Feminismo: el día después

Por El Baúl De La Psique @bauldelapsique

Seguramente, este no sea el primer artículo sobre feminismo que habéis leído en los últimos días. Además, es muy probable que muchas de las cosas que os contamos aquí os suenen o, incluso, tengáis una opinión firme sobre los aspectos que tratamos. Sin embargo, un día después de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, queríamos hacer nuestro aporte con la intención de invitaros a tomar conciencia de la importancia que tiene vuestro papel para cambiar este sistema que, en pleno siglo XXI, aún sigue siendo desigual y discriminatorio. Es por ello que dedicamos esta entrada a todas las personas que cada día luchan por la igualdad de derechos.

Una introducción al feminismo: conceptos básicos.

Sexismo, feminismo, machismo, igualitarismo y hembrismo: qué es qué.

El sexismo se entiende como el prejuicio basado en el sexo; es el conjunto de actitudes y comportamientos que niegan los derechos a la libertad y a la igualdad de un determinado sexo, en la mayor parte de los casos, de los hombres hacia las mujeres (lo que también podemos denominar como machismo). Este tipo de prejuicios pueden manifestarse de muchísimas maneras en nuestra sociedad, como por ejemplo: las mujeres no pueden asumir puestos de responsabilidad porque son muy emocionales; las mujeres son malas conduciendo; los hombres son torpes para limpiar; a todas las niñas les gusta el color rosa; a ningún niño le puede gustar el color rosa; y un largo etcétera.

Estos prejuicios y estereotipos están muy arraigados en el imaginario social y, en consecuencia, las personas actúan en base a ellos, de manera más o menos consciente. De esta manera, compramos a las niñas cocinitas y bebés de juguete y prohibimos a los niños pasear carritos o jugar a las muñecas; nos parece un fracaso que una mujer no haya tenido hijos/as a una determinada edad; asumimos que es el hombre el que debe pagar en una cena con una mujer; y nos parece totalmente normal pagar por compresas y tampones como si fueran artículos de lujo.

Sin embargo, como su propio nombre indica, los prejuicios son opiniones creadas antes de tiempo, basadas en el desconocimiento; en palabras de José Antonio Marina (1939-), es “estar absolutamente seguro de algo que no se sabe“. Por ello, aquellos/as que rechazan el sexismo afirman que, con independencia del género y del sexo, una persona debe tener derecho a triunfar y que los roles sociales deberían ser neutrales.

¿Y qué significa rechazar el sexismo? Ser feminista. Como bien dijo Gloria Steinem (1934-), “una feminista es alguien que reconoce la igualdad y la plena humanidad de las mujeres y los hombres“. De hecho, la propia RAE define feminismo como la “ideología que defiende que las mujeres deben tener los mismos derechos que los hombres“. No se trata de una idea radical, ni de querer la supremacía femenina, sino de reconocer el desequilibro de poder que existe en nuestra sociedad y trabajar para conseguir equidad entre hombres y mujeres.

Dicho esto, cabe señalar, por último, que el término hembrismo no existe. ¿Y por qué feminismo y no igualitarismo? Muy sencillo: primero, porque este último hace referencia a un concepto más global, no sólo en relación con el sexismo; segundo, porque todo lo que se asocia al género femenino es lo que está mal visto, tanto en hombres como en mujeres; y, sobre todo, porque se ha llamado feminismo desde que las mujeres comenzaron a movilizarse para exigir la igualdad de derechos, hace literalmente tres siglos.

Un poco de historia del feminismo.

Como decimos, es en el siglo XVIII cuando se inicia la primera oleada de feminismo para defender la igualdad social entre sexos. En esta oleada, se luchaba contra las percepciones de inferioridad de la mujer y se defendían las mejoras educativas y la igualdad ante la ley. También se ocupó de conseguir el derecho al voto, siendo muy conocido el “movimiento sufragista”. La segunda oleada de feminismo se produce ya en el siglo XX y, en España, destacan dos mujeres:

  • Clara Campoamor (1888-1972), nacida en Madrid, fue diputada de las Cortes Generales y la segunda mujer abogada en incorporarse al Colegio de Abogados de Madrid. Defensora de los derechos de la mujer, luchó por la no discriminación por razón de sexo, por la igualdad jurídica de los hijos nacidos fuera y dentro del matrimonio y por el divorcio. También creó la Unión Republicana Femenina y fue una de las principales impulsoras del sufragio femenino en España, logrado en 1931 y ejercido por primera vez en 1933.
  • Victoria Kent (1891-1987), nacida en Málaga, fue diputada de las Cortes Generales, directora de Instituciones Penitenciarias y la primera mujer abogada en incorporarse al Colegio de Abogados de Madrid, así como la primera mujer del mundo que ejerció como abogada ante un tribunal militar. A pesar de compartir ideales con Clara Campoamor, se opuso al sufragio femenino, ya que según su opinión, la mujer española de la época carecía de la suficiente preparación social y política para ello. Tras su intervención, perdió popularidad y no salió elegida como diputada en las siguientes elecciones.

