Ferry pilot, un vuelo muy especial.

Por Aviadorypiloto @aviadorypiloto
A todos, nos llegará el momento de dejar la aviación. Muchos ni se habrán parado a pensar en ello...yo no fui consciente hasta que hace unos días me di de bruces con esta realidad.
Ésta es la pequeña historia de un vuelo de ferry pilot más, pero que dificilmente voy a olvidar...
Como ya publiqué anteriormente, me encontraba disfrutando de unos días de descanso en la playa cuando, al volver tostado de la playa me encuentro con un mensaje en el contestador. Era de un amigo con el que había colaborado otras veces, quería que me trajese un avión desde Gerona y lo quería hacer dentro de dos o tres días. Un poco precipitado todo, pero no imposible. Había que hacerlo tan rápido porque la venta dependía de esa celeridad.
Yo continuaba en la playa y no iba a volver hasta el día siguiente, tenía que encontrar traslado hasta Figueres, en Gerona y alojamiento...en muy poco tiempo. Además, tenía que volver primero a Madrid...
Conseguí encontrar un billete en un AVE que me dejaba justo en Figueres, llegando por la noche. Lo compré estando todavía en la playa.
Al día siguiente a primera hora salí con mi familia rumbo a Madrid, el día se planteaba bastante largo. Llegando a Madrid todo se volvió frenético, cambio de maleta, preparar todo el material para el vuelo, comprobar ruta, meteo, campos para parar a repostar, alternativos, etc...reunión con uno de los socios compradores y de camino a Atocha.
Sabía que dentro del AVE iba a ser el único momento en el que podría descansar un poco, asentar las ideas y centrarme en lo que me esperaba por delante.
Finalmente no cogí alojamiento, puesto que el vendedor del avión propuso que durmiese en su casa, me daba un poco de reparo, pero decidí aceptar puesto que tampoco había demasiadas opciones.
El viaje en el AVE fue algo más estresante de lo que me hubiera gustado, pasé medio viaje resolviendo cosas con el móvil y el otro medio verificando el plan de vuelo del día siguiente, pero tuve unos minutos para disfrutar tanto del cómodo asiento como de la soledad en el vagón desde que salimos de Gerona, un placer viajar en el AVE.
Saliendo del control al llegar a Figueres me encontré con un señor mayor, que poco después de saludarme afectuosamente me ofreció las llaves de su coche para que condujese yo a su casa, él no sabía que yo había conducido 400kms por la mañana y que estaba agotado, pero conduje sin problemas, no es recomendable que el señor con esa edad se ponga a conducir de noche.
Llegamos a su casa, a unos 50kms de la estación, un pueblecito pequeño y una casa muy típica de pueblo de dos plantas, yo dormiría arriba.
Me mostró mi habitación en la planta alta, y al subir yo solo ya para dormir, descubrí que en la habitación de al lado había una enorme maqueta de trenes que está construyendo...siempre he querido tener algo así. Me hubiera encantado pasar la noche allí jugando, pero estaba demasiado cansado y la alarma sonaría en unas 5 horas. Debía dormir.
A la mañana siguiente le comenté al señor que había ojeado la maqueta y me dijo que no lograba hacer funcionar un mando de control digital, se lo hubiera mirado encantado, pero la hora de salida se nos echaba encima y yo sólo pensaba en que tenía que dar clase a las 4 en Madrid...
Volví a conducir de camino al campo de vuelo, fuimos hablando de que ya era muy mayor para volar, que le encantaba su avión, lo tenía muy cuidado pero que tenía que dejar de volar, que iba a ser su último vuelo ese día. No puedes evitar que se te encoja el corazón al escuchar sus palabras y esa cierta pena que tiene por dentro por tener que dejar de volar en su avión. 
En el fondo te vas a llevar SU AVIÓN, pero también te llevas un pedacito de él. A todos nos ocurre al hacer una mudanza, al vender nuestro coche o al deshacernos de algo muy querido. Es inevitable.
Cargamos dos garrafas de combustible, al coger la garrafa de 25 litros lo noté, estaba cansado, había sido una noche corta y extraña, apenas había podido dormir, me sentía muy raro, no dejaba de darle vueltas a mil cosas en mi cabeza.
El campo de Ordis es un lugar que embelesa, todo verde, con un verde intenso de campo húmedo, con los Pirineos al fondo y una pista de hierba que parece un jardín. Al llegar los paramotores estaban preparándose para salir.
Después de revisar todo el avión, la documentación y llenar los depósitos estábamos listos para ese último vuelo...lo notas en su mirada, en su voz y en sus gestos, es su último vuelo. Traté de que disfrutase lo máximo posible, "El avión es tuyo, disfruta todo lo que puedas"-le dije. Ibamos a hacer sólo un circuito y aterrizábamos, yo iba a aprovechar para ver el comportamiento del avión, del motor y las velocidades a las que se movía en las diferentes fases. 
Al Bajarnos del avión estaba visiblemente emocionado, le ofrecí sacarle una foto junto al avión, para tenerla siempre de recuerdo, pero no quiso, supongo que en un momento así lo que quieres es que todo pase rápido.
Me cambié de posición, y me preparé para el vuelo, hoy mi copiloto sería una garrafa, lo cuál no me iba a ser de gran ayuda si necesitaba algo o me sentía indispuesto. Estaba solo.
Rodaje por la pista de hierba, pruebas de motor y potencia de despegue... El avión va de lujo, pronto se va al aire y me permite de nuevo disfrutar del impresionante paisaje con el mar al fondo, los Pirineos y algo más adelante Montserrat. 
Unos minutos después pude ver al menos 6 globos justo en la línea de mi ruta, me desvié un poco y los dejé a mi izquierda para poder verlos mejor.
Próxima parada Alfes, al sur de Lérida, parada rápida para repostar y seguir, el viento en cara estaba retrasando el vuelo, en el campo no había movimiento, vino a saludarme el chico del bar al que llamé el día anterior por teléfono y poco más, de vuelta al aire.
Poco a poco el terreno se va volviendo cada vez más árido y seco, lo notas en el color, en el ambiente, Zaragoza es casi un secarral, me gustó sobrevolar el Ebro, no lo había hecho antes.
Al ser un vuelo no controlado pude ponerme algo de música e ir algo más relajado, estas pequeñas cosas marcan la diferencia.
El vuelo al avanzar las horas y el calor comenzó a ser algo turbulento y con muchas térmicas, algunas de ellas fueron fuertes y me sorprendieron mirando el paisaje.
Al aproximarme a Robledillo, lugar de destino, iba con la hora algo pillada, pero todavía era aceptable. Aterrizaje hacia el Sur y directos al hangar donde ya me esperaban. Es gratificante entregar un avión y ver la alegría que produce en quien lo recibe. El sabor agridulce de por la mañana al "llevarme" el avión se compensa con esta alegría.
Lamentablemente no da tiempo para un vuelecito, pero pronto se hará. Recogida del avión y de vuelta a Madrid para llegar, comer, ducha y corriendo de nuevo a Cuatro Vientos...

Y así es como terminé mis vacaciones, con mucho trabajo o con un buen broche final para los días de descanso, según como se mire.
Lo que está claro es que a este tipo de vuelos de Ferry les rodean siempre apasionantes historias, experiencias, anécdotas y aventuras que son apasionantes, y tal vez no logre trasmitir todas estas emociones del mejor modo posible, pero os aseguro que estos vuelos me hacen sentir realmente... Aviador y piloto.
Un saludo y buenos vuelos!