El TOC de amores es una expresión de relativo nuevo cuño que identifica la idea obsesiva de no amar realmente a la pareja, a pesar de que existan momentos ‘lúcidos’ en los que se sienta que no se puede vivir sin ella. Dudas constantes, ansiedad y obsesión suponen una tortura constante para las personas que padecen de este problema.
Quienes sufren de inseguridad afectiva, se preguntan una y otra vez si están con la pareja adecuada, fantasean con amar a otras personas, o creen que el amor debería ser intenso y espectacular, como en una película romántica. Cuando se desvanecen los vapores intoxicantes del enamoramiento, empiezan los pensamientos compulsivos y vuelven de forma periódica o constante si se continúa la relación, precipitando la ruptura en la mayorías de los casos.
Con esta descripción, se diría que todos tenemos, o hemos tenido, un TOC como la copa de un pino.
El aumento de casos de estas características, tiene una íntima relación con el creciente infantilismo de nuestra sociedad actual, en las que a las personas no se les consiente aburrirse, frustrarse o afrontar retos emocionales. Lo que se propone ante cualquiera de estas situaciones es, por consiguiente, evadirse, entretenerse consumiendo cualquier cosa o adquirir un nuevo y refrescante enamoramiento. Todo esto, junto a mensajes aleccionadores de que el amor debe ser eterno y conlleva luchas y sacrificios sin cuartel para lograr algo así como el éxtasis permanente. Sólo nos falta venderlo en las gasolineras, junto con unas rosas y un par de cilicios.
Un sanísimo término medio sería aprender precisamente a aburrirse, a asimilar la frustración y a lidiar con los retos sin destrozarse en el intento.
No es lo mismo saber -sobre el papel- que el amor tiene épocas más exultantes y épocas más tranquilas, que verse en la tesitura de encontrarse en una relación en la que uno no está preparado aún para bajarse de las nubes, diga lo que diga su cabeza.
Los así llamados TOC de amores son habituales en las relaciones dependientes. En estas dinámicas, se mezcla en sentimiento de culpa y del amor entendido como una obligación ineludible, en lugar de una elección, lo que causa la consiguiente angustia en que entra en conflicto nuestra necesidad de ser queridos (no puedo vivir sin él/ella) con un proceso de desamor que la mente trata frenéticamente de evitar (necesito quererle).
Parte del origen de este problema de inseguridad afectiva, es la falta de autoestima, sumada a una idea distorsionada del amor de pareja como algo que debiera procurarte un estado de satisfacción y bonanza permanente.
La pareja puede tapar un vacío temporal, pero si la persona no se hace cargo de su propia vida y felicidad, este vacío saldrá a flote tarde o temprano porque sólo se ha camuflado, en ningún momento, se ha solucionado. En este punto, empiezan las dudas, las angustias e inseguridades: si mi pareja no llena este vacío, es que no la amo o debo buscar a otra nueva pareja que sí pueda cumplimentar mis expectativas para sentirme pleno/a.
La historia, como es natural, se repite con la siguiente pareja.
Las relaciones amorosas suponen un aprendizaje constante, un desafío y un compromiso constante y coherente con uno mismo y con la otra persona. Una buena relación te puede aportar un considerable bienestar, al igual que una mala relación, te afecta negativamente. Pero ninguna relación puede darte el sentido de tu existencia, ni medir tu valor como ser humano, ni arreglarte los problemas de tu infancia, ni entretenerte para que no te aburras, ni remediar tus conflictos en cualquier otro aspecto de tu vida. Esto es tu trabajo: no el de tu pareja.
Para aprender amar, no existen tratamientos psiquiátricos, ni medicamentos. Para amar, hay que amarse a uno mismo, amar lo que nos rodea, tener algo que dar a otras personas. Si uno no se centra en quererse y aceptarse y en cambio espera que otros lo hagan por él, su destino será ser perpetuamente zarandeado por la inseguridad amorosa, saltando de una a otra relación sin mucho criterio y estancándose en una insatisfacción a duras penas soportable en la que el trabajo y el compromiso se sustituyen por diazepanes y lexatines.
Si uno no tiene metas, proyectos, sueños, ilusiones, incluso obsesiones sanas y constructivas que sean parte de su propio camino vital, independientemente de que haya o no haya una pareja, es momento de detenerse y reflexionar: ¿te gusta la vida que tienes? ¿qué te gustaría hacer? ¿qué harías si estuvieses a solas contigo en una isla desierta? ¿qué recursos desarrollarías para sentirte bien?
¿No sabes ni por dónde empezar? Pues empieza por tantear diversas posibilidades. Existen numerosos cursos y talleres gratuitos de diversas materias, puedes montarte una página web para explotar alguna afición que tengas, muévete en ambientes diferentes, haz algún deporte, apúntate a un voluntariado…a lo mejor a la primera de cambio no encuentras aquello que te va, pero cuanto más abras el abanico de encuentros y experiencias, más indicaciones y señales luminosas irás encontrando a medida que avances y aprendas.
Si encuentras aquello que realmente te llena y sigues experimentando las mismas dudas con respecto a tu relación, es muy probable que en efecto, no estés con la persona adecuada. La mejor manera de averiguarlo, es eliminando la necesidad de que dicha relación te solucione la vida: en este punto, podremos distinguir necesidad de verdadero amor.
La pareja no es un padre, una madre, un protector, un bebé indefenso o un ser heroico y todopoderoso. La pareja es un ser humano que camina contigo, compartiendo unas vivencias, aprendiendo de qué va esto de la vida y teniendo que lidiar con sus propias crisis, conflictos y carencias. No sólo se trata de pasar buenos momentos, hacer cenas románticas y de decirse cosas bonitas, sino de poder hablar de lo que nos aflige, de nuestra insatisfacción por una situación concreta o de aquello que nos preocupe con honestidad, respeto y sin endosar al otro el peso de nuestras insatisfacciones personales.
A menos que haya antecedentes de trastornos obsesivos compulsivos diagnosticados -en cuyo caso conviene consultar a un profesional al respecto- la comunicación, la madurez y el compromiso son la mejor terapia para el TOC de amores.
La dependencia emocional para muchas personas es adictiva, porque representa la forma de amar idealizada que sueña el romanticismo de ficción y que sus propias carencias afectivas necesitan alimentar sin descanso. Sin embargo, salir de este círculo y abrir la mente a otras posibilidades nos prepara para empezar a transformar nuestras relaciones en una herramienta de crecimiento y no de supervivencia.
Que tus elecciones reflejen tus esperanzas, y no tus miedos (Nelson Mandela)