El mundo se mueve deprisa y nosotros le seguimos el ritmo. Eso provoca que a veces intentemos alargar cual trozo de plastilina cada hora del día para hacer probablemente más de lo que nuestro cuerpo es capaz de asimilar.
Incluso en vacaciones programamos nuestro tiempo intentando amortizar cada minuto de ocio. Puede ser que no podamos cambiar el hecho de vivir rápido, pero lo que si podemos hacer es incorporar unas normas básicas donde nuestra alimentación vaya acorde a las necesidades de nuestro organismo.
Se puede decir sin exagerar que a día de hoy más de la mitad de la población padece al menos una vez a la semana de patologías como ardor de estómago, estreñimiento, diarrea, gases o empachos. Sin contar con que uno de cada dos españoles sufre de sobrepeso.
¿Los culpables?
El estrés, una alimentación desequilibrada, demasiado producto precocinado y sobre todo, poco tiempo para conectar con las necesidades naturales de nuestro organismo.
¿La solución?
Comer de acuerdo a nuestra agenda y posibilidades, pero hacerlo con cabeza y una cierta planificación. Comida rápida no tiene que ser sinónimo de comida basura.
Del “fast food” al “fast good”
Desde la cocina tradicional se viene oyendo hablar de los perjuicios de un“fast food” que ha ido invadiendo poco a poco nuestro estilo de vida. ¿O ha sido nuestro estilo de vida el que ha invadido nuestra cocina?
En cualquier caso se critica la rapidez de las elaboraciones culinarias cuando el énfasis debería más bien orientarse hacia la velocidad con la que estas son engullidas.
Una de las recomendaciones que debemos siempre tener clara cuando vamos con prisas es que para nuestra digestión y asimilación de nutrientes cinco minutos de tranquilo masticado “sí” hacen la diferencia. Así que todo el tiempo que ganemos en la adquisición o elaboración de la comida lo deberíamos reservar para la ingestión de la misma.
Hay varias razones por las que es conveniente comer con calma. Cuando comemos enviamos unas señales nerviosas al cerebro que aumentan la sensación de saciedad, disminuyendo nuestro apetito.
Si lo hacemos muy deprisa, para cuando estas señales alcanzan el hipotálamo ya habremos terminado, habiendo ingerido más comida de la necesaria. Hay que darle tiempo al cuerpo a que nos diga cuando es suficiente.
Además, no nutre todo lo que se come sino lo que se digiere, y para una buena digestión necesitamos de un buen masticado.
En este proceso mezclamos los alimentos con la saliva transformándolos en una papilla, que entre otras cosas ahorrará el esfuerzo titánico que le supone a nuestros jugos gástricos de hacer solos todo el trabajo. Además si masticamos bien produciremos más saliva poseedora de una enzima llamada amilasa que favorece la digestión química de los alimentos.
¡Y no nos olvidemos del placer que descubriremos al saborear lentamente todos los matices y texturas de cada ingrediente de nuestro plato!
Otra diferencia entre “fast food” y “fast good” está dada por la variedad y cantidad. No se trata a veces tanto de “donde comemos” si no de “el qué” y “cuanto”. Y para esto es necesario tener unas nociones básicas de nutrición y lo que es más importante: una buena dosis de voluntad.
Pero la voluntad no es algo que venga innato en la mayoría de nosotros, conviene entrenarla. Por esto debemos tener siempre muy presente la importancia de pedir raciones pequeñas y con gran variedad de ingredientes frescos. Cuantos más colores en nuestra comida, seguramente más nutrientes.
Además “el fast good” tiene una ventaja sobre la cocina tradicional. No es en una cocina donde abundan las largas preparaciones y la excesiva propensión de invadirlo todo de pesadas salsas donde encontraremos la cocina más saludable.
Es, de hecho, al restarle minutos de cocinado a un plato donde conservaremos mejor todas las propiedades de sus ingredientes. Las elaboraciones de la cocina de toda la vida tienden a sobrecocinar a veces las verduras y es ahí donde se pierden gran parte de los nutrientes como las vitaminas.
Y curiosamente la mejor prueba de que comida rápida y salud es un dúo posible, la tenemos en la naturaleza. Esta es sin duda la mayor productora de “fast good” que existe, por encima del mismo MacDonal’s, que nos brinda unos productos simples, llenos de vida y listos para tomar: Las frutas y verduras crudas.
Comiendo fuera de casa
No tenemos que renunciar a comer sano cuando estemos viajando o en el trabajo. De hecho comer adecuadamente es todavía más importante si estamos tratando de sobrevivir a una agenda repleta. Una buena dieta ayuda a nuestro cuerpo a combatir mejor el estrés.
Pero cuanto más liados estemos, menos tiempo dedicaremos a la búsqueda de las opciones saludables de “fast food”. Para comer rápido y saludable fuera de casa basta con recordar una serie de consejos muy útiles:
Escoge sabiamente el restaurante de comida rápida. Aunque la oferta es limitada, los hay que ofrecen ensaladas, fruta y alguna otra opción sana.
Evita cualquier alimento frito. Piensa que no sabes en qué estado está ese aceite y que cualquier alimento sumergido en el rezuma grasas de las malas.
Sustituye complicados aliños por sencillos aderezos de aceite de oliva y vinagre (o limón).
En vez de bebidas azucaradas prueba con zumos naturales o la tan a menudo olvidada agua.
