Fue Renault quien introdujo los motores turbo en la F1 en 1977 y dos años después la escudería gala ya conseguía la primera victoria con este tipo de propulsor. La idea fue calando en el resto de constructores atraidos por la idea de una unidad de potencia más pequeña y ligera, y los motores turbo fueron ganando terreno a los atmosféricos hasta convertirse en los dominadores de la categoría a partir de 1983.
Ferrari estrenó el suyo en el Mundial de 1981, abriendo un camino hasta entonces inédito para la escudería italiana y que no le procuró demasiados réditos. Entre 1981 y 1988, último año en el que se permitieron los turbopropulsores, Ferrari ganó un total de 15 carreras, un exiguo 12,10% del total de grandes premios en esos años. El gran dominador de la época fue Honda, ganador de 40 grandes premios y tres Mundiales. Precisamente, el constructor japonés regresará en 2015 a la Fórmula 1 de la mano de McLaren.
Curiosamente, en ese mismo periodo Ferrari sí fue capaz de ganar dos Mundiales de constructores (1982 y 1983) y ser subcampeón en otras tres ocasiones (1984, 1985 y 1988).
El inicio de la era turbo en Ferrari coincide también con el mayor periodo de sequía para la escudería italiana. Tras el título conseguido por el sudafricano Jody Schekter en 1979, aún con un motor atmosférico de tres litros y 12 cilindros, Ferrari no volvió a encumbrar a uno de sus pilotos hasta la coronación de Michael Schumacher en 2000, veinte temporadas después.
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