Os lo anuncié en la entrada anterior, la dedicada a las galletas de almendra y anís. Os comentaba que iba a tardar cero y nada en sumarme a la corriente panarra en estos tiempos de cuarentena. Y aquí me tenéis, aportando mi minúsculo granito a esta marea en forma de focaccia.
Confieso que dentro del universo panadero soy una pazguata. Nunca he sido capaz de hacer masa madre (tampoco he tenido ni las ganas ni la paciencia necesarias para arrancarla, todo sea dicho; aunque ahora sería un momento idóneo para probar, ejem, ejem ^_^), me pierdo en el mundo de las harinas y sus distintas combinaciones, solo tengo una ligera idea de los amasados más básicos y tampoco sé nada acerca de la influencia que pueda tener el ambiente o al humedad en la fermentación de las masas... Y así podría seguir hasta el infinito. Y es que, a lo largo de mis 29 años, solo me he atrevido con los panes más básicos y con unos resultados poco exultantes.
Para mí, con unas nociones básicas/ ínfimas/ minúsculas/ diminutas sobre panes, uno de mis favoritos, el que siempre me ha salido medianamente bien, es la focaccia. Con una elaboración que me recuerda a la pizza, es uno de los panes más básicos, más versátiles y con un resultado siempre satisfactorio. No necesitamos harinas extrañas, masas madre ni movidas especiales que nos puedan echar para atrás a la hora de intentar elaborarlo en nuestras casas; además, lo podemos adaptar a nuestros gustos o preferencias añadiéndole nuestros toppings preferidos. Por ejemplo, yo soy muy partidaria de incorporarle siempre que puedo frutos secos y/o queso (aunque no sea el caso de la que os enseño hoy).
Muestra de mi querencia por este pan plano la tenéis en el blog. En él podréis encontrar varias recetas de focaccia, con distintas masas y distintos toppings. Os dejo por aquí los enlaces, por si, después de elaborar esta que os traigo hoy, os animáis con otra más:
- Focaccia con cebolla caramelizada, manzana y nueces.
- Focaccia integral con brócoli, queso azul y nueces de Brasil.
La que os enseño hoy es más básica que las anteriores y algo más pequeña. Tengo una explicación, y es la siguiente: Ante esta situación tan terrible por la que estamos pasando, se nos ha cerrado el estómago (y no me refiero al encierro, pues me considero una privilegiada: tengo una casa medianamente amplia, una terraza bastante grandota y dispongo de todas las facilidades para vivir cómodamente). Tanto mi madre como yo hemos estado muy nerviosas durante las últimas semanas. Durante los primeros días, ante el bombardeo constante de información, la incertidumbre y el miedo se apoderaron de nosotras y nos llevaron a padecer una gran inquietud y un estado de nerviosismo permanente que, en el caso de mi madre, le afectó al estómago, y a mí me llevó a experimentar una especie de estado de ansiedad desde la mañana hasta la noche, día sí y día también. Después de una semana, yo logré superarlo, lo asumí, lo acepté, dejé de ver la tele (importante) y me he adaptado todo lo bien que se puede a una situación crítica. A mi madre, por su parte, aunque está infinitamente mejor, la intranquilidad y la ansiedad le van y le vienen a ratos.
Con este panorama tan poco halagüeño, con pocas ganas de llevarnos comida a la boca, decidí que la mejor opción sería hornear la mitad de cantidad, y hacer así una focaccia más pequeñita. Y me equivoqué, cómo no. Afortunadamente, nos la comimos de una sentada, nos supo a poco, nos sentó fenomenal y deseamos fervientemente haber horneado la bandeja entera del horno (¡¡así hubiéramos podido tener más para el día siguiente!!).
De ahí que las cantidades que os muestro a continuación sean para una focaccia del tamaño de media bandeja de horno. En nuestro caso, concretamente, las dimensiones de una bandeja de un horno pequeñito de sobremesa.
Espero que os guste ;).
Focaccia de calabacín:Receta adaptada de Giallo Zafferano
INGREDIENTES (para una focaccia pequeña)- Para el prefermento:
- 50g de harina manitoba o de gran fuerza
- 50g de agua
- 0.5g de levadura fresca de panadería
- Para la masa:
- 200g de harina de trigo
- 100g de agua
- 5g de sal
- 1/2 cucharadita de miel
- 10g de aceite de oliva virgen extra
- 2g de levadura fresca de panadería
- Para el topping:
- 80-100g de calabacín cortado en finas rodajas, con la piel
- 10g de aceite de oliva virgen extra
- sal
- pimienta recién molida
ELABORACIÓN
- Comenzamos elaborando el prefermento la noche antes. Para ello, en un pequeño bol, mezclamos con la ayuda de una cuchara la harina, el agua y la sal. Cubrimos con film y dejamos reposar a temperatura ambiente 12 horas.
- Al día siguiente, en el bol de la amasadora añadimos el fermento, el agua la levadura y la harina. Amasamos hasta que no queden grumos.
- Añadimos el aceite de oliva, la sal y la miel, y seguimos amasando hasta obtener una masa lisa y brillante. Formamos una bola, y dejamos levar 3 horas dentro del bol ligeramente engrasado con aceite.
- Una vez transcurrida esta fermentación, desgasificamos la masa y con las manos la extendemos del tamaño de media bandeja de horno. La trasladamos a la bandeja cubierta con papel vegetal, engrasamos ligeramente su superficie con más aceite, la tapamos con film y la volvemos a dejar levar por 30 minutos.
- Destapamos nuestra masa, y con los dedos vamos haciendo los agujeros característicos de este pan, volvemos a tapar la masa y la dejamos reposar otros 30 minutos más.
- Mientras tanto, lavamos y cortamos el calabacín y precalentamos el horno a 210ºC.
- Tras esta última fermentación, colocamos el calabacín sobre la masa, salpimentamos y regamos la superficie con el aceite de oliva (yo uso siempre la variedad Picual, ¡¡que me encanta!!).
- Horneamos 20-25 minutos a 190ºC.