Finalmente, ambas murieron en el exilio. Asimismo, cabe señalar también que muchas de las mujeres que lucharon en estos movimientos feministas tan importantes de la historia fueron despedidas de sus trabajos, repudiadas por sus maridos, represaliadas, estigmatizadas, encarceladas, torturadas y asesinadas; todo ello únicamente por pedir la igualdad de derechos que les correspondían.

Fotografía de 1970, de una de las muchas manifestaciones de las mujeres a lo largo de la historia por la igualdad y la libertad.

Por otra parte y de manera general, podemos decir que existen tres grupos principales dentro del feminismo: el liberal, el socialista y el radical.

  • El feminismo liberal se caracteriza por la idea de que los individuos deberían ser libres, por aceptar la organización social tratando de ampliar a las mujeres los derechos y oportunidades de los hombres y por un fuerte individualismo ya que no creen en la acción colectiva.
  • El feminismo socialista, que critica la postura liberal por ser insuficiente y mantenedora del orden. Este tipo de feminismo propone una reestructuración de la familia para acabar con la “esclavitud doméstica”.
  • Y, por último, el feminismo radical, el cual va más allá de lo que defiende el socialista, ya que sostiene que la igualdad sólo puede conseguirse eliminando la noción misma de género y la familia tradicional.

No obstante, aunque existan diversos tipos de feminismo, todos ellos comparten unos principios nucleares que fundamentan cada postura. Éstos son:

  • Defienden la igualdad social para hombres y mujeres.
  • Mantienen que las concepciones culturales dividen las capacidades humanas en dos campos opuestos: el campo femenino es el de la cooperación y la emoción y el masculino es el de la racionalidad y la competitividad.
  • Consideran fundamental la eliminación de la estratificación de género, oponiéndose a los obstáculos para la igualdad de oportunidades.
  • Exigen el fin de la violencia sexual.
  • Y, finalmente, la promoción de la libertad sexual, defendiendo el control de las mujeres sobre su propia sexualidad y reproducción.

Diferencias sociales: la teoría del rol.

El género siempre lleva asociado una serie de roles, siendo aquí donde encontramos las diferencias sociales entre hombre y mujer, las cuales nos intenta explicar la teoría del rol. Esta teoría entiende que las diferencias entre hombres y mujeres surgen de la asignación por sexos de ciertos valores y posiciones sociales diferenciadas que ocupa cada uno de ellos, transformándose estas posiciones en el aprendizaje de habilidades y creencias típicas de cada sexo a través de la socialización. Es decir, debido a la influencia directa de otras personas que refuerzan las conductas congruentes con el rol y reprimen las conductas incongruentes. En este sentido, la cultura imperante es de carácter androcéntrico, por lo que, una vez más, la mujer sigue siendo la más perjudicada en esta asignación de roles.

¿Por qué sigue siendo necesario el feminismo en la actualidad?

Aunque es indudable que, gracias a la lucha de las mujeres a lo largo de todo este tiempo, se han conseguido importantes avances en lo referente a la igualdad entre hombres y mujeres (por ejemplo, algo tan básico como entrar a un bar), aún queda mucho por hacer. ¿Por qué? Ya se pueden extraer algunas ideas de lo arriba mencionado, pero a continuación os damos algunos datos aún más específicos de la realidad actual.

La desigualdad sigue existiendo: algunos datos alarmantes.

