Florent Facieba

Por Marcelogardinetti @marcegardinetti

Los visitantes rodearon la obra con ojos asombrados, extasiados por su belleza. Observaban con fruición. Pusieron atención en cada detalle, en la exactitud de cada parte. Rozaba la perfección.

Eufóricos, no dudaron en afirmar que era un trabajo del artista Lombardo. Del hombre que admiraban. Quien sino él! exclamaron.

Rieron con soltura cuando alguien mencionó el nombre del joven que se atribuía la autoría. Se burlaron de él. No tenía experiencia para hacer algo tan perfecto. Con viva voz lo acusaron de usurpar el trabajo del maestro milanés.

El los miraba con atención. Estaba escondido detrás de las enormes columnas del templo. Fastidiado. Sacado de sí. Se había tomado el trabajo de viajar a la montaña para seleccionar la piedra. Organizo su traslado. La protegió de las inclemencias del clima. La estudio con sumo esmero. Bosquejó cada fragmento para darle entidad a esa masa informe. La modeló. Pulió sus líneas. La trajo a la vida.

Salió furioso hacia su casa. Esperó que oscureciera. Tomo el mazo, un cincel, y camino raudo hacia el templo donde estaba la obra. Se tomó un tiempo para pensar el sitio donde hendir sin afectar la candidez de su trabajo. Tenía que verse claramente lo que quería decir. Que estallara en los ojos de cada uno que la mirara. Que gritara.

Decidió escribir sobre la cinta que cruzaba el pecho de la virgen. Entonces se acercó a la obra, apoyó el cincel en el mármol, y con precisos golpes del mazo grabó:

-Michael Agelus Bonarotus Florent Facieba –

©Marcelo Gardinetti, 2016


Notas:

-Miguel Ángel Buonarroti, florentino, lo hizo-

Imágenes: ©Brian J. McMorrow

TECNNE | Arquitectura y contextos