Ética, legalidad y células madre: un puzzle de un millón de piezas por resolver

Por F.guiral - S.pérez

Me enteré al vuelo y de casualidad hace unos días de que la Union Internationale des Avocats celebraba su congreso anual en Miami y de que una de sus sesiones estrella llevaba por título Ciencias de la vida y economía de la biotecnlogía, ¿cuáles son los límites?

Cuando ví la información ya charla ya había empezado, ¡lástima!, pero pensé, “más vale llegar al final que no llegar”, así que rápido rápido encaminé mis pasos hacia el hotel Loews, situado en el corazón de South Beach. Además, para qué engañarnos, cualquier excusa es buena para asomarse a la cara más cosmopolita y más art decó de Miami.

Desafortunadamente no llegué a tiempo de escuchar la charla de Bárbara J. Gislason, presidente del Comité de la Propiedad Intelectual de la sección de la ABA TIPS  USA. Pero sí tuve la oportunidad de escuchar a Mario Stasi, ex presidente del Colegio de Abogados de París, y ex miembro del Consejo Consultivo Nacional de Ética Francesa de Ciencias de la Vida y la Salud.

Stasi realizó un interesante recorrido por la legislación y las implicaciones éticas que rodean a un tema tan complejo como las células madre en Europa, un puzzle compuesto por diferentes piezas entre sí, lo que demuestra los diferentes enfoques que se han realizado por los miembros de la UE.

Porque, según Mario Stasi, hasta la fecha no hay un acuerdo unánime sobre los dos aspectos más espinosos de la investigación científica con células madre. El primero, cuándo un grupo de células embrionarias se  convierte en una vida humana. El segundo, y no menos relevante, qué hacer con los miles de embriones almacenados y abandonados en laboratorios de todo el mundo.

Ante estas diferentes aproximaciones, el conferenciante se preguntó si el quid de la cuestión es que no hay una sola verdad, y si la base ética de la legislación sobre células madre no está bien sustentada. “Lo que está claro es que no podemos basarnos en parámetros económicos cuando nos enfrentamos a a este tema, porque la economía no nos dice lo que es correcto y lo que es incorrecto”. “Es aquí donde nuestra profesión tiene un papel clave, para aportar el entorno jurídico más adecuado que defienda los derechos fundamentales del ser humano siguiendo las pautas del mal menor”.

Stasi comentó que en el otoño de 2010 Francia modificó y revisó su Ley sobre Bioética aprobada en 1994, en la que se decide que el único uso autorizado de las células embrionarias sea para investigaciones científicas autorizadas  y para las técnicas de reproducción asistida.

El conferenciante, que participó en el comité de Bioética que elaboró el informe previo a la aprobación de esta ley que hubo reservas en parte del Comité ante la posibilidad de la instrumentalización de las células madre y que los criterios de negocio anulen los aspectos éticos y deontológicos.

Mario Stasi también lanzó una pregunta al aire y es qué sucede con aquellos embriones conservados en laboratorios y que han sido abandonados, ya que solo un porcentaje  pequeñísimo ha llegado a término en el vientre de madres con problemas de fertilidad.

La segunda parada que realizó Stasi tras haber comenzado, de forma lógica, por Francia, fue España, a la que calificó, no sin cierta ironía según percibí, del segundo país más avanzado en el estudio de las células madre embrionarias tras EE.UU. Aquí, la Ley 14/2007 de Investigación Biomédica, establece el momento en que un embrión se convierte en vida humana y también que la utilización de estas células para investigación debe contar con el consentimiento explícita del donante. 

De hecho, España está a la cabeza, tras Estados Unidos, en la conservación de células del cordón umbilical, 65.000 muestras, tras Estados Unidos.

En Gran Bretaña, país también pionero en la investigación y regulación con células madre, se permite su uso en terapia celular y es Rusia el país que cuenta al respecto. “De hecho las afueras de Moscú están llenas de clínicas antienvejecimiento, donde por 1.000 euros puedes someterte a una terapia génica de este tipo”, comentó Stasi.

