Eutanasia infantil de nuevo

Por Pedsocial @Pedsocial

Los niños se mueren poco en el mundo occidental. La principal causa son los accidentes y con lo que tienen de súbito no plantean consideraciones sobre la dignidad del proceso de la muerte. Hay sin embargo una serie de circunstancias en las que la muerte viene precedida de actuaciones clínicas que debieran ir encaminadas a evitarla o aplazarla. Lamentablemente no siempre tienen éxito y el final se hace inevitable. Actualmente las situaciones más comunes suceden en el ámbito de la Neonatología, en recién nacidos prematuros de muy bajo peso que hayan padecido lesiones neurológicas irreversibles como la hemorragias periventriculares tipo IV, o bebés con grandes malformaciones, sobre todo las que afectan al Sistema nervioso Central, sin tratamiento eficaz. Menos frecuentes las enfermedades neoplásicas avanzadas y la fase final de enfermedades neurodegenerativas. A diferencia de la atención médica al adulto o al anciano, todos estos escenarios son infrecuentes, casi siempre limitados a centros hospitalarios de mayor nivel asistencial, por lo que la experiencia de muchos facultativos pediatras en estas materias es escasa por muy ocasional.

Ya hemos tratado este tema con anterioridad, reconociendo su dificultad

Para suerte de los pediatras, la gestión de la muerte infantil con todo su dramatismo, en los últimos 50 años, de cuando la mortalidad infantil en esta parte del mundo estaba en el 50/1000, ha pasado a ser una rareza. Y algo de ese éxito podemos atribuirnos los pediatras.

La propia infrecuencia hace que las situaciones terminales representen una carga social y emotiva algo más dramática. Para el personal sanitario la experiencia de la la muerte infantil y la carga de fracaso que comporta añade dificultades.

Sin embargo, todo ello no puede obviar una actuación profesional ética, compasiva y eficaz. Que la situación salga fuera de los limites asistenciales y trascienda a los medios de comunicación se debe a errores en la gestión clínica o a posturas confesionales radicales que comporten conflictos entre los diferentes actores: familia, profesionales, juristas y administración.

El lamentable caso que ha ocupado los medios esta semana de una menor en situación terminal en un hospital en Galicia es una muestra de esas situaciones indeseables. Más lamentable aún que sea el escastillamiento en una postura intransigente por parte de un jefe de Servicio y por motivos ideológicos. El concurso de los Comités de Ética Asistencial debe ser la mejor ayuda decisoria y su composición y eficacia debe ser objeto de constante atención en los centros hospitalarios. El recurso a la justicia ordinaria en caso de conflicto siempre es la menos deseable de las soluciones.

Desde aquí estimulamos a los lectores a desprenderse de prejuicios, estudiar la materia y reconocer que la limitación del esfuerzo terapéutico es una opción clínica adecuada a algunas situaciones y con un sólido respaldo científico y ético. Y que la ideología tiene muy poco lugar en las actuaciones clínicas.

X. Allué (Editor)