Cuando los padres permitimos que un niño haga algo que puede hacer, necesitamos trabajarnos la tolerancia al error, a la imperfección y al fracaso.También a la paciencia. Muchas veces hacemos cosas por ellos porque las hacemos más rápido y no les permitimos ensayar, practicar, experimentar y en definitiva poner a prueba sus herramientas. Priorizamos el resultado y no el aprendizaje que solo se produce durante el procesoEl día a día ofrece muchas oportunidades para favorecer que los niños habiliten estrategias y habilidades, que de otro modo, no aprenderán.En cuanto a favorecer la autonomía en el ámbito más emocional y psicológico, también debemos hacer un ejercicio de soltar un poco el control y permitir que el niño elija todo aquello que pueda elegir (y que suele ser más de lo que creemos), y que tome decisiones.Cuando un niño es capaz de hacer cosas por sí mismo estamos fortaleciendo su autoestima, su percepción de competencia, reforzando una autoimagen de seguridad, enseñándole a manejar la tolerancia a la frustración, desarrollando la perseverancia, entre otras cosas.Por otra parte, educar hijos implica sobre todo que sean capaces de devenir en adultos competentes y seguros sin nosotros. Educar es una tarea a largo plazo, donde nuestra labor fundamental es facilitar que nuestros hijos desarrollen herramientas por sí mismos, porque eso es lo que les servirá para enfrentar la vida y para tomar decisiones encaminadas a la construcción de una existencia significativa y feliz.En mi opinión la sobreprotección es perjudicial porque coarta la posibilidad de desarrollar estrategias de aprendizaje y les deja desprotegidos e ineptos para enfrentar los reveses vitales. Además, cuando llega la adolescencia, los padres perdemos influencia y autoridad y si no han desarrollado un criterio sólido, serán vulnerables a las exigencias del grupo de iguales. Y esta es una labor “hormiga” que se hace día a día y desde el principio.
Cuando los padres permitimos que un niño haga algo que puede hacer, necesitamos trabajarnos la tolerancia al error, a la imperfección y al fracaso.También a la paciencia. Muchas veces hacemos cosas por ellos porque las hacemos más rápido y no les permitimos ensayar, practicar, experimentar y en definitiva poner a prueba sus herramientas. Priorizamos el resultado y no el aprendizaje que solo se produce durante el procesoEl día a día ofrece muchas oportunidades para favorecer que los niños habiliten estrategias y habilidades, que de otro modo, no aprenderán.En cuanto a favorecer la autonomía en el ámbito más emocional y psicológico, también debemos hacer un ejercicio de soltar un poco el control y permitir que el niño elija todo aquello que pueda elegir (y que suele ser más de lo que creemos), y que tome decisiones.Cuando un niño es capaz de hacer cosas por sí mismo estamos fortaleciendo su autoestima, su percepción de competencia, reforzando una autoimagen de seguridad, enseñándole a manejar la tolerancia a la frustración, desarrollando la perseverancia, entre otras cosas.Por otra parte, educar hijos implica sobre todo que sean capaces de devenir en adultos competentes y seguros sin nosotros. Educar es una tarea a largo plazo, donde nuestra labor fundamental es facilitar que nuestros hijos desarrollen herramientas por sí mismos, porque eso es lo que les servirá para enfrentar la vida y para tomar decisiones encaminadas a la construcción de una existencia significativa y feliz.En mi opinión la sobreprotección es perjudicial porque coarta la posibilidad de desarrollar estrategias de aprendizaje y les deja desprotegidos e ineptos para enfrentar los reveses vitales. Además, cuando llega la adolescencia, los padres perdemos influencia y autoridad y si no han desarrollado un criterio sólido, serán vulnerables a las exigencias del grupo de iguales. Y esta es una labor “hormiga” que se hace día a día y desde el principio.