no están debidamente probados en pacientes ancianos. Ni porque habitualmente es en esta edad cuando aparecen los mayores problemas derivados del uso de fármacos.
Por este motivo, desde hace un tiempo se insiste en determinados círculos (aún escasos, ciertamente) en la necesidad de reformular los objetivos terapéuticos cuando la vida comienza a enfilar la cuesta abajo (o la cuesta arriba, según se mire), y quitar los medicamentos que "sobran". Es lo que algunos han dado en llamar farmacotectomía y otros desprescripción. Pero, ¿cómo hacerlo? ¿Por dónde meter la tijera?
En la literatura están descritos dos estrategias diferentes. Una sería replantearse cada fármaco, uno por uno, en función de si hay evidencia que avale su uso para la edad y estado funcional del paciente, si presenta efectos adversos relevantes o si existen mejores alternativas. Este planteamiento es el que proponen autores como Doron Garfinkel, y que, en definitiva, lo que supone es interiorizar el siguiente algoritmo de revisión sistemática individualizada de la medicación:

Esta sistemática puede parecer algo temeraria, pero no lo es. ¡Cómo le vamos a quitar los medicamentos para la tensión (por ejemplo)! Pues a lo mejor no es mala idea: entre el 20 y el 85% de las personas mayores a las que se les retira los medicamentos hipertensivos mantienen cifras de presión arterial normales al cabo de un tiempo, sin que, además, aumenta la mortalidad asociada. Y es que desprescribir no sólo no provoca más muertes, sino que, al menos preliminarmente, parece que incluso disminuye la mortalidad, además de mejorar la calidad de vida y reducir los costes.
Otra estrategia que parece dar resultado es la de quitar sólo selectivamente algunos fármacos: aquellos que no está demostrado que aporten beneficios relevantes en los ancianos o los que potencialmente pueden producir daños importantes a esas edades.
En muchas ocasiones, Less is more, dice sabiamente una serie de artículos de la revista Archives of Internal Medicine. En cualquier caso, es un tema complejo, con múltiples aristas y de difícil aproximación. Cualquier intento de llevar a cabo alguna de estas dos estrategias debe ir parejo al compromiso de recular si la cosa no sale bien. Precauciones que, a veces, y paradójicamente, no tenemos cuando iniciamos la prescripción...