Fideos, cerveza, leche… fila 7, asientos 9 y 11

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Cristino de Vera, el pintor de los cráneos barrocos y de las estepas castellanas vistas a través de ventanas iluminadas con velas y cruces, salía de su casa en el Madrid de los cincuenta y atravesaba la Gran Vía, oscura de posguerra tardía, gris y sucia, triste y aletargada, para visitar las taquillas de los cines de la arteria madrileña. No pensaba entrar a ninguna función, lo único que quería era tener algo de conversación y aprovechaba la cautividad de las taquilleras para arrancar diálogos imposibles sobre el pasar de sus horas.

- ¿Qué les decías, Cristino?

- Les preguntaba por la vida, por el paso del tiempo, por cómo había sido su día…

- ¿Y qué te contestaban?

- Que sólo veían bocas, y que sólo recordaban haber hablado, durante horas de números… fila 7, 4; fila 3, 2 y 5…

Hoy, en los supermercados de las grandes superficies las cajeras, alienadas bajo filas de fluorescentes y altavoces torturadores ocupan horas de sus días pasando de mano en mano los alimentos que otros colocarán en sus alacenas. Toda esa información acumulándose en los pliegues de sus cerebros hasta el cambio de turno.

Y luego, en un ratito, recordarán lo que ellas mismas necesitan, para antes de irse a casa, llenar su propia bolsa.

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