28 de mayo de 2014. Monvínic, Mannel Serrano y Fonseca convocan a una cata de moscateles de Setúbal (todos de la casa Fonseca), que dibujan una corona de joyas, alguna de ellas de un valor muy notable. Entre ellas, Cèsar Cánovas, decide proponer (qué selección más atractiva) cuatro moscateles de otras zonas. Una noche memorable, una noche para los amantes de la variedad moscatel en sus múltiples expresiones, incluso si tenemos en cuenta que se trata de moscateles de Alejandría (la mayor parte de ellos, se coló un extraordinario Muscat de Frontignan) que han sido encabezados de distintas formas.
En mi cabeza y en mis notas, quedan ya para siempre cuatro vinos imprescindibles: Jose Maria da Fonseca Moscatel de Setúbal Trilogia. Contiene vinos de tres añadas que la bodega considera muy bien (1900, 1934 y 1965), 18,2% y 185 gr/L de azúcar residual. El azúcar y el alcohol se han fundido en un sutil abrazo, el vino está muy vivo y fresco, con una acidez notable y un despliegue de aromas de frutos secos (higos pajareros), de maderas (ese olor de madera noble, cedro, caoba, a la que se acaba de pasar el cepillo), de café torrefacto y de ceniza de puro. Un vino de placer inmediato. Yalumba Rutherglen Museum Release, de Victoria (Australia), los viñedos de Muscat de Frontignan. 18%. Mezcla de añadas, aunque no fueron identificadas. Como en todos estos casos, lo que importa es la maestría del ensamblador, un arte que formaba parte del DNA del vino hace apenas unas docenas de años y que se va perdiendo a marchas forzadas. En este caso, el resultado es apabullante, al nivel de la impresionante frescura y acidez que muestra el vino (alguna añada reciente habrá...). Pan de higos y olivas negras muertas junto con frutas como la piel del limón o la rosa algo mustia. Volumen y tensión en boca. Gran cuerpo. Terciopelo en la mejilla. Cierto perfil oxidativo. Delicioso. Para tomar como plato principal.
De Muller Moscatell Ranci Solera de 1929. Todos los jóvenes, para salir graduados de su secundaria, ya con 18 años (por supuesto) tendrían que probar este vino. Puede que esta saca presentara alguna arista de alcohol todavía por ensamblar con el conjunto, pero la historia que representa esta gama de vinos de De Muller debiera ser bebida y meditada por todos. Vinos que te meten directos en la historia de la tierra. Impresionante su profundidad, cómo te introduce en las raíces de los mejores vinos de esta tierra, de este clima, de sus características. Atrapa la pituitaria y no la suelta. Avellanas tostadas. Todas las texturas de la sombra, de la oscuridad, de la dulzura en un Mediterráneo cálido, avanzado ya septiembre. Y para el final, el vino más destacado, el que da título al post: Jose Maria da Fonseca Moscatel de Setúbal Superior 1955. Para Cèsar Cánovas, el vino de la noche. Para Mannel Serrano, uno de los tres vinos de su vida (él es de 1955). Para mí, el vino que me llevo en la memoria de mis emociones para siempre: 18,9%. 328gr/l de azúcar y una acidez de 7,42 en tartárico. Un vino excepcional. 150 botellas de las que quedan en la frasqueira 50. Dos viajaron para fortuna de unos pocos. Exponente máximo de un estilo y de una uva en una tierra que vive desde hace más de 200 años esa tradición. La tradición hecha vino en una añada antológica. El primer golpe de nariz te da, todavía, aromas primarios de fruta: 59 años han pasado...Frescura de la mora cogida en su punto. Todos los aromas del tostado, pero sobre todo, pan de payés y avellanas. Acidez perfecta. Esqueleto del vino íntegro y mostrando todo con discreción. Oxidación. Es un vino que tiene todos los puntos de registro del vino dulce hecho con estas características. Amable y sutil, depositar este vino en la boca y en tu cuerpo produce el famoso efecto Catulo: todo tú te conviertes en nariz, todo tú te conviertes en poro que quiere asimilar y disfrutar cada gota.