Fobia Social (II)

Por Centro Psiconet

Algunas personas con fobia social tienden a beber alcohol para ganar así valor y desinhibición.
La fobia social puede ser algo que, a diferencia de la fobia a las serpientes, se nos haga presente cada vez que nos vemos obligados a ser el centro de atención, o si nuestra profesión implica estar expuestos a personas desconocidas con frecuencia (vendedores, actores, músicos, maestros, etc.)

También nos podemos ver obligados a hablar en público (en la escuela, reuniones de trabajo, amigos  o cuando son un grupo grande).

Algunas fobias sociales acentúan el miedo a tratar con el otro sexo a extremos que producen graves dificultades para conseguir pareja.

El miedo no es un estado emocional inmóvil, como un estado de tristeza o alegría. Se alimenta de:

  • los estímulos temidos (estar en algún tipo de situación social que nos produce miedo)
  • la anticipación (imaginar las situaciones que podrían suceder y sentir el miedo ‘como si’ estuvieran sucediendo los acontecimientos temidos)
  • los mecanismos de evitación (aunque sea una paradoja el alivio de subir por las escaleras aumenta el miedo a coger el ascensor de una persona con fobia al ascensor). por lo tanto las conductas de ‘precaución’ como ponerse en un rincón, hablar poco, cruzar la acera, etc. hacen que sintamos más miedo la próxima vez.
  • los pensamientos auto-críticos (del estilo “pareceré tonto/a”, “debería hablar pero no se me ocurre nada”. “estoy haciendo el ridículo”, “parezco torpe”, “me consideran inferior”, etc.).
  • la falta de practica en expresión verbal (igual que la falta de ejercicio nos entumece) el expresarse demasiado poco, dificulta la facilidad y creatividad de comunicación.
  • el circulo vicioso que producen las experiencias negativas: como lo hemos pasado mal una vez tememos que la siguiente será igual o peor, con lo esta creencia hace de profecía que se auto-cumple y nos induce a estar más amedrentados e ansiosos la próxima vez, con lo que de nuevo alimentamos el temor para la siguiente ocasión.
  • la costumbre de ‘repasar’ y ‘rumiar’ lo sucedido: el no haber sido capaces de actuar con la soltura de los demás (el fóbico puede fijarse en la persona más popular y maravillosa para compararse con ella) nos genera desasosiego y ácida incomodidad personal, recordando cada uno de los pequeños detalles de impotencia y comportamiento penoso con la precisión de un latigazo, y de pronto aparecen iluminadas como por un foco las palabras y las cosas que deberíamos haber dicho o hecho.
  • la propaganda negativa que hacemos sobre la imagen de nuestro yo. a base de vernos torpes, inseguros, empobrecidos, poco interesantes, etc. un número elevado de veces, entramos en la ‘secta’ de los ‘no valgo nada’, con lo que ya ni nos atrevemos a aspirar a las cosas sanas y bonitas que los demás nos parece que sí tienen derecho a tener (amor, admiración, amistad). esto puede influir poderosamente en nuestras decisiones (aspiraciones laborales, proyectos, el tipo de pareja que nos parece adecuada, los derechos que creemos que nos merecemos, etc.).
  • la angustia como aparición ‘maldita’ e ‘intrusa’. nos angustiamos por la posibilidad de sentir angustia y al percibir que nos estamos angustiando sólo por pensarlo sentimos que es una angustia incontrolable. la angustia se convierte por sí misma en el peor enemigo -más allá incluso de las situaciones que empezaron a provocar. tenemos miedo de tener miedo, y que además ese miedo sea visible y nos delate como miedosos dignos de desprecio.

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