Con el título elegido, Olascuaga alude a un oscuro sesgo de la condición humana, el fenómeno que ocurre también en los animales y que consiste en la reaparición de impulsos o de hábitos propios de los antepasados de cada especie.
Olascuaga ilustra diez cuadros que parecen las estaciones de un "Via Crucis" profano, para representar ciertas fuerzas que duermen o despiertan en el hombre, desde la defensa instintiva de un espacio territorial o el estallido de una onda agresiva a través del grupo, hasta los abusos de autoridad o el veloz contagio con que un fragor popular llega al linchamiento. (JORGE ABBONDANZA - El Pais digital)