Ya hemos tratado este tema con anterioridad, reconociendo su dificultad
Para suerte de los pediatras, la gestión de la muerte infantil con todo su dramatismo, en los últimos 50 años, de cuando la mortalidad infantil en esta parte del mundo estaba en el 50/1000, ha pasado a ser una rareza. Y algo de ese éxito podemos atribuirnos los pediatras.
La propia infrecuencia hace que las situaciones terminales representen una carga social y emotiva algo más dramática. Para el personal sanitario la experiencia de la la muerte infantil y la carga de fracaso que comporta añade dificultades.
Sin embargo, todo ello no puede obviar una actuación profesional ética, compasiva y eficaz. Que la situación salga fuera de los limites asistenciales y trascienda a los medios de comunicación se debe a errores en la gestión clínica o a posturas confesionales radicales que comporten conflictos entre los diferentes actores: familia, profesionales, juristas y administración.
El lamentable caso que ha ocupado los medios esta semana de una menor en situación terminal en un hospital en Galicia es una muestra de esas situaciones indeseables. Más lamentable aún que sea el escastillamiento en una postura intransigente por parte de un jefe de Servicio y por motivos ideológicos. El concurso de los Comités de Ética Asistencial debe ser la mejor ayuda decisoria y su composición y eficacia debe ser objeto de constante atención en los centros hospitalarios. El recurso a la justicia ordinaria en caso de conflicto siempre es la menos deseable de las soluciones.
Desde aquí estimulamos a los lectores a desprenderse de prejuicios, estudiar la materia y reconocer que la limitación del esfuerzo terapéutico es una opción clínica adecuada a algunas situaciones y con un sólido respaldo científico y ético. Y que la ideología tiene muy poco lugar en las actuaciones clínicas.
X. Allué (Editor)