Cada año, se recogen múltiples estadísticas sobre diferentes ámbitos de la vida en los que se ve reflejada la desigualdad de género. En este sentido, a continuación destacamos algunos datos que nos han parecido especialmente relevantes:

  • De acuerdo con los últimos datos recogidos por la Comisión Europea, la brecha salarial se mantiene e, incluso, empeora en algunos países. A nivel europeo, la media de esta diferencia es del 11’9%, mientras que en España las mujeres llegan a cobrar un 15% menos que los hombres. Este porcentaje aumenta de manera directamente proporcional, además, en función del número de hijos/as a cargo de la mujer.
  • En relación con las tareas domésticas, los hombres que trabajan le dedican una media 9 horas/semana, mientras que las mujeres en la misma situación dedican 26 horas/semana.
  • Entre los adolescentes, destacan los datos recogidos en el estudio realizado por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud, en el que, entre otros, el 52’7% de los chicos reconoce decir a su pareja con quién puede hablar y dónde, así como el 67% de ellos y el 52’6% de ellas cree que el chico debe proteger a la chica en la pareja, pero no al revés.
  • Sólo en lo que llevamos de 2017, en España han sido asesinadas 21 mujeres a manos de sus maridos o parejas (sobre estos datos profundizaremos en el siguiente apartado).
  • Más de 1.000 mujeres son violadas cada año en España.
  • El 80% de las víctimas de la trata de personas a nivel mundial son mujeres y niñas, siendo el 70% de ellas obligadas a ejercer la prostitución.
  • De los cuidadores de personas en situación de dependencia, un 83% de ellos son mujeres, tanto si se trata de cuidados formales (remunerados, aunque en precariedad laboral) como informales (no remunerados y, por supuesto, no reconocidos como trabajo).

Violencia, violencia doméstica y violencia de género.

La violencia es siempre violencia“. Esta es una afirmación muy extendida que, hasta cierto punto, no es errónea, pero sí peca de simplista. La violencia es un término muy genérico que, por supuesto, hace referencia a cualquier tipo de agresión que se ejerce hacia otra/s persona/s. Pero, precisamente, una acción violenta puede tener lugar de maneras muy diversas: de forma explícita o implícita, directa o indirecta, a nivel físico o psicológico, verbal o no verbal y un largo etcétera.

En este sentido y en relación con el tema que nos atañe, uno de estos tipos de violencia es la doméstica, la cual se ejerce sobre una persona con la que se mantiene una relación familiar o análoga. Es decir, entre hermanos/as, de padres a hijos/as, de hijos/as a padres, etc.

Por otro lado, la violencia de género hace referencia a aquellos casos en los que la persona agredida es la pareja de la persona agresora y, más concretamente, cuando el acto violento está basado en el género, es decir, es el hombre el que agrede a la mujer por el simple hecho de serlo. Esto incluye, por supuesto, no sólo las agresiones físicas, sino también las psicológicas o sexuales, la coerción de los derechos y libertades, etc.

Entonces, ¿esto quiere decir que, en los casos de que la violencia se produzca entre una pareja del mismo sexo, no se consideraría violencia de género? No. Esto es debido a que, a efectos legales, la violencia de género es una manifestación de la discriminación, de la situación de desigualdad y de las relaciones de poder de los hombres hacia las mujeres. Así que los actos en los que el sexo de la víctima es algo irrelevante, no serán incluidos en los casos de violencia de género.

Desde septiembre de 2007 en España, está el servicio telefónico de información y asesoramiento jurídico en materia de violencia de género: el teléfono 016. El servicio es confidencial y no deja rastro en la factura del teléfono.

¿Por qué se hace esta diferenciación? Porque los porcentajes de violencia de género muestran con claridad esta realidad: en los últimos 10 años, han sido asesinadas más de 800 mujeres en nuestro país, siendo la primera causa de muerte violenta, por encima del terrorismo. Como ya hemos dicho, apenas llevamos dos meses de este 2017 y ya son 21 las mujeres asesinadas por sus parejas. En definitiva, se trata de una violencia que se ejerce de manera sistemática sobre la mujer por el simple hecho de ser mujeres.

¿Y los hombres asesinados? Bueno, como se suele decir, una imagen vale más que mil palabras:

Juzgad por vosotros/as mismos/as, pero o las mujeres que ejercen violencia contra sus parejas se ponen de acuerdo todos los años, o los datos son tan insignificativos (¡o inexistentes!) que alguien insiste en inventárselos, cabe señalar, sin mucha creatividad. Insistimos: la violencia de género está basada en los valores sexistas que imperan en nuestra sociedad y, como hemos mencionado previamente, estos colocan al hombre en una posición de poder sobre la mujer. Por supuesto, esto no quita que nos posicionemos en contra de cualquier tipo de violencia, la cual debe ser castigada.

Tipos de violencia.

