La fiebre de Lassa es una fiebre hemorrágica causada por el virus homónimo. Se transmite a las personas a través del contacto con roedores del género Moastomys, así como con elementos domésticos contaminados con las heces y orina de estos animales. Esta enfermedad también se puede transmitir entre seres humanos, lo cual sucede especialmente en hospitales sin ningún tipo de medidas de higiene ni de control de la infección.
Actualmente Nigeria se está enfrentando al mayor brote de fiebre de Lassa de toda su historia. Desde el 1 de enero se han contabilizado en el país africano un total de 114 muertos y 365 casos confirmados. La Organización Mundial de la Salud señala que cada año se producen en torno a 400.000 casos de fiebre de Lassa, casi todos ellos localizados en África Occidental.
¿Qué es la fiebre de Lassa?
La fiebre de Lassa es una enfermedad zoonótica; es decir, las personas se infectan de la misma a través de animales infectados, roedores del género Mastomys. Merece la pena destacar que las ratas infectadas por este virus no enferman ya que lo eliminan a través de las heces y de la orina.
El curso clínico de la enfermedad varía muchísimo entre unos pacientes y otros; depende de una gran selección de factores. Aún así, cuando se confirma la presencia del virus, es esencial aislar al paciente y mantener unas buenas prácticas de protección e higiene para evitar su transmisión.
La tasa de letalidad de la fiebre de Lassa es del 1%; no obstante, en el caso de pacientes hospitalizados puede aumentar hasta el 15%.
Historia
La fiebre de Lassa es una enfermedad relativamente reciente. La primera vez que se describió fue a mediados del Siglo XX, aunque lo cierto es que no se aisló hasta finales de la década de los 60. u nombre se debe a que apareció por primera vez en Lassa, Nigeria. Los países más afectados por esta enfermedad son Guinea, Liberia, Sierra Leona y Nigeria. También se dieron algunos casos en Europa en el año 2009.
¿Cómo se transmite?
La fiebre de Lassa se transmite a los humanos a través de la exposición a la orina o a las heces de ratas Mastomys infectadas con este virus. La enfermedad también puede transmitirse entre humanos; para ello, una persona debe estar en contacto directo con cualquier tipo de secreción corporal de otra persona afectada por esta enfermedad.
El contagio también puede darse a través de material sanitario contaminado. También se han registrado casos de transmisión por vía sexual del virus de Lassa. Hasta el día de hoy ningún estudio ha podido probar de que la fiebre de Lassa pueda transmitirse por el aire entre humanos.
Lo cierto es que se trata de una enfermedad que se puede presentar en personas de todas las razas, géneros y grupos de edad. No obstante, hay determinados grupos de población que tienen una mayor probabilidad de contagiarse de este virus: personas que residan en zonas rurales en las que haya este tipo de ratas y las condiciones de higiene y saneamiento sean escasas.
Síntomas de la fiebre de Lassa
El periodo de incubación de esta enfermedad es de entre 2 y 21 días. Los síntomas iniciales son muy similares a los de la gripe, tales como debilidad, cansancio y malestar general; en ocasiones se acompañan de migraña, dolor de garganta, náuseas y vómitos. Esta es una de las razones por las que la fiebre de Lassa en la gran mayoría de los casos no se diagnostica hasta que la afección se encuentra en fases más avanzadas.
Si no se trata la enfermedad en su etapa inicial, los síntomas en los casos más graves pueden tener consecuencias muy negativas para la salud tanto a corto como a largo plazo: tumefacción facial, derrame pulmonar, hipotensión, convulsiones e incluso coma.
La fiebre de Lassa se hace especialmente grave durante el último trimestre del embarazo; la muerte materna y/o fetal se da en más de 80% de los casos. En el resto de pacientes, una de las consecuencias más habituales de esta afección es la sordera; el 25% de los enfermos la padecen después de su recuperación, y en torno al 50% de los mismos recupera la audición al cabo de tres meses. También pueden darse otras consecuencias como la caída del cabello.
Diágnostico y tratamiento de la fiebre de Lassa
En la gran mayoría de los casos de la fiebre de Lassa el diagnóstico resulta complicado ya que los síntomas son muy variados y, además, en ocasiones se asocian a una posible gripe. Una vez la enfermedad avanza, los síntomas también se suelen confundir con los de otras fiebre hemorrágicas víricas, como la enfermedad por el virus del Ebola.
El diagnóstico definitivo se establece después de un análisis que se realiza en laboratorios especializados; las muestras deben manipularse con sumo cuidado. Las pruebas de laboratorio a realizar son las siguientes: reacción en cadena de la polimerasa con retrotranscriptasa, ELISA, pruebas de detección de antígenos y aislamiento del virus en cultivos celulares.
Una vez confirmada la fiebre de Lassa, el tratamiento más habitual es la administración del antivírico ribavarina.
Complicaciones
Generalmente, los enfermos de la fiebre de Lassa tardan en recuperarse entre 7 y 31 días después de que los síntomas comiencen. En el caso de pacientes que padezcan enfermedad grave multisistémica, la tasa de mortalidad oscila entre el 16 y el 45 por ciento.
Las principales complicaciones de la fiebre de Lassa se dan durante el embarazo; la tasa de mortalidad de mujeres en periodo de gestación es de entre el 50 y el 92 por ciento. Las principales complicaciones son dos: la pérdida del embarazo y la mortalidad.
Consejos de prevención
La prevención de esta enfermedad pasa por mantener una buena higiene en el hogar, tratando de evitar por todos los medios que las ratas entren dentro de las viviendas. Es esencial almacenar todos los alimentos en recipientes a los que los roedores no puedan acceder y la basura debe mantenerse siempre lo más lejos posible del hogar.
El personal sanitario debe prestar las máximas medidas de prevención e higiene en relación a la fiebre de Lassa. Esto pasa por mantener la higiene básica de las manos, así como del sistema respiratorio; y, por supuesto, utilizar adecuadamente los equipos de protección personal.
Además, aquellos profesionales sanitarios que atiendan a enfermos de fiebre de Lassa deben aplicar una serie de medidas adicionales con el objetivo de evitar el más mínimo contacto con los líquidos corporales de los pacientes, así como con cualquier tipo de superficie contaminada.
Hasta el día de hoy no existe ningún tipo de vacuna que proteja a las personas de contraer la fiebre de Lassa.