En exclusiva para jaquealarte, Bacher cuenta en primera persona su reciente residencia de tres meses en Shangai, donde cumplió el sueño del pibe, creó como nunca y estableció productivos vínculos de trabajo en un ámbito de ensueño.
Aquí sus palabras:
“Hizo falta un avión y despegar de allí para que la perspectiva aterrizara…La claridad comenzó a llegar. Mucho mundo chino… A gran escala. Desde mis 15 años me reconozco fan y cultor de la cultura china.
En las clases de inglés, en 1990, cuando en la Argentina había pocos chinos, yo a mis compañeros de idioma les rogaba que me enseñaran chino. No me importaba el inglés, quería tener los ojos como ellos… tal vez hablando su idioma lo lograría.
Aprendí todas las malas palabras y cosas básicas. Sonidos, puteadas que recordé por siempre y las pude pronunciar en China por primera vez 24 años después. Los chinos se morían de risa cuando las dije por allá.
Todo ese fanatismo, ese deseo de conocer esa cultura convergió en esta residencia en Shanghái de tres meses. Viví tres meses en la mejor esquina de Shanghái, que es la New York de china, y no sé si la del mundo todo actual. Desde mi estudio de 50 metros cuadrados, equipado ferozmente y con un diseño de lujo, todo fue posible. Dormía también en habitación de lujo. La vida resuelta por completo, no tenía excusa alguna para dejar de crear. Y a eso me dediqué.
La primera semana te cambia el cuerpo y la cabeza, once horas de diferencia. Compré en Fuzhou Lu los materiales de arte para mis obras. Hablo un chino de mierda, pero logré hacerme entender. Las siguientes seis semanas me enclaustré en mi estudio, no salía.Trabajé como nunca en mi vida. Tenía mi exposición individual el 28 de febrero: en siete semanas y tres pisos para llenar de arte. Solo trabajaba y comía con los artistas de la residencia. Se armó grupo enseguida. Fue genial. Pero sabían y decían…, ‘el argentino está internado….Solo trabaja y come’. Yo no tenía opción, era para mí la final del mundial esa expo.
Ese momento en Shanghái: Todo o nada.
No voy a contar todo el proceso, los detalles: Mandar a enmarcar, embastir telas de casi tres metros, diseñar poster y flyer, montaje, inauguración increíble, medios, opiniones, mi viejo que se vino para la inauguración, leds, olas de chinos, cigarrillos en la terraza, bares de cristal y luces, torres que no terminan….
Shanghái me llevó puesto. Yo solo me dejé llevar… traté de comandar el timón con mi mayor destreza, y así fue… pero también aprendí a soltarlo… pero nunca abandoné la cabina.
El Shanghái Daily, el diario más importante de todo china en lengua inglesa, me dedicó un cuarto de página en el cuerpo central un domingo. Vendí cuatro obras, salí en la revista Bazaar, en una entrevista personal a tres artistas de la residencia. Salí en la revista LP, Luxure Properties, una revista de lujo me sacó cuatro carillas. Una entrevista sobre mi exposición y mi taller.
El día que volaba de regreso, se realizó una subasta en Beijing para la cual doné una obra para una fundación de chicos autistas y con dificultades. Eran solo artistas chinos, pero hicieron una excepción. Y como no podía estar y presentarme en la subasta, me hicieron un video presentación en inglés subtitulado en chino para proyectar. Era condición que cada artista se presentara.
El día que llegué me llamó la coordinadora y me felicitó, me dijo que había hecho record. Yo le puse de base u$s 500 y se vendió en u$s 10.000. No solo fue un suceso, sino que los artistas locales llegaron a la mitad, u$s 5000. Los dupliqué. No lo podía creer.
Tengo miles de proyectos en el aire esperando concretarse, ofrecimientos de arte en Shanghái, más reuniones como nunca tuve en mi vida. Tal vez se concreten varios, quizás ninguno. Lo cierto es que lo que me pasó en tres meses en China fue un tsunami de experiencias, arte, amigos, oportunidades y situaciones. Y sigo”.