Hay veces (pocas, que todo hay que decirlo) en que metemos la pata hasta el corvejón ... Tras una pifiada gorda nos sentimos fuera de lugar. Son momentos en los que decimos ¡tierra trágame! o... ¿quién porras me manda abrir la boca? En esos casos no nos importaría para nada desaparecer de golpe y porrazo. Lo intentamos, no creáis... De hecho, nos quedamos muy quietas, como intentando mimetizarnos con el entorno, haciéndonos los invisibles... Pero no, ya hemos metido el patón, y todos los ojos se dirigen a nuestra persona irremediablemente.... Nos encantaría ser como ese busto en lo más alto del marco de la puerta...
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O como esas botas que se esconden en la lámpara...
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Y es que no sabemos en qué pesaban los habitantes de estos hogares para situar algunos de los objetos que en ella moran... ¿La foto del bisabuelo entre los "aperos" de cocina?
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Y la Santísima Virgen... ¡¡que nos la han dejado plantada!!
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¿Qué decir de la sirenita....? No sólo no está en el fondo del mar, como Ariel, ¡sino que nada por las vigas!
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Con todo, las extrañas localizaciones de estos "cosos" tiene su punto. Y no está de más aprender de ellos y quitarnos las vergüenzas, que hay que sentirse a gusto en cualquier lugar, pese a quien pese. ¿O no?