Acertando o no, asumiendo errores y críticas, más de 60.000 almas en todo el mundo cliquea al menos una vez en los más de 2.000 artículos publicados en Fragmentos, de los que más de la mitad son de mi propia autoría. Y por encima de todas esas numéricas apreciaciones, lo mejor de todo, es que Fragmentos no es más que mi particular escuela de escritura que, como tantas otras cosas en la vida, es y será tan importante como yo mismo me proponga que sea o siga siendo.
Pido perdón, pero la nostalgia del paso del tiempo me hace acordarme del principio. Todo empezó así, tímidamente, un 20 de enero de 2009: "Con el año nuevo yo también me he propuesto nuevas metas o nuevos objetivos. En este caso, me he comprometido a escribir de forma habitual en el blog, con la esperanza de que alguien por fin contacte, y que el mismo se convierta en un fluido canal de comunicación (que esa parece ser la última razón de esta herramienta).
En uno de mis primeros comentarios ya expresaba que no sabía muy bien cómo enfocar el desarrollo de mis comentarios, y aún hoy, sigo sin estar muy seguro, pero quizá lo mejor sea hacerlo de una manera natural y creo que la forma más interesante sería vincularlo al ámbito cultural con pequeñas pinceladas personales, como cuando nuestro interior se mueve con pequeños acontecimientos que no tienen por qué ser importantes para el gran público".
A todos aquellos que me seguís animando a seguir en esta especie de locura a la que no pocas veces no encuentro ningún sentido: ¡GRACIAS!, simplemente por seguir creyendo que las cosas distintas también tienen su pequeño lugar en el mundo.
Ángel Silvelo Gabriel.