Los tipos de violencia que se pueden ejercer son los siguientes:

  • Sexual: consiste en obligar a la víctima a mantener relaciones sexuales o a realizar alguna conducta que para ella es degradante.
  • Psicológica: es aquella violencia que ataca principalmente a la autoestima de la víctima.
  • Física: es la que deja marcas en el cuerpo (puñetazos, patadas, empujones…).
  • Económica: consiste en someter a la víctima a un control económico, lo que se da sobre todo en los matrimonios y en los sistemas totalitarios.

El sexismo en los medios y la cultura.

La publicidad es un claro reflejo de los valores que sustentan nuestra sociedad y, desde luego, la imagen que nos devuelve es preocupante. Cuando en un anuncio se decide mostrar a una mujer que friega, lo hace porque es a las mujeres a las que se les ha asignado el rol de limpiadora y sabe que así venderá más. De igual forma, en los spots de coches deportivos o de gran tamaño, el hombre es el conductor y, a su lado, puede que incluso aparezca una mujer joven y atractiva que le sonríe, porque está demostrado que así se vende más.

A veces, la publicidad llega a extremos como en el que en estas fotos se muestran. A la izquierda, un anuncio de los años 50-60, en el que se puede leer: “Antes o después, tu mujer conducirá de vuelta a casa, una de las mejores razones para comprar un Volkswagen. Las mujeres son delicadas y dulces, pero también se chocan contra cosas“. A la derecha, un anuncio de BMW de la última década.

También ha estado presente en los últimos años, el debate y crítica hacia los catálogos de juguetes para los más pequeños durante las campañas navideñas. En ellos podíamos ver y, en algunos se siguen viendo, los roles sociales asignados a cada género de manera muy clara.

Como ya mencionamos anteriormente, lo típico era ver a un niño con una moto o un camión y a una niña con un carrito o una lavadora. ¿Por qué hay que coartar su libertad para que jueguen con lo que les apetezca?

Por otro lado, llama la atención cómo el machismo se cuela incluso en ámbitos de la cultura como la literatura, el cine y la televisión. En relación con estos dos últimos, ¿cuántas películas habéis visto a lo largo de vuestra vida donde el personaje protagonista fuera una mujer que nunca hablara de sus sentimientos? ¿Y cuántas donde ocurriera lo mismo pero el protagonista fuera un hombre? Igualmente, ¿cuántos presentadores hay en la televisión con unas proporciones áureas (como el hombre de Vitruvio de Da Vinci) y cuántas presentadoras? Son cuestiones sobre las que vale la pena reflexionar.

En cuanto a la literatura, os proponemos un ejercicio: ¿a qué siglos creéis que pertenecen los siguientes fragmentos, extraídos de tres libros diferentes?

Solución: arriba a la izquierda, fragmento extraído de Cásate y sé sumisa, escrito por Costanza Miriano en 2013; arriba a la derecha, un texto de La Perfecta Casada, de Fray Luis de León, 1584; y, finalmente, abajo, tenemos un extracto del best-seller Cincuenta Sombras de Grey, de E. L. James, publicado en 2011, novela que ha sido adaptada al cine y ha tenido un éxito total en taquilla.

El machismo y la desigualdad también afecta a los hombres.

Aunque de manera mucho menos significativa, el sexismo también coarta las libertades y derechos de los hombres. Todos/as somos humanos y todos/as tenemos sentimientos. Pero a los hombres que lloran, se les insulta; a los hombres sensibles, se les insulta; a los hombres que no son atléticos o valientes, se les insulta; a los hombres que cobran menos que sus mujeres, se les insulta; a los niños que les gusta el color rosa, se les insulta. Y así, un largo etcétera, porque todos estos rasgos se asocian al género femenino y, por tanto, están mal vistos. De manera que los roles sociales que se han asignado también afectan de manera negativa a los hombres. Si estos se salen de la idea de “hombre”, son discriminados.

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¿Qué podemos hacer? Sencillas acciones feministas que marcan la diferencia.

A veces, la inacción viene dada porque creemos que nosotros, como individuos, no podemos luchar solos contra el sistema sexista establecido. Y, muchas de esas veces, esta creencia puede resultarnos incluso cómoda, sobre todo si contamos con privilegios que nos ciegan ante esta realidad. No obstante, no podemos caer en esta indefensión aprendida y rendirnos; hay que seguir trabajando, día a día, por un mundo más igualitario. ¿Cómo? Te damos algunas ideas.

El uso del lenguaje inclusivo.