Empieza por raciones moderadas. Siempre hay tiempo tras un descanso, para decidir si necesitamos más.
Aunque vayas con prisas dedícale unos minutos extra al antiguo arte del masticado. Tu digestión te lo agradecerá.
Si necesitas de algo dulce después de comer intenta llevar contigo una bolsita que hayas preparado en casa con frutos secos como por ejemplo dátiles o higos. Su dulzor calmará la ansiedad y la tentación de ingerir peligrosos pasteles.
Ciertas bebidas contribuyen a acelerar nuestro ritmo: ¿Por qué no intentar sustituir el café por una infusión?
Creando una cocina rápida en casa
Siempre es mejor la comida rápida de casa que la de fuera, ya que al menos de esta conocemos todos los ingredientes y calidad de los mismos. Pero para facilitarnos la vida en la cocina y ganarle la partida al reloj hay que estar preparados.
Lo mejor es equiparnos de una serie de utensilios, maquinaria e ingredientes que una vez incorporados a nuestra rutina diaria se convertirán en poco tiempo en imprescindibles, simplificando enormemente el trabajo de cocinar.
Para empezar podemos adquirir, la tan utilizada en Inglaterra, hervidora de agua. En un par de minutos tendremos agua caliente que acortará los tiempos a la hora de preparar cereales, pasta o verduras. Además empezando la cocción con agua hirviendo preservaremos mejor las vitaminas.
Para ingredientes mas lentos y duros tener una olla exprés a mano nos puede venir muy bien. Pero la mejor herramienta para preparar verdura es la vaporera eléctrica. Con esta conseguiremos en pocos minutos verduras jugosas y llenas de sabor y nutrientes. Aunque las versiones de metal o bambú para usar en la cacerola también nos pueden valer.
Un utensilio a tener muy en cuenta para salteados al minuto es el Wok. Dado su especial diseño logra alcanzar altas temperaturas rápidamente, lo que permite cerrar los poros de las verduras conservando toda su riqueza en el interior. Y lo mejor es que lo hace sin necesitar casi aceite. Hay otros elementos indispensables en una cocina dinámica.
La batidora de vaso y la licuadora son dos buenos aliados a la hora de preparar sopas y zumos al instante. Estas te permitirán desarrollar un montón de saludables combinaciones con frutas y verduras con solo pulsar un botón y un poquito de imaginación. Por último no olvides conseguir una buena selección de tupperwares de diferentes tamaños para llevarte a cualquier sitio“el fast good” casero.
También es conveniente adquirir ciertos ingredientes que faciliten la preparación de platos ligeros y rápidos. Hagamos un repaso de lo que no puede faltar en nuestra despensa:
Al menos una vez a la semana es conveniente que compremos una gran variedad de verduras. Es mejor que de cada cosa no haya mucha cantidad, pero que la selección sea lo mayor posible. Así nos aseguramos de comer un poco de todo.
Con la fruta pasa igual. Si no sabemos cuanto comprar, podemos calcularlo como si de una medicina se tratara: un mínimo de 3 piezas de fruta al día, por persona. Multiplicamos y ya tenemos la cantidad exacta de lo que vamos a necesitar esa semana.
Intentemos sustituir el pan blanco por integral o de semillas. Todo aporte de fibra extra sobre todo si se vive con estrés es recomendable para luchar contra atascos indeseados.
Es conveniente desterrar de nuestro frigorífico mayonesas, mantequillas y otras salsas industriales. Para sándwiches y bocadillos más jugosos podemos utilizar un puré de tomate y aceite de oliva; Tahini blanco o un miso de arroz por ejemplo.
Si tenemos la imperiosa necesidad de comer patatas fritas, un método alternativo y más sano para prepararlas sería cortando las patatas en tiras finas, mezclándolas bien en un bol con un chorrito de aceite de oliva y dejándolas a horno fuerte durante unos minutos. Saldrán crujientes y nada grasientas.
Para tentempiés dulces rápidos podemos comprar barritas energéticas crudis o de cereales. O untar unas tortitas o crackers con mermeladas sin azúcar.
Para snacks salados nada como unos patés vegetales que nos solucionarán rápidamente un sándwich o tosta.
Aunque las cocinadas por nosotros suelen contener menos sodio, tener unos tarros de cristal con legumbres precocinadas nos puede solucionar unas ricas y nutritivas ensaladas sin mucho esfuerzo.
En muy importante tener siempre en la nevera algún tipo de cereal o pasta ya cocido para utilizar de base en muchas preparaciones culinarias. Es bueno optar por aquellos cereales de cocción rápida como cous-cous, sémola de maíz o copos de avena.
También se venden arroces de cocción rápida.
Un buen surtido de tofu ahumado, tempeh y hamburguesas vegetales (se venden envasados al vacío en tiendas bio) en nuestro frigorífico puede resolvernos una comida de inmediato o ser un sabroso relleno para sándwiches y bocadillos.
Lo que principalmente hay que cuidar en una cocina “fast good” es el momento de las compras. Cuando vayamos es mejor proveernos de toda la contención de la que seamos capaces y evitar las secciones más peligrosas de nuestro supermercado.
Y sobre todo: Recordar que ingredientes nos harán la vida más fácil. Sorprendentemente y en contra de lo que muchos dicen, no es tan difícil comer bien y rápido.
Sobre el autor
Laura Kohan
Coaching Nutricional