Por su parte Suiza sometió, lógicamente, su legislación al respecto en 2010 y el 77% de los votantes dieron su aprobación a la investigación con células madre embrionarias siempre que cuente con el consentimiento de los donantes.

Me resulto especialmente curiosa la posición de Alemania al respecto, comentada por el conferenciante, ya que que en 2007 se aprobó la legislación pertinente que aprueba la investigación con células madre, pero exclusivamente si son importadas. El práctico espíritu alemán, que decide evitarse dolores de cabeza éticos… “Las células estaban ahí, nosotros solo les hemos dado uso”, parecen querer decir.

Como conclusión a su charla, Mario Stasi comentó que la abogacía tiene un papel clave en este proceso y no puede mirar para otro lado. “Necesitamos poner límites a la investigación científica, para la que en muchas ocasiones existe solo el haber, con nuestro derecho a establecer lo que debe ser. Al fin y al cabo, la verdad es el camino”, concluyo.

Como sucede en este caso tan complejo, esta conferencia dejó en mí muchas más preguntas que respuestas, comenzando con la más básica. “¿Por qué no existe una legislación comunitaria unificada y vinculante al en un tema tan complejo y relevante? ¿De nuevo Bruselas se lava las manos a lo Pilatos, como en el caso de sus mareantes idas y venidas en la regulación de las semillas modificadas genéticamente?”.

Efectivamente está de acuerdo conmigo en este tema el investigador del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) Manuel Collado, en su artículo publicado ayer martes en Amazings: El lío de las patentes con células madre embrionarias.

En ellos comenta el temor que despierta entre los científicos europeos la reciente sentencia del Tribunal de Justicia Europea que ha desestimado la petición del neurocientífico  Oliver Brüstle de solicitar en 1999 una patente de un método que permitía diferenciar células madre embrionarias de células precursoras naturales, y que da la razón a las objeciones legales planteadas por Greenpeace en su momento y recogidas en un artículo publicado por el El País y en mi opinión muy flojo desde el punto de vista retórico, basadas en la directiva comunitaria que establecía que “la utilización de embriones humanos con fines industriales o comerciales”. Es decir, corresponderá al juez de cada país determinar si una célula madre obtenida a partir de un embrión humano constituye un embrión humano.

Preguntas complejas a las que no encuentro respuesta. ¿Es un embrión humano abandonado en una clínica de fertilidad una vida congelada o un proyecto frustrado de vida? Para mí, mi hijo ya era mi hijo cuando solo era un embrión en mi vientre, ¿lo es para una mujer que decide abortar? ¿Un donante tiene la sensación de haber dejado varios hijos por el camino, o sólo embriones fecundados? ¿Qué es lo que convierte a un embrión en tu hijo? Para mí, un sentimiento. Pero, ¿cómo se puede evaluar, medir, patentar… un sentimiento tan poderoso como la creación de vida humana? Por otro lado, ¿es lícito cerrar la puerta a cal y canto a una línea de investigación que podría paliar tanto sufrimiento que no es un proyecto de sufrimiento, sino sufrimiento real?

A estas preguntas no encuentro respuesta… posiblemente porque ni siquiera la tengan, como explicaba el experto en derecho Mario Stasi. Solo tengo dos cosas claras. La primera es que la UE tiene la responsabilidad de mirar a la cara a esta tecnología, de saber afrontar su desarrollo y sus consecuencias éticas y económicas.  

La segunda, que los científicos que comparan las patentes sobre el genoma humano con las patentes relacionadas con otras tecnologías, como la informática, deben entender a los que sentimos, aunque quizás deberíamos pensarlo, que estamos hablando de temas completamente diferentes y que las ciencia y la investigación relacionada de forma tan intrínseca con el ser humano tienen un componente mucho más complejo que no debemos ni ignorar ni simplificar.

Más info sobre Células Madre: Europe´s stem cell hub