No, no venimos a decir que hay que decir “hombres y mujeres”, “todxs” o “ciudadanos y ciudadanas”. Pero sí nos parece fundamental recordar que nuestro pensamiento y nuestro lenguaje están íntimamente relacionados en una influencia mutua: construimos nuestro pensamiento a través del uso del lenguaje y viceversa. Por ello, es importante tomar conciencia de cómo utilizamos nuestras palabras y los mensajes que transmitimos e interiorizamos y, así, cambiar aquellas formas que mantienen los valores sexistas en los que se sustenta nuestra sociedad.

Por ejemplo, cuando escuchamos la palabra “enfermería“, automáticamente imaginamos una jovencita con una jeringuilla en la mano y, quizás, hasta con una falda corta; mientras que si hablamos de “medicina“, en nuestra mente aparece un señor de bata blanca y estetoscopio al cuello. Lo mismo ocurre cuando hablamos de un chef o de una cocinera. ¿Y si intentamos ponerle la bata blanca a esa joven y le damos la jeringuilla al hombre de mediana edad? ¿Y si convertimos el delantal de la cocinera en una elegante filipina blanca?

De la misma manera, solemos utilizar expresiones coloquiales muy curiosas: cuando algo nos parece aburrido decimos que es “un coñazo“, mientras que algo que nos gusta es “la polla“; si alguien nos cae mal, es un “hijo de puta“; o si alguien ha hecho alguna proeza, es porque le ha “echado cojones“.

Afortunadamente, nuestro lenguaje es, además de una herramienta muy poderosa, rico en variedad, por lo que cambiar algunas de nuestras palabras por otras menos ofensivas y sexistas es sencillo y, a su vez, un gran paso para el proceso de cambio de nuestro pensamiento.

Por último, para aquellos que creen que el masculino genérico es una manera de gastar menos energías, mencionar aquí también que, una vez más, la riqueza del lenguaje cuenta con términos que incluyen a todos los seres humanos. Por ejemplo, no hace falta hablar de “alumnos y alumnas”, podemos referirnos al “alumnado“; no hace falta decir “ciudadanos y ciudadanas”, podemos dirigirnos a la “ciudadanía“; ni tampoco hay que hablar constantemente de “hombres y mujeres”, principalmente porque todos/as somos “personas“.

Atender a nuestros propios prejuicios y estereotipos de género.

Ya sea por nuestra educación, nuestras experiencias personales o simplemente por economía cognitiva (esto es, gastar la mínima energía a la hora de conocer el mundo que nos rodea), en muchas ocasiones, nos resulta imposible no tener prejuicios. Sin embargo, esto no quiere decir que no podamos controlarlos.

De este modo, la forma más sencilla de evitar que los prejuicios controlen nuestra vida es hacer un poco de autocrítica: ¿estamos exigiéndole más (o menos) a una mujer por el mero hecho de serlo? ¿Estamos (des)calificando a una mujer de “zorra” porque tiene una vida sexual plena? ¿Tachamos de “mariquita” a algún amigo al que le gusta la moda? Pues es momento de echar el freno, reestructurar nuestro pensamiento y dejar de limitarlo.

Respetar las libertades y derechos de los/as demás y también los propios.

Esta afirmación es de una lógica y sentido común aplastantes y, sin embargo, mucho queda por hacer en este sentido. La propia Declaración Universidal de Derechos Humanos, en su artículo 1, establece: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.”

Debemos ser capaces de dar el espacio y la voz que corresponde a cada persona, sin importar su edad, su sexo, su etnia, su nacionalidad o sus características personales, así como permitirnos a nosotros mismos luchar por este trato igualitario. Todas las personas de este mundo, incluidas las mujeres, tenemos derecho a disfrutar de una vida plena.

Algunas referencias bibiográficas.

Calleja, J. M. (2016). Cómo informar sobre la violencia machista. Madrid: Ediciones Cátedra.

De Vera Martín, V. (2015). Trabajo de cuidados y género. Evaluación de los factores implicados en el cuidado informal en España. (Tesis doctoral). Universidad Autónoma de Madrid, Madrid.

Red2Red Consultores (2009). Cuidados a personas dependientes prestados por mujeres: valoración económica. Madrid: Instituto de la Mujer.

Rodríguez San Julián, E. y Megías Quirós, I. (2015). ¿Fuerte como papá? ¿Sensible como mamá? Identidades de género en la adolescencia. Madrid: Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud (FAD).